Corregir una novela: a quién contratar (y, sobre todo, a quién NO contratar JAMÁS)
Escrito por Abril Camino - 01 octubre
La escritura de una novela es un camino complicado. La publicación es todavía más dura. Siempre he dicho que lo más difícil de esta profesión (o afición, para quien aún tenga la suerte de que solo sea eso) es la toma de decisiones. Todo lo que me ha ido bien en mi carrera ha sido fruto de haber tomado una buena decisión; y todo lo que me ha ido mal ha dependido de una mala decisión (o varias). Por eso en este artículo quiero necesito hablaros de una de las decisiones más difíciles a las que se enfrenta un autor al acabar un manuscrito: decidir qué hacer con la corrección.
¿Contrato a alguien o lo hago yo mismo? Y si me decido por contratarlo, ¿a quién, si no conozco a nadie? Y si pido varios presupuestos, ¿cómo sé quién es realmente profesional y quién no? ¿Me decido simplemente por el presupuesto más barato? ¿Por qué hay tantas diferencias de precios? Voy a intentar responderos a esto desde mi experiencia y mi visión profesional.
Yo siempre soy partidaria de que se contrate una corrección. Me parece la mejor manera de lanzar al mercado un producto de calidad, aunque hay muchos factores que influirán en esa decisión. El presupuesto del que dispongamos, las propias capacidades de cada uno, la cantidad de lectores cero con los que contemos para ayudarnos de forma altruista... Sigo convencida de que la mejor opción es contratar a un profesional, pero no es esto lo que quiero explicar hoy. Esta entrada, en realidad, va dirigida a quien ya tenga claro que va a contratar una corrección y no tiene ni idea de a quién.
«Mira qué lista esta. Que ella misma trabaja como correctora y se va a autorrecomendar», pensarán algunos. Pues no, mira. No es una entrada de promoción. Es una entrada de ayuda para quien acabe de empezar en esto y esté tan perdido como lo estaba yo en 2015. Porque en el tema de la corrección yo lo tenía fácil (y aun así, por suerte, la contraté de forma externa), pero en otros ámbitos tampoco tenía ni idea de a quién recurrir y me equivoqué mucho. Por todo lo alto.
¿Cuál es el problema? Pues... el intrusismo, claro. Ya hemos asumido desde hace unos años que todo el mundo se siente capaz de escribir una novela. Bien. No es el tema hoy. Y hay algo indudable: aunque sigo convencida de que el 99% de lo que hace que alguien sea un escritor decente es echarle muchas horas de trabajo y formación, es indudable que un 1% es talento. Y eso es innato. No hay un título que pueda demostrarlo.
Pero la corrección no. Corregir una novela es una tarea ardua y exhaustiva que tiene poco que ver con distinguir bes y uves o con saber colocar las comas. Una corrección para un autor autopublicado, además, tiene mucho de trabajo de editor, de acompañar al autor en cada paso del proceso, desde la lectura profesional de su manuscrito (muchos de los que me llegan a mí, por ejemplo, nunca los ha leído nadie más que su autor) al análisis del arco evolutivo de los personajes, pasando por la valoración comercial, las explicaciones sobre técnica narrativa, la maquetación final para publicar o la corrección ortotipográfica (ahí sí importa lo de las comas). Y esto por mencionar solo algunas de las fases del trabajo.
No se corrige por instinto. Ni siquiera por experiencia como autora. Ni siquiera solo con algunos estudios relacionados con la materia. Os lo digo por experiencia propia: yo estudié Filología Hispánica y, si el día que me dieron el título me hubieran contratado una corrección literaria..., habría hecho una masacre.
Para considerarme una persona capacitada para hacer una corrección literaria (y sobre todo, para COBRAR por ello), yo he hecho lo siguiente: estudiar esa licenciatura en Filología Hispánica y otra posterior en Filología Inglesa, cursar un máster en Edición compuesto por dos posgrados (uno en Procesos editoriales y otro en Edición literaria online y offline), trabajar más de quince años combinando la docencia de Lengua y literatura española con el trabajo como correctora y beta-tester para diferentes publicaciones periodísticas y académicas... y mejor no os cuento la cantidad de horas de cursos de formación.
Cuando me decidí a escribir mi primera novela, me di cuenta de que estaba muy cerca de ser capaz de corregir yo misma un manuscrito propio (por supuesto, después de que pasara por el ojo de unas cuantas lectoras cero que también se dedican a esta profesión). También me dedicaba a corregir de forma amateur para otras autoras a las que conocía y me gustó la idea de poder dedicarme a ello de forma profesional. ¿Me pareció suficiente lo que ya sabía? Pues no, porque no había hecho más correcciones literarias que las de mi propio manuscrito. Así que me matriculé en un curso de corrección profesional en la que es posiblemente la mejor escuela de edición de España. También hice un curso de informes de lectura, para poder decirle a la gente cuando leo sus novelas algo más que «Ah, pues está muy bien» o «Me ha emocionado mucho».
