Las 50 novelas que me llevaría a una isla desierta
Escrito por Abril Camino - 08 agosto
Una de las preguntas que más a menudo me hacen es «¿Cuál es tu libro favorito?». Y no os podéis imaginar lo difícil que me resulta dar una respuesta. Por varias razones. La primera, que creo que cada libro tiene su momento y novelas que me alucinaron hace años... sé que hoy en día no me gustarían. La segunda, porque, como ya he contado alguna vez, tengo una memoria de mierda para lo que leo (para escribir este post he mirado en GoodReads mi lista de lecturas y juro que había cosas con cinco estrellas que ni me sonaba haber leído). Y la tercera, porque hay una diferencia muy clara para mí entre un buen libro y un «libro que me llevaría a una isla desierta». Estaría muy bien ponerme las gafas de cultureta por aquí, pero si caigo en una isla del Caribe con la Metamorfosis de Kafka lo mismo me pongo debajo de un cocotero, a ver si hay suerte, cae uno y me mata.
Así que para elaborar la lista he decidido prescindir de todo lo que ya sabe todo el mundo que es bueno. No os voy a mentir: una vez metidos los cincuenta que os pongo aquí abajo, intentaría forzar un poquito la maleta para que me cupieran Anna Karenina, Jane Eyre, El guardián entre el centeno o El gran Gatsby. También algo de Neruda, Machado o Rosalía de Castro, para cuando tuviera el día poético. Pero he preferido quedarme solo con novelas (un par de ensayos autobiográficos muy literarios se me han colado sin que hiciera nada por impedirlo, lo reconozco). Y solo con libros publicados en los últimos años (últimos 20 o 30, por decir algo, tampoco he sido estricta en eso). Vamos... contemporáneos. Allá va la lista, por orden alfabético, para que no parezca que hay favoritismos:
1. ¿Dónde están los niños?, de Mary Higgins Clark
Porque es literatura de entretenimiento pura y dura, pero fue lo primero que leí de la autora y, después de engancharme, me proporcionó horas y horas de goce lector con novelas negras sencillas, algo tópicas pero perfectas para una tarde de esas de «quiero descubrir al asesino».
2. 28 días, de David Saffier
Porque el autor será celebre por sus comedias, pero con este drama ambientado en el gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial me puso la piel de gallina durante cada minuto de la lectura.
3. As rulas de Bakunin, de Antón Riveiro Coello
Porque lo leí hace siglos y no lo he olvidado. Una maravilla que rinde homenaje a los héroes olvidados de la represión franquista. Lo tenéis en castellano con el título Los hijos de Bakunin.
4. Asesinos sin rostro, de Henning Mankell
Porque Mankell es, para mí, el mejor autor de novela policíaca de la historia. Y su detective Kurt Wallander, el mejor investigador del género. Esta es la primera novela de la serie y la que me abrió las puertas de una narrativa de género que no está reñida con la calidad.
5. Buscando a Alaska, de John Green
Porque me encantó Bajo la misma estrella, del mismo autor, pero me emocionó aún más esta historia de un internado (tengo debilidad por ellos como ambientación, no puedo evitarlo) y de unas relaciones adolescentes duras, llenas de sueños, de dolor y de vida.
6. Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler
Porque sin contar una historia que sea nada del otro mundo consigue convertirse en inolvidable. Y eso solo puede deberse a cómo está escrita. De maravilla, básicamente. Una joya literaria con la amistad como tema principal.
7. Cartas desde la isla de Skye, de Jessica Brockmole
Porque es muy difícil emocionar desde el género epistolar sin que se eche en falta un narrador. Y esta preciosa historia ambientada en dos guerras y varios amores lo consigue hasta con el corazón más duro.
8. Desde mi cielo, de Alice Sebold
Porque la premisa es dramática pero, sobre todo, increíblemente original: una chica que cuenta su muerte desde su cielo y nos muestra tanto la investigación de su asesinato como la difícil manera en que sus seres queridos se enfrentan al duelo.
