Agosto ha sido un mes raro en cuanto a lecturas. Me vi a principios de mes con tal aluvión de libros en los dos ereaders que tengo (consecuencias de tener ahora mismo Nubico y Unlimited a la vez) que decidí que tenía que ir leyéndolos antes de seguir cogiendo otros compulsivamente. Y le eché mano a novelas que llevaba tiempo queriendo leer, que prometían mucho... y que no me han hecho disfrutar tanto como esperaba.
Por suerte, como ya he comentado alguna vez, desde hace algún tiempo selecciono con mucho mimo lo que leo, así que el balance sigue siendo positivo. De hecho, ha habido dos o tres libros que habrían hecho que el mes hubiera sido excelente aunque todo lo demás fuera un horror (que no lo ha sido). No me enrollo más. Por aquí os hablo de mis trece lecturas de este mes:
La entrada de hoy será breve. En primer lugar, porque se la dedico a una autora que solo tiene dos libros publicados. Pero, sobre todo, porque no me gustaría que leer mi blog os robara ni un solo minuto que podríais estar dedicando a leer cualquiera de esas dos maravillas. Dicho esto, vamos allá, a adentrarnos en el mundo de Hanya Yanagihara, la que es, para mí, quizá la mejor voz de la narrativa norteamericana contemporánea... y eso es mucho decir.
Una de las preguntas que más a menudo me hacen es «¿Cuál es tu libro favorito?». Y no os podéis imaginar lo difícil que me resulta dar una respuesta. Por varias razones. La primera, que creo que cada libro tiene su momento y novelas que me alucinaron hace años... sé que hoy en día no me gustarían. La segunda, porque, como ya he contado alguna vez, tengo una memoria de mierda para lo que leo (para escribir este post he mirado en GoodReads mi lista de lecturas y juro que había cosas con cinco estrellas que ni me sonaba haber leído). Y la tercera, porque hay una diferencia muy clara para mí entre un buen libro y un «libro que me llevaría a una isla desierta». Estaría muy bien ponerme las gafas de cultureta por aquí, pero si caigo en una isla del Caribe con la Metamorfosisde Kafka lo mismo me pongo debajo de un cocotero, a ver si hay suerte, cae uno y me mata.