Dicen los expertos que una web debe renovarse, como mínimo, una vez al año. Ya aviso: si yo tuviera que hacer eso, no tendría web. Madre mía de mi vida, qué cantidad de trabajo me ha dado este cambio de look, no os lo podéis imaginar. Pero había que hacerlo. No porque los expertos digan nada ni por ningún otro motivo externo. YO necesitaba este cambio. Por un montón de razones. Porque necesitaba que este lugar fuera más mío de lo que era.
Levantarme por la mañana, siempre renqueante (el odio al despertador no se supera ni con toda la vocación del mundo).
Aún con las legañas, decidir si es día de trabajar en el despacho (esos son los días en que me pongo seria, cumplo los plannings y sigo la dieta) o día de trabajar tirada en el sofá (generalmente rodeada de chocolate y tabaco).
Quizá esta entrada debería haber llegado un poco antes, lo reconozco, y no haber esperado a febrero para decidirme a contaros mis proyectos para este año que ya hace un ratito largo que empezó. Pero había algunas cosas que me faltaba cerrar y no quería contaros nada hasta que fuera todo más o menos oficial.