Como os comenté la semana pasada, en las próximas entregas de esta sección de Consejos para escritores noveles y autopublicados, vamos a empezar con cuestiones algo más prácticas. Vamos a dejar respirar a nuestra alma creativa, que estará agotada después de la escritura del borrador de la novela, y vamos a hablar de esas cosillas que, probablemente, nos dan mucha más pereza que escribir, pero que también forman parte de este oficio maravilloso.
Antes de nada, quiero daros las gracias a todos por vuestra paciencia esperando la vuelta de los posts de los lunes con consejos para escritores noveles. Y mil gracias más por todos los mensajes y mails llenos de buenos deseos de recuperación.
Hay algunas cosas que me ponen enferma cuando leo novela romántica. La principal de ellas, y que sin ninguna duda me hace abandonar la novela al instante, es la falta de cuidado al escribir. Ya se sabe: los errores gramaticales u ortográficos, las erratas de continuidad, etc. Esto, obviamente, me ocurre en todos los géneros, pero hay algo que es una característica tristemente inherente a la novela romántica actual y que me pone verdaderamente enferma: la protagonista víctima.
Hoy, como os comentaba la semana pasada, nos tocaba empezar a escribir nuestra novela romántica. Y digo «nos tocaba» porque la vida es un poco perra algunas veces y me ha pasado por encima. ¿Os acordáis cuando os hablaba sobre los dramas de la vida de soltera y os decía que mi cuerpo tenía una cierta tendencia al humor?