9. Donde termina el arco iris, de Cecelia Ahern
Porque de nuevo una novela epistolar me puso la piel de gallina, con una historia de amor preciosa, que dura décadas, que casi siempre sale mal, pero que llena las horas de lectura de esperanza y dulzura. Y porque a Cecelia Ahern siempre hay que leerla. Eso es así.
10. El amor más grande, de Olga Watkins
Porque el amor (basado en su propia historia real) de los protagonistas está tan lleno de dificultades como la propia historia de Europa en su época, la de la Segunda Guerra Mundial. Y porque es un camino largo, lleno de angustia y esperanza a partes iguales.
11. El arte de conducir bajo la lluvia, de Garth Stein
Porque un perro como narrador es una genialidad, y solo por eso este libro merecería estar aquí. Pero, además, es una de esas contadas excepciones en las que un autor consigue hacer llorar a moco tendido y reír a carcajadas en una misma página.
12. El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta
Porque esta novela la leí siendo muy joven, antes de leer a Neruda, y me acercó a la figura del poeta de una forma original y llena de ternura por parte de su protagonista, el cartero de Isla Negra.
13. El chico de las estrellas, de Chris Pueyo
Porque me parece la novela más valiente que he leído en años. Preciosa, intensa, real. No necesita más palabras para enamorar a cualquiera que la lea.
14. El cuento número trece, de Diane Setterfield
Porque ni siquiera recuerdo muy bien de qué iba, en eso no puedo mentir. Solo sé que me lo regalaron una tarde por mi cumpleaños y no me acosté en toda la noche. Creo que fue el primer libro que me leí del tirón y me dejó un sabor de boca maravilloso.
15. El diario de Ana Frank
Porque creo que debería ser una lectura obligatoria para todo el mundo. Porque era tan pequeña cuando lo leí que no tenía ni idea del final y eso me impactó de una forma brutal. Y porque estoy convencida que es el poso de esas lecturas tempranas el que nos modela como seres humanos.
16. El diario de Bridget Jones, de Helen Fielding
Porque marcó una época. Porque inventó un género. Porque, a mis veinte años, lo consideraba una obra que hacía un flaco favor a las mujeres, por la imagen que daba de nosotras. Y porque, casi veinte años después, me parece justo lo contrario: la primera novela que nos presentó como seres imperfectos que, a pesar de todo, tenemos derecho a pasarlo bien, enamorarnos, reírnos, llorar y sentir.
17. El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas
Porque me emocionó hasta el infinito hace muchos años. Porque siempre las historias de la Guerra Civil consiguen ponerme la piel de gallina. Y porque probablemente es la mejor novela escrita en gallego en los últimos cincuenta años.
18. El niño con el pijama de rayas, de John Boyne
Porque me mantuvo horas con la angustia instalada en la boca del estómago, temerosa de que ocurriera algo tan terrible como lo que finalmente pasa. No se puede esperar menos de un entorno como Auschwitz. El giro final es quizá el impacto más grande que he recibido leyendo un libro.
19. El otro hijo, de Nick Alexander
Porque me gustan las historias muy épicas... y también las que son todo lo contrario, como esta. Una historia de familia, de una familia complicada y desestructurada. Recuerdo haberlo leído pensando que me fallaban algunas cosas en la trama, pero que, aun así, no cambiaría nada. Y eso es algo que no suele ocurrir.
20. El ruiseñor, de Kristin Hannah
Porque fue lo primero que leí de Kristin Hannah y solo por eso ya merecería mi eterno agradecimiento. Pero es que además es una historia de la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial y de dos hermanas tan diferentes como decididas a apoyarse a pesar de las diferencias.
21. El último baile, de Marisa Sicilia
Porque, para mí, es sin duda la mejor novela romántica histórica escrita en España. Una historia que atraviesa varias décadas, desde los felices años veinte a los terribles acontecimientos posteriores en los dos países donde se desarrolla la trama, Austria y Alemania. Una historia de amor, de vida y de supervivencia que se pega a la piel y no se olvida.
