Pues aquí estamos, en el último día del año, puede que pensando lo que nos pondremos esta noche (además de unos cuantos kilos de más) o puede que deseando que pase ya una de las noches que más amores y odios despierta en el año. Y yo, cumplidora, os traigo la entrada de mis lecturas de diciembre. Nueve novelas con las que he despedido el año y (¡milagro!) he cumplido el reto de GoodReads de leer 120 novelas. Un poquito de todo, como en botica. Por aquí os las dejo:
A mí de verdad que me gustaría ser una hípster moderna que odia la Navidad y se enorgullece de ello, pero... ay, Dios, es que me encanta. Ella y todos sus tópicos. Enfermar de los nervios en centros comerciales, comer hasta poner a prueba el límite la piel de mi tripa, ugly sweaters, árbol con espumillón y luces del chino fácilmente inflamables... y hacer repaso al año que se va en el blog. Se siente. Huid ahora que estáis a tiempo.
Hay libros que se olvidan rápido. Libros que nos hacen disfrutar, pero no dejan poso. Libros horribles también, claro, aunque yo suelo abandonarlos sin remordimientos. Libros mediocres, que no te horrorizan, pero no sabes muy bien por qué les has dedicado tiempo. Y luego están los otros. Los que te cambian. Los que sabes que nunca vas a olvidar. Los que releerás en el futuro. Los que te han hecho reír, llorar, emocionarte. Los que te han enseñado algo. Los que recomendarás a todo el mundo hasta que se cansen de oírlo.
Me pilla esta entrada de fin de mes con un pie en el portátil y otro en un avión para irme (¡al fin!) de vacaciones unos días, pero me parecía un poco fuerte faltar a esta tradición de la recopilación de lecturas mensuales para recomendar ya el segundo mes (os recuerdo que en octubre empecé a contaros mes a mes lo que leía).
Algunas de las entradas más populares de este blog son las de recomendaciones de novelas. Con el gusto raro que tengo yo para leer, nunca pensé que hubiera tanta gente fiándose de mis recomendaciones, la verdad, pero ahí estáis, mes tras mes, demostrándome que tenemos gustos parecidos. Así que hoy traigo por aquí una entrada que llevaba muuuucho tiempo queriendo escribir.
Se oye por ahí a mucha gente decir «yo no leo romántica». E incluso de quien lee romántica, se escucha bastante «yo no leo autopublicadas». Y también de vez en cuando «solo leo a las americanas». Por eso tenía tantas ganas de hacer una lista de mis novelas favoritas, románticas, de autoras españolas y muchas de ellas autopublicadas. Para que nadie dude de que, si se quiere, se puede leer mucha romántica buena escrita aquí.
Como ya os habréis dado cuenta, soy un pequeño caos en esto de las recomendaciones de novelas. Son las entradas de mi blog que más os gustan, las que siempre me pedís, así que me he propuesto mejorarlas un poco y no verme como el mes pasado, con un listado gigante de libros de todo el verano que tuve que acabar dividiendo en dos partes (esta y esta).
Esta entrada no tocaba hoy. Tenía pensado desde hace semanas retomar un poco los consejos para autores noveles que escribía en el blog hace un tiempo. Llegarán, lo prometo, ya tengo varias entradas en mente, pero... hoy quiero necesito hablaros de uno de los momentos más difíciles a los que se enfrenta un autor al acabar un manuscrito: decidir qué hacer con la corrección.
Ha llegado el día. Hoy, En una casa blanca a la orilla del mar está ya a la venta en digital, después de unas semanas solo en papel en que ya muchas lo habéis leído y me habéis dicho unas cosas preciosas sobre ellos. Así que hoy me parece el día perfecto para desvelaros unos cuantos secretos sobre esta novela que llegó de forma inesperada y que ya se ha llevado un trozo de mí 💙.
