¿Por qué quieres ser escritor?
Escrito por Abril Camino - 11 julio
Antes de dedicarme a escribir, tuve otros muchos trabajos. Unos fueron más satisfactorios que otros, pero, en general, diría que me gustaban bastante aquellos trabajos. Pero... ¿sabéis una cosa? Me gustaban mucho más las vacaciones que las jornadas laborales. Los viernes que los lunes. Y, por descontado, prefería irme de cañas con mis amigos que fichar en la oficina.
Eso no me ocurre ahora, desde que escribir es mi trabajo único, el que me da de comer. No me gustan más los viernes que los lunes, porque no tener horarios obligados hace que escriba mucho más algunos sábados que algunos martes. He llegado a maldecir unas vacaciones que llegaron cuando estaba en el momento culminante del proceso creativo de una novela y que no podía cambiar de fecha. Y, por descontado, he dicho que no mil veces a un plan de cañas con amigos para quedarme escribiendo.
Así que creo que ahora sí puedo decir de verdad que me gusta mi trabajo. ¿Y sabéis cuál es la prueba de fuego para saberlo? Que, si escribir no me reportara ni un solo euro a final de mes, no dejaría de hacerlo. Quizá dejaría de publicar, quizá escribiría menos horas que ahora (más que nada, porque tendría que ganarme el pan con algo)..., pero no dejaría de escribir. Nunca. Creo que ya no sé vivir sin hacerlo.
Y toda esta reflexión me ha llevado a pensar en cuál es la intención de la gente cuando decide escribir su primera novela. De ahí el título de esta entrada: «¿Por qué quieres ser escritor?». Es una pregunta que alguna vez le he tenido que hacer a las personas que contactan conmigo para contratar algún servicio de asesoría literaria. ¿Qué quieres conseguir? ¿Por qué estás escribiendo o has escrito un libro?
Una de las preguntas que más veces me han repetido, tanto autores noveles como seguidores que me escriben, es «¿Qué hay que hacer para poder vivir de escribir?». O variantes como «¿Qué hiciste para conseguir vender libros?», «¿Cómo puedo lograr el éxito?», etc. Partiendo de la base de que probablemente cada uno tengamos una definición diferente de «éxito», lo cierto es que no tengo una respuesta a esas preguntas. No una infalible, al menos. Y creo... que tampoco quiero tenerla.
Me preocupa que haya tanta gente queriendo dedicarse a escribir para «triunfar». Lo entiendo, ojo, Amazon puso fácil que cualquier persona pudiera publicar (yo, la primera; no es una crítica, obviamente) y las redes sociales nos han puesto a los autores muy cerca y es una tentación enorme soñar con llevar la vida de ensueño que algunos parecen llevar. Además, vivimos esta época loca en que nos han convencido de que para conseguir algo solo hay que desearlo muy fuerte.
Pero me parece un error gigantesco ser un autor novel y soñar con hacerse rico y famoso. Me parece empezar la casa por el tejado. Soñar demasiado alto. Demasiado poco realista. Y, sobre todo, en esas aspiraciones, suele perderse lo realmente importante de esto: aprender, mejorar, disfrutar. Disfrutar de un oficio, el de escribir, que, si realmente te gusta, es el más maravilloso del mundo. Y si no te gusta en realidad... ¿por qué querrías dedicarte a eso?
Yo también fui una autora novel con sueños de futuro. Bueno..., en mi caso, no eran «de futuro», porque jamás pensé que podrían realizarse. Imaginarme viviendo de la escritura algún día era más bien una fantasía, casi tan probable como que Michael Fassbender llamara un día a mi puerta para confesarme su amor. Pero sí sé lo que se pasa por la cabeza de quien sueña demasiado: escribir en una máquina de escribir Olivetti antigua frente a un lago en un día nublado (cuánto daño ha hecho Love Actually), recibir varias veces al año la llamada de su editor pidiéndole por favor algo nuevo porque «La gente no puede vivir sin tus historias, George», un par de firmas multitudinarias en una librería encantadora, cartas de admiradores, Hollywood estrenando la película y el Óscar al mejor guion adaptado en sus manos, listo para unirse en la estantería al Nobel de Literatura, el Princesa de Asturias de las Letras, el Pulitzer, el Cervantes y el Planeta. Ricos y famosos. Great.
Vale, quizá sea muy feo que venga yo a decir esto, cuando tanta gente dice lo contrario, pero... eso no pasa. En serio. NO PASA. Le pasará a J.K. Rowling o a Stephen King, pero en el mundo real... no pasa. Ni siquiera una versión más light del asunto, más patria. Y a quien le pasa algo parecido, os aseguro que tiene detrás muchísimo trabajo, muchísimo talento y muchísima suerte.
