Hay meses en los que se me va la olla. La olla lectora, al menos. Noviembre de 2020 pasará a mi historia personal como el mes en el que, probablemente, más he leído en mi vida. Han sido en total 28 libros (no, yo tampoco sé cómo lo he hecho, pero asumo que el insomnio ha tenido bastante que ver), además de otros cuatro como lectora cero o correctora. Más de un libro al día... sin comentarios. Y el caso es que pocas cosas me han enamorado. Me había propuesto este mes leer unas cuantas novelas que tenía pendientes de mis autoras favoritas, esas de las que me leería hasta la lista de la compra, y muchas me han decepcionado (o, al menos, no me han enamorado tanto como esperaba).

Me hace mucha ilusión que esta última entrada del año dedicada a esas autoras de las que me leería hasta la lista de la compra vaya por fin dedicada a una autora nacional y que ha desarrollado gran parte de su carrera autopublicando en Amazon. A una que, además, me ha dado un montón de horas de disfrute lector desde que la descubrí hace ya dos o tres años. Porque de Mónica Gutiérrez se pueden decir muchas cosas buenas, pero el concepto «disfrute lector» es la clave por la cual yo he acabado enganchándome a sus libros y los he leído (casi) todos.