Hacía mucho tiempo que no me sentaba delante del portátil a contaros las últimas novelas que me han gustado. Casi cuatro meses, en los que he leído menos de lo que me gustaría, pero que... al final ha sido bastante. Tanto que he tenido que dividir esta entrada en dos para que nadie se me quede dormido delante delante de la pantalla. Han sido meses de mucho trabajo, de leer mucho por trabajo, para corregir a otras autoras y también para hacerlo con la historia de Mario y Candela. Pero bueno... he leído, no se puede decir lo contrario. Y siguiendo la tendencia que me prometí a principios de año, he seleccionado mucho y, por eso, casi todo me ha gustado. Por aquí os lo cuento 👇
Esta entrada debería ser para presentaros a Mario y a Candela. Para contaros un poco de la intrahistoria de la novela, a falta de veintiséis días para que vea la luz. Para hablaros de lo cuquis que son, lo que disfruté conociéndolos y lo que me impulsó a escribir una historia que no entraba para nada en mis planes de trabajo de este año.
Pero no.
Esa entrada llegará, lo prometo. La semana que viene o, como muy tarde, la siguiente. Pero hoy tengo que hablaros de la portada de esta novela. Mejor dicho, de la p*** portada de esta novela y su maldición. ¿Creéis que he enloquecido? Es probable. Pero, si lo he hecho, es todo culpa de ella. De la portada maldita.
Esta es la portada de En una casa blanca a la orilla del mar. Bonita, ¿verdad? Modestia aparte, a mí también me lo parece. En esta ocasión, la he hecho yo enterita, desde la búsqueda de la imagen de fondo, la del sobre (por aquello de que es una novela epistolar), la selección de tipografías, etcétera.
Fue fácil. Fue jodidamente fácil hacerla, al contrario que la mayoría de mis portadas. Y eso ya debería haber sido un augurio de que lo difícil estaba por venir.
La foto de fondo es exactamente lo que quería que fuera. Una casa blanca (obvio), con el mar de fondo y una gama de colores blancos y azules. Bien. Fácil. Me gustaban unas cuantas tipografías, hice pruebas, las pasé a mis amigas escritoras, les gustó y llegó ese maravilloso momento que tanto se me ha atascado otras veces. El de decir «¡¡tenemos portada!!» (porque nosotras somos muy de hacer todo en grupo y vivirlo en común).
¿Qué podía salir mal? Faltaban unos cuatro meses para la publicación de la novela y yo ya tenía en mis manos la copia de prueba, ese ejemplar que se pide a Amazon para comprobar que todo está en su sitio y bien. Lo leí. Cacé al vuelo un par de erratas que se me habían pasado por alto en las diferentes fases de corrección. Moví de sitio unas cuantas comas porque tengo como vicio con eso. ¿En serio iba a ser todo tan fácil? Todo apuntaba a que sí.
Y llegó la Feria del Libro de Madrid. Allá que me fui con el ejemplar de prueba bajo el brazo porque iba a compartir unos días en vivo y en directo con las escritoras con las que comparto mi día a día durante todo el año con una pantalla y muchos kilómetros de por medio. Por una vez en la vida, podríamos toquetear en persona un ejemplar de prueba, en lugar de enviarnos cincuenta mil fotos por WhatsApp.
Llegó el gran momento. Fue el sábado después de la firma en el Retiro. Estábamos tiradas en un apartamento de Malasaña ocho escritoras y una amiga de una de ellas que no tiene nada que ver con este mundillo. Y nos fuimos pasando el ejemplar de mano en mano. «¡Qué bonito!». «¡Te ha quedado chulísima!». «¡Me encanta!».
Yo, henchida como un pavo de orgullo por MI preciosa portada sin fallos. Y entonces oigo la voz (vocecita, porque debía de estar flipando la pobre) de la amiga de mi amiga escritora: «Pero mira... esto de aquí... ¿es así?». Señalaba hacia el título, pero yo pensaba que se refería a esa banda horrorosa que le pone Amazon a la copia de prueba que dice «prohibida la reventa». Y como soy así de didáctica, se lo expliqué: «No, mira, esto es una cinta gris que pone Amazon para...». Se lo expliqué, COMO SI YO FUERA LA LISTA DE ESA HISTORIA. Y ella añadió: «No, no. Me refiero a que si se titula 'En UN casa blanca a la orilla del mar'».
