No es fácil ser soltera a los (casi) treinta y cinco. Soltera, divorciada, viuda… cualquier estado civil que implique la no presencia de una pareja. No resulta sencillo, como digo, no tanto por las implicaciones personales como por la visión de la sociedad hacia nosotras. Nosotras. Las solteras de treinta y tantos o, ¡Dios nos libre!, cuarenta y pico.
No puedo hablar desde mi experiencia personal de lo que significa haber pasado la mayor parte de la vida adulta sin pareja, porque no fue mi caso. Tuve una relación –fantástica, por cierto– desde los veintiuno hasta los treinta y tres. Pero sí puedo hablar con conocimiento de causa sobre la visión que tienen los demás de una mujer que, de repente, se queda sin pareja de la noche a la mañana. Y ahí es donde aparece la temida frase que da título a este post: tienes que rehacer tu vida.