La planificación de una novela
Escrito por Abril Camino - 26 octubre
Antes de contar algo, debemos tener muy claro qué es lo que queremos contar. Esto parece una perogrullada de las mías, pero no lo es. Por supuesto, un escritor experto puede jugársela a improvisar en la planificación, obviarla hasta cierto punto o, por supuesto, experimentar. Como autores noveles, en cambio, vamos a portarnos bien y ser más ortodoxos. Incluso así, veréis como al escribir la novela, en ocasiones, la trama irá por su lado, nos ignorará por completo y dejará a los personajes tomar sus propias decisiones. Por cierto, esa parte, si no se nos va de las manos, será lo mejor que nos pase mientras escribimos: ver a nuestra obra tomar vida propia. Pero olvidémonos de esto durante un rato y centrémonos en planificar. Vamos a dividir la planificación en dos conceptos cruciales: planificación del estilo y planificación de la trama. Coged un cuaderno, que empezamos.
Este será nuestro mejor amigo durante la fase de planificación |
Planificación de la trama
Hay tres documentos que yo considero imprescindibles a la hora de escribir: la línea de tiempo, las fichas de personajes y la planificación de capítulos y escenas (escaleta). Vamos a verlos uno por uno:
Línea de tiempo
Imaginemos que estamos escribiendo una novela romántica, por ejemplo. En ella, los protagonistas se enamoran como locos en cuanto se conocen, pasan juntos dos años, se separan por la circunstancia que sea y, gracias a la magia del amor, vuelven a reunirse cuatro años después. En nuestra cabeza está súper claro que hace cuatro años. Hasta ahí, bien. Pero, después, ocurren una serie de avatares en la trama: a los seis meses, ella vuelve a desconfiar de él; tienen una crisis que tratan de superar durante ocho meses, hasta que finalmente se separan; pasan dos años sin saber el uno del otro y, de nuevo gracias a la magia del amor, se reencuentran. ¿Cuánto coño hace que se conocieron? No, no es una adivinanza. Pero es que en el diálogo final, en el que hablan de lo locamente enamorados que estaban cuando se conocieron, ella le dice «Llevo diez años enamorada de ti». Pero... ¿no serían nueve? ¿Once? ¿Ocho? Si hemos elaborado un buen timeline, sabremos exactamente a dónde acudir cuando nos surjan dudas.
La línea de tiempo de una novela puede ser muy rudimentaria (con solo los hitos más importantes de la trama apuntados en una hoja de papel) o algo más elaborado, donde se pueden introducir más datos o incluso relacionarlo con la escaleta.
Hay un género en especial en el que es imprescindible ser muy respetuoso con la línea de tiempo: la novela histórica. Yo solo he escrito novela histórica una vez y lo que hice para no meter la pata (ni con los propios acontecimientos de la trama ni con la realidad histórica en la que se desarrolla) fue una doble línea de tiempo. En mi caso, la historia se desarrolla en la Guerra Civil española, en concreto en Barcelona. Lo que hice fue una línea de tiempo muy específica, con absolutamente todos los acontecimientos que tuvieron lugar en Barcelona (y muchos de los que pasaron en España, en general) durante el periodo durante el cual se desarrolla la trama (1937-1939). Y después hice otra línea de tiempo en la que fui adaptando lo que les sucedía a los personajes a la realidad histórica. Por poner el ejemplo más simple del mundo, con este método se evita que dos personajes estén pasando una jornada normal, enamorándose, trabajando o viviendo felices mientras la aviación italiana bombardea Barcelona. Se supone que, si escribimos una ficción histórica, es porque el ambiente histórico en el que se desarrolla nuestra trama influye en los acontecimientos.
Fichas de personajes
Con las fichas de personajes suelo ser mucho más flexible que con la línea de tiempo, al menos en el sentido de dejarlo todo por escrito. Y es que esta es una cuestión clave: todos debemos decidir qué consideramos necesario apuntar (sea en un cuaderno, unos pósits o un Excel) y qué es suficiente con que se quede bien fijado en nuestra cabeza.
Este último es el caso de las fichas de personaje. Al comienzo de mi carrera, siguiendo todos los consejos que recibí en muchos cursos de escritura, hacía una ficha completísima y la rellenaba apartado por apartado. Luego, con el paso del tiempo, la experiencia me dijo que, en realidad, cosas como «Carácter del personaje» no necesitaba anotarlas. Si no tengo claro en mi cabeza cuál es el carácter de uno de mis personajes... mal vamos.