Silencio. Mucho silencio. Risitas nerviosas de fondo. Podría mantener en el anónimato a las otras siete escritoras que estaban allí sentadas conmigo, pero NO. Aquí la vergüenza se comparte. La vergüenza de estar tan ciegas como yo, quiero decir. Eran Neïra, Alice Kellen, Saray García, Susanna Herrero, Alejandra Beneyto, Audrey Ferrer y Cherry Chic. Alejandra, Audrey y Cherry tienen un pase porque era la primera vez que veían la portada, pero Neïra, Alice, Saray y Susanna... ¡¡la habían visto doscientas veces!! Una de ellas, no voy a decir el nombre (ejem... Neïra), cogió su móvil al grito de «pero es que esta no puede ser la portada que nos enviaste todas las veces». Lo era. En todas y cada una de las versiones de prueba de tipografías, de cambios de tamaño, de imágenes diferentes, incluso. En TODAS, ponía «En UN casa blanca a la orilla del mar».
El ataque de risa fue antológico. De los que duran mucho rato y hacen saltar las lágrimas. Yo tuve que agarrarme a una pared porque me caía al suelo, de verdad. Y ahí quedó la anécdota, para la microhistoria de esta novela. De hecho, pensaba incluirla en esa entrada que siempre hago después de publicar con curiosidades sobre la novela.
¿Ahí quedó la anécdota? NOOOOO. Porque cuando una es imbécil, siempre tiene que hacer todo lo posible por demostrarlo. Este martes llegó el gran día de compartir con el mundo la portada de la historia de Mario y Candela. Decidí hacerlo después de comer, porque suele ser la hora a la que mejor responden mis seguidores en redes (sí, en esas cosas SÍ me fijo, no como en las letras que faltan en mis portadas, al parecer). Siempre me pone muy nerviosa el momento de compartir portada porque es como el instante en que la novela se hace real, en que no hay vuelta atrás. Subí la foto, añadí un texto que me salió del alma y... ¡publicar!
Con todos ustedes... LA PORTADA MALDITA
Cerré los ojos un segundo, pensando «pues ya está, ya son reales». Suspiré. Estaba a medio camino entre nerviosa y tranquila. Y entonces... mi móvil. Notificaciones de WhatsApp, de todas las redes... Por un momento me dije «joder, pues sí que le está gustando a la gente, que no paran de comentar». Hasta que previsualicé el primer whatsapp que se veía en la pantalla. Era de Cherry. Decía algo así como «¡¡pero tía!! que has subido la portada que no es». PÁNICO. Entro en Facebook. Dos mensajes de seguidoras: «¿oye, lo de 'En UN casa blanca' es una errata o tiene algún significado?». Otros dos en Twitter. SEIS en Instagram. EN-TRES-P****-MINUTOS.
Mejor no os cuento el ataque de pavor. Solo os digo que soy la persona más perfeccionista del mundo y que compruebo las cosas 2319313 veces antes de hacerlas. Menos con la portada maldita. ¿Por qué no había borrado la portada chunga después de corregirla? Solo Dios lo sabe. Quizá me gustó guardarla como recordatorio de que a veces las neuronas no me hacen sinapsis. Solo sé que el archivo se llamaba «portada-ebook» y que al otro, al bueno, le puse «portada-ebook-version2-corregida». Mi cerebro, al parecer, leyó «portada ebook» y eso le pareció suficiente. Puto cerebro.
Y esta es la historia de la portada de Mario y Candela. Necesitaba contársela al mundo para reírme un poco de mí misma, otro poco de esas compañeras escritoras que TAMPOCO vieron la errata en su día y un mucho para tranquilizarme después de haber tenido que borrar en cuestión de segundos todas las publicaciones que había hecho con la que ya podemos denominar «la portada chunga».
Esto es lo que estuvo A PUNTITO de ocurrir
Por cierto, al entrar en estado de paranoia después de percatarme de la errata, me fui corriendo a KDP, que es la página a través de la cual los autores gestionamos la autopublicación en Amazon y... ¿a que no adivináis qué portada había dejado lista para publicar el día 4, cuando Mario y Candela salgan a la luz? Efectivamente, LA CHUNGA. Por suerte, ya está corregida, así que casi casi tengo que dar gracias a la cagada del martes en redes por haber levantado la liebre. Si me queréis y queréis que se me pase el disgusto / susto de todo esto, dadle amorcito a la portada (A LA BUENA) en las redes. Necesito sobredosis de cariño después de todos los disgustos que me da esta portada. Por aquí os dejo los enlaces a la publicación en Facebook, Twitter e Instagram.
