La acogida que le habéis dado a mi última novela, Como te veo yo, ha sido tan estupenda que quiero contaros algunos secretillos (casi todos confesables) sobre su proceso de creación. Al final... me han salido veintiuno, nada más y nada menos. Vamos allá (AVISO: hay SPOILERS a tutiplén si no habéis leído la novela).
Os voy a hacer una confesión: esta entrada lleva mucho tiempo flotando en mi cabeza. Muchísimo. Desde antes de publicar la Saga Destino. Y, de hecho, esos dos libros son el motivo por el que no la publiqué antes. Porque tenía miedo de que Lucía, su protagonista, cayera mal (muy muy mal) a las lectoras, y que pareciera que el motivo por el que me lanzaba a escribir fuera una mala capacidad para asumir las críticas. Sorprendentemente (para mí), mi Lucía no ha sido muy criticada, así que ahora sí que me he decidido a hablar de esto.
Hace unos meses, escribí una entrada en la que me preguntaba por qué somos tan exigentes con las protagonistas de novela romántica. No tengo mucho que añadir a lo que dije en aquella ocasión, que, por si os da pereza pinchar en el enlace, viene a ser lo siguiente: un enorme porcentaje de las lectoras de novela romántica es implacable con las protagonistas de las novelas, a las que se tacha de insoportables y de muchas otras cosas con una frecuencia exagerada, mientras que a los personajes masculinos (que, curiosamente, suelen ser los que más la lían en la trama) se les perdona todo.