Sin embargo, sí considero necesario apuntar lo más básico. Color de ojos y pelo, fecha de nacimiento, apellidos... Puede parecer una tontería, pero son datos que no están presentes en cada intervención del personaje (como sí lo está su carácter o su forma de hablar). Y quizá en el capítulo 2, al presentar al protagonista, digamos que tiene los ojos azules y, si no los volvemos a mencionar durante muchas páginas, en el capítulo 35 se nos escape que los tiene verdes, porque en realidad solo recordamos que son claros.
Planificación de capítulos y escenas (escaleta)
Aunque, como decía antes, el proceso de escritura os va a llevar a maravillosas fases en las que los personajes den un golpe de estado y empiecen a tomar sus propias decisiones, la idea es que tengamos muy claro desde el mismo momento en que empezamos a escribir qué es lo que queremos contar en cada parte. ¿Por qué? Hay mil motivos. El primero es porque sí. Si este motivo no os vale, os voy a decir por qué lo sigo haciendo yo. Porque, cuando escribimos, nos abstraemos demasiado. Y somos unos golosos que nos enamoramos demasiado de una parte de la trama. Y puede no apetecernos nada narrar cosas que duelen, molestan y son feas. Porque, ¡hey!, si no hay cosas que duelen, molestan y son feas no es una novela. Lo (solo) bonito es un rollo.
En mi caso, la magnitud de la escaleta depende de la magnitud del proyecto. O, más bien, de cuánta trama (diferentes acontecimientos y giros) haya en la novela. Suelo empezar haciendo una lista de capítulos y la carga argumental que llevará cada uno. Luego, si tengo escenas en mente, las intento colocar en esos capítulos, donde considere que mejor funcionarán. Y así voy partiendo de mi idea inicial y la ramifico hasta tener un esqueleto de la novela.
Planificación del estilo
Con todo lo que he comentado hasta ahora puede parecer que ya está planificada la novela, ¿no? Pues... no. Hemos hablado de la planificación de la trama, es decir, del contenido de la novela, de QUÉ queremos contar. Pero también debemos planificar el CÓMO contarlo. Y lo primero que haremos será tomar unas cuantas decisiones.
¿Narrador en primera o tercera persona? ¿Estilo cómico, reflexivo, erótico...? ¿Ritmo rápido o pausado? Escribid las decisiones que toméis en letras bien gordas (en un papel o en vuestro cerebro) porque esto no podemos saltárnoslo. Y no os dejéis guiar por caprichos: analizad bien qué necesidades tiene la historia que queréis contar antes de decidir de qué manera se la haréis llegar al lector.
Como digo siempre, para tener esto claro, lo ideal es formarse. Veo muy muy muy complicado –por no decir imposible– aclararse en todos estos puntos si no se tiene una formación mínimamente sólida en conceptos literarios y técnicas narrativas. Una vez que tengamos claro lo que queremos, un gran paso estará dado.
Cuanto más os rompáis la cabeza antes de empezar, menos os la romperéis después. |
Para terminar con el estilo, mi último consejo es que, durante la planificación en escenas, incluyamos la(s) tipología(s) textual(es) de cada una, al menos por encima. ¿Que qué son las tipologías textuales? La descripción, la narración y el diálogo. Cada escena os pedirá algo diferente. Si un personaje se queda alucinado al ver la casa de otro, habrá que describirla. Si hay una acción trepidante, habrá que narrarla. Si los personajes están teniendo la conversación de su vida, habrá que reproducirla en un diálogo. Ni reproducir sus palabras a través de párrafos insoportables llenos de verbos de habla, ni usar las conversaciones de los personajes para describir cosas ni inventos del estilo. Son horrorosos y cantan muchísimo. Si no tenéis la experiencia suficiente para que esto os salga solo, es otra de las cosas que debéis incluir en la planificación.
Todo esto que os acabo de contar daría para cien mil millones de posts. Es la base de la escritura creativa. Por lo tanto, mi consejo es que os forméis en esta materia. De ello, en gran medida, dependerá la calidad de vuestro trabajo.