La realidad es otra. La realidad que deberían conocer las personas que se sientan delante de un portátil soñando con ser algún día ricas y famosas gracias a sus novelas. Las voy a poner aquí numeradas, como una especie de «Decálogo de razones por las que nadie debería empezar a escribir pensando en el éxito»:
1. (Casi) ningún escritor es rico. Conozco a varias personas que viven de esto, mejor o peor, pero escasísimas excepciones dentro de este mundillo pueden ir mañana a comprarse un Ferrari. O pagar una casa a tocateja. Podemos vivir, mejor o peor, pero «ser rico»... por Dios. Eso es ciencia ficción. Quien tenga el dinero como principal motivación para dedicarse a escribir se va a llevar un palo de los gordos cuando descubra que la gran mayoría de autores gana cifras entre 10 y 500 euros al año. Sí, AL AÑO. Algunos pocos podemos vivir de ello, con un sueldo normal, como el de cualquier trabajo, y creo que somos unos auténticos privilegiados. Pero si casi todos tenemos o hemos tenido otros trabajos remunerados incluso cuando ya dedicábamos muchas horas a escribir... no es por avaricia, podéis creerme.
2. (Casi) ningún escritor es famoso. A mí la fama me parece una pesadilla, no me imagino un escenario más agobiante en el mundo que salir a la calle y que la gente me reconociera. Pero entiendo que haya a quien le guste, quien empiece a escribir soñando con ser famoso. ¿Queréis saber cuántos escritores son famosos? Haced un sondeo entre vuestros amigos, eliminad a los muertos y a los anglosajones... y buena suerte. Probablemente os quede Pérez-Reverte.
3. No conozco a nadie a quien le vaya bien que planeara vivir de escribir al empezar. Conozco, como decía antes, a varias personas a las que les va bien, que para mí significa no necesitar otro trabajo remunerado para vivir. Autores que han estudiado diferentes cosas, trabajado en diferentes sectores, autores casados, solteros, con hijos, sin hijos, de veintipocos años y de cuarenta y muchos... Gente muy variada, pero con una característica que cumplimos todos los que conozco: nadie empezó a escribir pensando en ello como una salida profesional. Todos empezamos a escribir porque nos apasionaba y el éxito llegó solo, más tarde o más temprano, y por sorpresa. La conclusión podría ser algo así como que no hay mejor manera de triunfar que olvidarse de triunfar.
4. Las tácticas de los gurús raramente funcionan. Sí, lo siento. Sería precioso leer alguno de esos libros rollo Cómo conseguir que tu libro llegue a millones de lectores y que funcionara. Estoy bastante convencida de que la única persona que consigue ganar dinero con esos libros son sus propios autores. Me llama mucho la atención cuando personas que me escriben pidiendo asesoramiento están al tanto de cuáles son los mejores días de la semana para publicar en Amazon, pero no diferencian un narrador omnisciente de uno protagonista. Os lo juro, me alucina. Yo nunca he sabido cuál es el mejor día para publicar en Amazon y autopubliqué quince novelas. Conozco a gente que lo ha petado en ventas publicando en fechas teóricamente malísimas, como agosto o la Navidad. La única clave es escribir algo que a la gente le guste, en serio. Si al público le gusta lo que has escrito, se va a vender por boca a boca, aunque lo publiques a las cinco de la mañana del día de Año Nuevo. Si no les gusta, puedes seguir todas las técnicas de los gurús... y de poco va a servir.
5. Las novelas con alma son las únicas que funcionan. Sobre esto escribiré otro día más en profundidad, pero... es un hecho. Difícilmente demostrable pero maravilloso. De alguna manera que me cuesta entender, los lectores suelen enamorarse de las novelas en las que el autor se ha dejado el alma. Y el alma está en esas tramas que nos llegan por azar, que nos enamoran y nos plantan durante horas frente al portátil porque no podemos dejar de contar su historia. Si te gusta escribir, si de verdad te apasiona, esas historias llegarán. Quizá haya momentos en que te frustre un bloqueo creativo, pero también habrá otros momentos en los que te lleguen más ideas de las que eres capaz de escribir. Forzarse a hacerlo, porque «quiero ser escritor, así que a ver si se me ocurre algo» es una idea... terrible.
6. Sé tú, solo tú. Todos tenemos nuestros autores favoritos. Incluso autores que nos inspiran, no pasa nada por reconocerlo. Pero la línea entre la inspiración y la copia descarada es fina... y no debemos perderla de vista. Hace quince años, medio mundo estaba escribiendo historias de vampiros. Hace diez, de repente a un montón de autores noveles les interesaba muchísimo el BDSM. Si alguien escribe una novela que en realidad es casi una copia de otra que ha triunfado, hay dos opciones. Que se haya enamorado tanto del original que no pueda evitar copiarla. Eso es triste. La opción B es que crea que haciéndolo va a conseguir el mismo éxito que la autora original. Eso es más triste. Y además no va a funcionar. En serio, no lo va a hacer.