PD: Esta entrada, la portada y TODO lo que tenga que ver con ella va dedicado a Vanessa, la amiga de Susanna Herrero que se dio cuenta por primera vez de la errata y que es la auténtica heroína que impidió que publicara una novela con una pedazo de errata en plena portada. Y por las risas de Madrid, que creo que no se nos olvidan a ninguna.
Hay una pregunta que me han hecho muchas veces, en mi vida diaria y en algunas entrevistas que he dado desde que empecé a escribir: ¿qué es lo mejor que te ha traído dedicarte a esto? Siempre respondo que la gente con la que me he cruzado por el camino, porque es una verdad como un templo... pero hay algo más. Hay algo que he tardado tiempo en comprender, algo que puede que sea, junto a esa gente con la que comparto la aventura, la mayor bendición y la mayor suerte de ganarme la vida escribiendo novelas: poder hacer y decir lo que me sale del coño de las narices.
Hace siglos que tenía pensada esta entrada. Ni os imagináis las ganas que tenía de hacer una recopilación de mis novelas epistolares favoritas. No sé qué tienen las novelas epistolares, esas narraciones en formas de cartas (y en tiempos más modernos, de emails, mensajes, etc) que tanto nos gustan. Al menos a mí. Me encanta esa forma de acercarnos a los personajes tan directa, tan diferente a lo que es la narración habitual de otros géneros de la novela.
Hace ya tiempo os prometí que de vez en cuando haría una recopilación con las últimas novelas que había leído. De forma espontánea, sin un calendario fijo, simplemente cuando tuviera tantas recomendaciones acumuladas que ya mis amigas no me pudieran soportar más y tuviera que compartirlas con el mundo. Ya os hablé de las novelas que había leído en los primeros dos meses del año, más o menos, y ahora toca actualizar la lista (aunque, si queréis seguir mis lecturas más al día, ya sabéis que voy reseñando al ritmo que leo en GoodReads).
Hoy hace nueve días que Mi mundo en tus ojos vio la luz. Nueve días llenos de nervios, de emoción, de una experiencia muy diferente en algunos sentidos a lo que supone autopublicar, pero muy parecida en lo fundamental: vivir el sueño de ver un manuscrito que costó sangre, sudor y lágrimas convertido en libro, compartirlo con lectoras y compañeras y, como siempre, dar las gracias. Mil veces. Y una forma de dároslas hoy es contaros un poquito más sobre el proceso de creación de la historia de Summer y Logan, esas anécdotas y curiosidades que solo conocía yo y que, desde hoy, son también un poco vuestras. Esta vez lo he hecho SIN SPOILERS, para que todos podáis leerlo y no me odiéis 😉 (sí hablo de algunos momentos de la trama, pero no desvelo nada que os pueda estropear la lectura, pero... aviso, por si acaso). De todos modos, si no queréis saber absolutamente nada de la novela... mejor no sigáis leyendo:
Si hay algo que realmente me encanta de este blog, de seguir manteniéndolo a pesar de que me ha dado mucho trabajo y algunos disgustos en sus tres años de vida, es la respuesta que siempre dais a mis entradas de recomendaciones. Siempre están entre las más visitadas y me encanta cuando me escribís en los comentarios o en las redes sociales que os he descubierto este o aquel libro, que lo habéis disfrutado tanto como yo. Así que he decidido recopilar unas cuantas novelas que he disfrutado muchísimo en lo que va de año para recomendároslas (encarecidamente) a todas.
Antes de nada, aclaro que he mentido un poco en el título: estoy de huelga a medias, porque en mi ciudad hoy es festivo (por ser el Día de la Mujer, precisamente), así que ya no iba a trabajar. Pero yo me siento en huelga de todos modos, y me he pensado mucho incluso si estar activa en redes sociales. Al final he decidido que sí, pero solo para dar la matraca con la huelga y el Día de la Mujer.
Levantarme por la mañana, siempre renqueante (el odio al despertador no se supera ni con toda la vocación del mundo).
Aún con las legañas, decidir si es día de trabajar en el despacho (esos son los días en que me pongo seria, cumplo los plannings y sigo la dieta) o día de trabajar tirada en el sofá (generalmente rodeada de chocolate y tabaco).