22. Eleanor Oliphant está perfectamente, de Gail Honeyman
Porque «lo bonito» es bonito, pero lo feo... tiene algo especial. Y esta novela tiene muchas cosas feas, terribles, durísimas. Pero el humor (bendito humor inglés) de la narración hace que todo fluya, que haya incluso esperanza al final y que veamos como reales ante nosotros a unos personajes que, en manos de otro autor, serían demasiado surrealistas.
23. En el nombre del padre, de Gerry Conlon
Porque la historia de los «cuatro de Guildford» me parece una de las injusticias más aterradoras de la historia británica contemporánea y la manera en que la cuenta uno de sus protagonistas me llegó al alma en plena adolescencia, tanto en la versión literaria como en la cinematográfica.
24. Erros e tánatos, de Gonzalo Navaza
Porque es una genialidad al más puro estilo Roald Dahl, pero en versión galaica. Divertido, vibrante, sorprendente. Me encantó cuando era una cría y me gustó incluso más en una relectura que hice ya de adulta. (Me temo que no está disponible en español, una pena para quienes no podáis leer en gallego).
25. Fuimos un invierno, de Neïra
Porque, para mí, es la mejor novela romántica que se ha escrito en España. Porque Luca es inolvidable y Daniela es un ejemplo de protagonista que aprende a quererse a sí misma antes de querer a otro. Porque la he leído ya tres veces y siempre encuentro una frase nueva que me sorprende, me emociona o me hace pensar.
26. Harry Potter y la piedra filosofal, de J.K. Rowling
Porque es la puerta de entrada al universo Harry Potter, que ha unido en la lectura a varias generaciones, nos ha hecho creer en la magia (incluso a quienes lo leímos pasados los treinta) y nos ha enseñado a soñar. Quiero pensar que en la maleta de la isla me cabrán los otros seis también.
27. Hora de partir, de Jodi Picoult
Porque es la historia de maternidad más bonita que he leído, con un punto de realismo mágico que, aunque es algo que no suele gustarme, aquí es la maravilla. Porque, aunque me imaginé el final desde más o menos la mitad del libro, no me quitó ni un ápice de disfrute. Y porque es la novela que me hizo desear tener un elefante.
28. Indiscreción, de Charles Dubow
Porque su autor tiene una pluma exquisita, una forma de narrar tan elegante que casi parece de otra época. Porque retrata el ambiente de clase alta de Nueva Inglaterra de una manera que casi parece que nos lo esté contando Gatsby. Y porque la historia que cuenta en este libro es terrible y preciosa al mismo tiempo.
29. Instrumental, de James Rhodes
Porque no es una novela (ojalá fuera ficción, desgraciadamente no lo es), pero es un libro autobiográfico que merece estar en esta lista como el que más. Una horrible historia de abusos sexuales en la infancia y del poder curativo de la música. Empatía en estado puro.
30. La casa del propósito especial, de John Boyne
Porque el fin de la dinastía Romanov y la leyenda de Anastasia ha hecho correr ríos de tinta durante un siglo, pero nunca con tanta delicadeza, ternura e intriga como en este libro de John Boyne (que se ha ganado por derecho entrar dos veces en esta lista). Y porque lo bien que encaja todo en la estructura de este libro es algo que todo autor sueña con ser capaz de conseguir alguna vez en su carrera.
31. La chica que dejaste atrás, de Jojo Moyes
Porque es difícil encontrar en la novela contemporánea a una autora con la capacidad de transmitir sentimientos de Jojo Moyes y, en esta novela, nos hace recorrer un siglo, entre la Primera Guerra Mundial y el presente, para presentarnos a dos mujeres que deben luchar contra su propio dolor y sus circunstancias.
32. La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa
Porque ha sido durante años mi novela favorita y nada la va a descabalgar de ese puesto. Porque Vargas Llosa tiene muchos defectos, pero nadie escribe como él. Y porque la historia de Urania Cabral, y de la represión vivida en la República Dominicana durante la dictadura, es imposible de olvidar pasen los años que pasen (casi veinte en mi caso).