7. Si quieres escribir porque sueñas con dejar tu trabajo, quizá el problema esté ahí. Esto que voy a contar es triste, ¿vale? Porque yo por aquí puedo parecer una listilla cuando explico estas cosas, pero en realidad me da muchísima pena ver, desde la experiencia, los errores que se cometen al empezar. Y una de las cosas que más pena me da es escuchar a gente que ha dejado su trabajo, o que planea dejarlo, para vivir de escribir. ¿Sabéis la expresión «poner el carro antes que los bueyes»? Pues eso. Todos hemos odiado en algún momento nuestro trabajo. Todos hemos tenido una diana con la foto de nuestro jefe y un montón de dardos (¿o eso solo yo?). Pero escribir un libro solo porque puede ser una puerta de salida fácil a una situación laboral que no nos gusta... es surrealista. Sí, algunas empezamos a escribir y, al cabo de un tiempo, pudimos dejar un trabajo que nos llenaba menos que la escritura. Pero ese es el orden de factores. Dejar un trabajo remunerado por una hipótesis difícil de cumplir (ganar dinero con la escritura) es una locura que puede derivar en mucho arrepentimiento. Si realmente odias tu trabajo y quieres buscar una vía profesional por otro lado... opta por algo más sencillo que ganar dinero con los libros. Casi cualquiera cosa es más sencilla que eso.
8. No todo es tan bonito como parece. Antes decía que solo conocía una característica común a toda la gente a la que le va bien en esta profesión: que habían empezado sin grandes aspiraciones de éxito. Pero no. Hay otra cosa que compartimos quienes nos dedicamos a esto: mucho, muchísimo trabajo. No conozco a nadie que lo haya conseguido dedicándole un par de horas al día de lunes a viernes. Y sí, todos sabemos que es mejor trabajar sesenta horas semanales en algo que nos gusta que cuarenta en algo que odiamos, pero... ¿estamos seguros de que nos va a gustar? Escribir, lo que en general se entiende por «escribir», es una parte pequeñísima de nuestro trabajo. Y preciosa. Pero no es tan bonito (o no para todo el mundo) pasarse horas documentándose sobre temas de lo más variopinto, releer el manuscrito hasta acabar casi odiándolo, corregir durante meses, actualizar las redes sociales, maquetar, buscar portada, acudir a firmas y otros eventos... Y esas tareas, si se hacen bien las cosas, se van a llevar la mayor parte de horas de trabajo. Es un trabajo. Y en ninguno suele ser todo bonito, inspirador y emocionante.
9. Incluso el éxito puede acabar siendo un regalo envenenado. Cuando alguien decide empezar a escribir pensando en la fama o el dinero, hay dos opciones. La más probable es que no lo consiga, lo que conllevará un buen disgusto. Pero incluso la mejor opción, la de lograr el éxito (mayor o menor), puede traer consigo también mucha frustración. Hay una ecuación que no falla en esto de escribir: cuanto mejor te vaya, más vas a trabajar. Cuanto más éxito, más posibilidades hay de que escribir se convierta en toda tu vida, que apenas quede tiempo para nada más. Y cuando digo «escribir», no hablo solo de teclear una historia, sino de todas las tareas de las que hablaba en el punto anterior. Para una persona a la que escribir la apasione, sea su afición desde niña, le ardan las historias en las yemas de los dedos... será duro. Para alguien que solo lo ha hecho para conseguir un fin más material, se convertirá en un trabajo como cualquier otro. Duro y del que estará deseando huir, probablemente.
10. Decía al principio de esta entrada kilométrica que cada uno tenemos nuestra definición del éxito. La mía es levantarme cada mañana deseando ponerme a trabajar y sabiendo que lo que hago me da para vivir, sin lujos pero sin apuros. No pido más. Quizá la mejor idea para alguien que empieza es plantearse qué quiere conseguir, si es lógico y si es realista. Me temo que así se ahorrarían muchos disgustos posteriores.
Lo confieso: me siento un poco Grinch después de escribir esta entrada. Casi como si hubiera cogido los lemas optimistas que todas tenemos escritos en cuadernos y tazas y les hubiera cagado encima. Pero siempre me han gustado las verdades crudas y creo que, en el mundo literario, hemos pasado demasiado rápido del «nadie puede vivir de escribir» al «es fácil vivir de escribir». Ninguna de las dos cosas es cierta.
Lo que sí es cierto es que escribir es maravilloso. Por eso entiendo que muchísima gente quiera dedicarse a escribir. Pero creo que es muy diferente soñar con escribir de soñar con ser escritor. Si sueñas con escribir... hazlo. Solo hazlo. Siente la historia entre tus dedos y aprende lo suficiente para convertirla en algo decente. Sueña con ella. Vívela. Respírala. A quien, en cambio, aspire a ser escritor, salir en las listas de más vendidos, tener muchos seguidores en Instagram y forrarse, antes siquiera de haber empezado a escribir su primer manuscrito... solo me queda desearle suerte, porque falta le va a hacer.
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