¡Tengo una idea maravillosa! ¿Cómo la convierto en novela romántica?

Escrito por Abril Camino - 28 septiembre


Si has llegado hasta este post, es de suponer que estás interesado en escribir una novela romántica. Así que vamos a empezar por el principio: la idea. ¿Habéis dejado ya de leer? ¿Habéis pensado ya «ah, bueno, eso no me interesa; yo la idea ya la tengo muy clara»? ¿Estáis seguros de ello?
La idea es, quizá, el concepto más abstracto del que os voy a hablar en esta serie de artículos. ¿Hay ideas buenas y malas? ¿O todo depende de la forma en la que las desarrollemos? Dejémoslo en un... fifty fifty.

Lo bueno de las ideas es que están por todas partes. Solo hay que abrir los ojos, los oídos y la mente para encontrarlas. Un viaje, una anécdota, un testimonio visto en televisión o leído en internet, la vivencia de un amigo... Otra cosa es que sepamos elaborarla y llegar a contar algo que interese a los demás. ¿Mi primer consejo? Que ocurran cosas, pero sin pasarse. Es decir, aplicado a la novela romántica, que es el género que nos ocupa: que no nos limitemos a contar la historia de dos vecinos que se enamoran (y poco más), pero que tampoco aparezcan unos alienígenas a secuestrarlos mientras luchan contra vampiros, una exnovia psicótica y Elvis reencarnado.


Orgullo y prejuicio y zombies
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¿Lizzie Bennet y zombies? Really?
¿Y de dónde me saco una buena idea? Repito lo dicho antes. Sentidos alerta. ¿Cuántas veces hemos oído que la realidad supera a la ficción? A mí, personalmente, me han ocurrido cosas y me han contado anécdotas que me han llevado a pensar Si esto lo escribo, no se lo creería nadie. Así que no tengas ninguna duda de que las ideas están ahí, solo hace falta que tú las descubras. Vamos, entonces, a por el segundo consejo: cuanto más viajes, más ideas surgirán; cuanto más leas, más ideas surgirán; cuanto más socialices, hables con gente y escuches lo que tengan que contarte, más ideas surgirán. No pienses ni por un momento que la forma de que surjan las ideas es sentarte delante del portátil con la intención de escribir una novela. La idea tiene que llegar antes que cualquier otra cosa. Ya la escribirás... casi, casi, eso será lo de menos.


Viajes y novela romántica
Hay mil fuentes de inspiración, pero viajar siempre será mi favorita

¿Tercer consejo? Piensa en la idea al completo. Cuando escribí mi primera novela, Pecado, penitencia y expiación, la idea original era bastante diferente a lo que resultó ser finalmente la novela. Giros que no esperaba, pero que la historia me fue pidiendo. Personajes que iban a ser meros secundarios, pero que acabaron adquiriendo un rol crucial. Y muchas cosas más que os sorprendería descubrir. Dejemos que esto ocurra, pero tengamos clara desde el principio la idea en conjunto. Si luego tiene que cambiar, ese ya será otro asunto.

Resumiendo, en tres puntos:
  • Ojos bien abiertos en busca de la situación que pueda dar origen a una idea.
  • Desarrollo de la idea al completo, con sus causas y sus consecuencias.
  • Análisis de la credibilidad de la idea. Como decía antes: que pasen cosas, pero no demasiadas.
Busca la idea para tu novela romántica
La idea no te va a venir a buscar. ¡Sal tú a por ella!
¿Y qué viene a continuación? Darle tiempo. Para personas asquerosamente impacientes como yo, esta es la peor fase. Pero es necesaria, muy necesaria. En esa fase, por más que estemos dejando reposar la idea, no se nos va a ir de la cabeza. A mí, por lo menos me ocurre así. No os quiero ni contar el caos que viví cuando estaba en la ultimísima fase de Pecado, penitencia y expiación y se me incrustó en el cerebro la idea de la siguiente novela. Ya me daban igual Gonzalo, Carmen, sus avatares y sus amores. Solo quería desarrollar la otra historia. Ojalá no os pase nunca. O sí, yo qué sé. La psicosis literaria es divertida a ratos. Me he ido del tema... para variar. Lo dicho: durante esa fase de "reposo", mi consejo es que no paséis ni un segundo sin algo en la mano donde apuntar los desvaríos que se os pasen por la cabeza. Da igual si es un cuadernito, una app del móvil, el dorso de la mano (este suele ser mi soporte favorito)... Mientras la idea reposa, no deja de crecer en nuestra cabeza, y estaremos mucho más receptivos a estímulos externos. De repente, una canción que habéis escuchado mil veces os suena diferente y solo podéis imaginar a los protagonistas de vuestra idea bailándola; ese chico con el que coincidís en la biblioteca y en el que nunca os habíais fijado demasiado pone cara de repente a ese personaje cuyo físico no acababas de tener claro; un olor que os recuerda a la infancia os empuja a incidir más en esa fase de la vida de tus protagonistas... Y así con todo, con más cosas de las que podáis imaginar.

Pues bueno... ya tenemos la idea. O al menos las pistas para encontrarla. La semana que viene, veremos qué hacemos con esta idea. ¡La aventura está a punto de comenzar!

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