33. La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero
Porque he leído un millón de novelas sobre el duelo, pero ninguna me ha llegado tan adentro como esta. Porque tiene un mérito increíble vertebrar a través de la vida de Marie Curie un relato de reflexión sobre la pérdida y el feminismo. Y porque tiene uno de los mejores títulos que he leído.
34. La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón
Porque, cuando lo leí, no me podía creer que alguien supiera hacer magia con las palabras de la manera en que lo hace Zafón. Y porque para pergeñar una trama como la de este libro hay que ser un genio. Sin más.
35. La trenza, de Laetitia Colombani
Porque deberíamos leer más historias de mujeres, de este mundo y de los que nos quedan más lejos. De ayer y de hoy. Y en La trenza, a través de una estructura fantástica, conocemos a tres modelos de mujer diametralmente opuestas, pero que encuentran un punto de unión en las dificultades a las que se enfrentan y que acaban uniéndolas a pesar de la distancia, en todos los sentidos de la palabra.
36. La voz dormida, de Dulce Chacón
Porque es una maravilla de novela, a pesar de tocar un tema tan triste, doloroso e injusto que podría parecer imposible disfrutarlo. Pero la pluma de Dulce Chacón obra el milagro y nos teletransporta a la cárcel de mujeres de Ventas en los años más oscuros de la historia de España.
37. Los crímenes de Cater Street, de Anne Perry
Porque fue un descubrimiento absolutamente casual hace ya muchos años y me adentró en el universo del inspector Pitt y su esposa Charlotte. Una serie de novela negra ambientada en la era victoriana que se caracteriza por una ambientación impecable y unos misterios que mantienen atrapado a cualquiera.
38. Los pilares de la tierra, de Ken Follett
Porque es mi ejemplo habitual de esa teoría de que cada novela tiene su momento. Porque empecé Los pilares de la tierra tres veces sin poder soportarla hasta que, a la cuarta, me enganché de tal manera que la devoré. No es que vaya a ser recordada por su excelencia literaria, pero que levante la mano quien no se pasara días creyendo que vivía en la Inglaterra rural del siglo XI mientras la leía.
39. Los últimos días de Rabbit Hayes, de Anna McPartlin
Porque puede parecer imposible contar la historia de los últimos días de una mujer joven, con una hija, unos padres que la quieren, unos hermanos y unos amigos que la echarán de menos... y no convertirla en un drama aterrador. Y McPartlin lo consigue. Hace reír, reflexionar, sonreír y sollozar a partes iguales. Porque, si hay una palabra para definir esta novela, sería «bonita».
40. Martes con mi viejo profesor, de Mitch Albom
Porque es una reflexión preciosa sobre la vida y la muerte, vertebrada a través de las reuniones, siempre en martes, de un viejo profesor con su antiguo alumno, en los últimos días de su vida. Filosofía pura en lenguaje cotidiano. De esas novelas que pueden cambiar una vida.
41. Mientras escribo, de Stephen King
Porque tampoco es una novela, ni tiene nada que ver con el Stephen King de terror, pero es un libro que todos los que nos dedicamos a escribir deberíamos leer al menos una vez en la vida. Porque me encantó su visión de la profesión, de la vocación y del mundo literario. Y porque me sentí muy respaldada en ideas que ya tenía y que me enseñaron mucho.
42. Nosotros, de David Nicholls
Porque es la única novela que ha conseguido que yo me ría a carcajadas casi todo el rato. Y eso teniendo en cuenta que el tema no puede ser más tremendo: la crisis de un hombre de mediana edad que está perdiendo a su mujer y tiene una relación nefasta con su hijo. Pero contado por Nicholls... todo es una genialidad graciosa.
43. Nuestra casa en el árbol, de Lea Vélez
Porque es una narración original con opiniones diferentes, muy lejos de lo políticamente correcto y con algunos de los mejores diálogos que he leído en una novela. Y porque es una de las poquísimas novelas con personajes infantiles que me han encantado, porque, sinceramente, esos niños son... lo más.
44. Open, de Andre Agassi
Porque de autobiografía de un tenista pasa a convertirse en novela gracias a la pluma del premio Pulitzer J.R. Moehringer. Y porque una historia sobre tenis que comienza con uno de los mejores jugadores de la historia reconociendo que odia el tenis... solo puede ser una genialidad.
45. Paula, de Isabel Allende
Porque fue la primera novela para mayores que leí, apenas en la pubertad, y me enganchó a la lectura para el resto de mi vida. Porque es un canto a la pena y el duelo, a la maternidad y el dolor, que me marcó hace veinticinco años y me abrió los ojos a todo lo que un libro me podía dar. Eterno agradecimiento.
46. Por siempre ¿felices?, de Taylor Jenkins Reid
Porque lo empecé pensando que sería una historia más, un «chico conoce chica», y me encontré con una novela que me golpeó en medio del pecho. Porque creo que cualquier persona con una relación larga en la que alguna vez hayan surgido dudas se sentirá identificada. Porque es la vida hecha novela. Sin más.
47. Siete mares, trece ríos, de Monica Ali
Porque me lo regalaron hace muchísimos años, cuando yo estaba enamorada de Londres (sigo estándolo) y pensaba que no había ciudad más moderna y cosmopolita en el planeta (sigo pensándolo). Pero fue un shock descubrir a través de la narración de la autora que hay comunidades en el este de la ciudad en las que las mujeres aún se ven obligadas a someterse a matrimonios pactados, a llevar burka y a otras barbaridades del estilo. Una novela que despertó algo en mí.
48. Tan poca vida, de Hanya Yanagihara
Porque es el drama de ficción más tremendo que he leído en toda mi vida. Porque son más de mil páginas y me las leí en tres días porque no podía parar. Porque hay amor, hay dolor, hay pena, hay injusticia. Porque es una novela que duele. Y porque el dolor literario se clava demasiado dentro.
49. Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver
Porque pocas veces he leído algo tan crudo, tan terrible. Y pocas veces he odiado tanto a un protagonista. Porque creo que hay que ser un genio para lograr transmitir todo lo que consigue la autora en esta novela. Y todo lo que transmite es malo, feo. Ha querido el orden alfabético que Tan poca vida y Tenemos que hablar de Kevin vayan seguidas, cuando son dos novelas que leí más o menos en la misma época y que me enseñaron todo lo bonito que puede ser lo feo.
50. Yo antes de ti, de Jojo Moyes
Porque es especial hasta para situarse en esta lista como colofón perfecto. Porque Jojo también me ha hecho saltarme la norma autoimpuesta de no repetir autores en este listado. Porque la historia de Will y Clark tiene todos los ingredientes para enamorar: unos personajes inolvidables, un dilema moral con el que es difícil no empatizar, unos diálogos maravillosos, un tono chispeante. Porque me la leí del tirón en una noche y, al despertar, me la volví a leer... Y porque creo que nunca he llorado tanto como con este libro. Y hasta eso se lo tengo que agradecer.
Solo un apunte final. No he tenido en cuenta ni un solo prejuicio a la hora de elaborar esta lista. He cogido mi lista de leídos en GoodReads, he echado un ojo a mis estanterías para asegurarme de que no había pasado ninguno por alto... y he elegido. El balance final es de 27 libros escritos por mujeres y 23 escritos por hombres. Quizá eso es lo que ocurre cuando se elige sin prejuicios, sin pensar que hay géneros «para mujeres» o que los hombres escriben para el público en general y las autoras lo hacen solo para quien tiene vagina: que sale una cifra más o menos paritaria. Una pena que la mayoría de quienes escriben artículos de recomendaciones en prensa no sean capaces de conseguirlo, oye. Lo siento. Si no metía la pullita feminista, me salía una úlcera.
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