¿Que a qué viene todo este autobombo? Pues... a demostrar que convertirse en corrector no es coser y cantar. Implica una formación que no se puede conseguir en unos días, ni siquiera en unos meses... Son años los que nos hemos pasado formándonos quienes nos dedicamos a esto de forma profesional. Pero últimamente, cada pocos días, me encuentro en redes sociales con autores que se ofrecen para corregir o asesorar a autores noveles. Y no os miento... me hierve la sangre.
Y no me hierve por mí. Ya lo he dicho antes, esta no es una entrada de promoción. Me hierve porque... ¿sabéis cuántos de los manuscritos que corrijo han pasado antes por otro corrector? ¿Sabéis cuántos autores me escriben tristes y decepcionados porque ya contrataron (y pagaron, obviamente) otra corrección antes y el resultado fue nefasto? La mitad. Literalmente. La mitad, uno arriba o uno abajo, de los manuscritos que he recibido habían pasado antes por otras manos. Eso sí: donde yo les podía cobrar 600 euros, al otro le habían pagado 90. Sí, lo sé, mucha gente no se puede permitir pagar 600 euros, pero creedme... quien os cobre 90 euros por la corrección de una novela no es un corrector profesional ni se va a dejar horas y horas en perfeccionar vuestro manuscrito. Es tirar 90 euros. Para eso... mi consejo es que mejor saquéis la novela al mercado tal cual la tengáis, redoblando un poco vuestro propio esfuerzo, pero sin pagar a quien no os va a aportar nada.
La corrección es un servicio caro. Es una de las primeras advertencias que hago a quienes se ponen en contacto conmigo. Y si se quiere hacer bien... también lento. Hace poco, una autora me pedía presupuesto para corregir un manuscrito de 90.000 palabras que quería publicar a la semana siguiente en Amazon. Le dije que no era una opción, claro, pero ¿cuánto creéis que tardaría en encontrar a quien le dijera que sí? En un par de días, echándole unas cuantas horas, se puede leer un manuscrito, cambiar unas cuantas faltas de ortografía y decirle a la autora que muy bien, que es muy bonito, chimpún.
Hacer una corrección es algo diferente; cada corrector tiene su método. Yo, por ejemplo, leo tres veces cada manuscrito (una para el editing; otra para la corrección de estilo y la ortotipográfica; y una final de revisión, ya maquetado, equivalente a la de galeradas de una editorial). Conozco a correctores que leen hasta siete veces el borrador. ¿De verdad alguien cree que un trabajo así se puede hacer en dos días por 50 o 100 euros? No es ni siquiera una opción.
Estoy harta de ver a autores que empiezan estafados. Sí, sí, estafados, esa es la palabra. Escribir tu primera novela debería ser una de las experiencias más bonitas de la vida. Y lanzarte a publicarla, un proceso emocionante en el que es genial contar con alguien que te acompañe y te guíe. Yo siempre he dicho que sin Érika Gael, que fue el hada madrina de mi primera novela, ni siquiera habría publicado.
Por eso me cabrea tanto TANTÍSIMO que surjan pseudoprofesionales que se atreven a llamarse correctores, asesores literarios o hasta editores. Que se han enterado de que en Amazon se mueve pasta (ya no tanta como hace unos años, pero bueno...) y se ofrecen a hacer correcciones, maquetaciones, portadas... ¡Lo que sea! ¡Lo estamos dando, lo estamos regalando! Bueno, no... no lo están regalando. Lo están cobrando. Y están jodiéndole la primera novela a autores que estarán ilusionados y quizá un poco cegados por la falta de experiencia, el relumbrón en redes de algunos personajes y un presupuesto menor que el de los profesionales de verdad.
Un consejo-resumen para acabar: huid de esos personajes. Fijaos bien en los pequeños detalles, como que esas publicaciones en redes en las que ofrecen correcciones están llenas de erratas (el colmo de la paradoja, ¿no?). Pedid el currículum y las novelas en las que hayan trabajado a quien vaya a meter mano en algo tan sagrado como vuestro manuscrito. Si son también autores, echad un vistazo a la preview en Amazon de sus propias novelas, a ver cuál es el estado de su corrección. O contratad a profesionales de prestigio reconocido.
Los verdaderos profesionales no son competencia. Los he recomendado mil veces y mil más lo seguiré haciendo. Siempre que yo no tengo disponibilidad o no me siento capacitada para corregir algo, por la razón que sea, tengo un par (por desgracia, no más) de nombres de compañeros a los que siempre acudo. La competencia es quien se mete en esto creyendo que sabe lo que hace. O peor, siendo conscientes de que no tienen ni idea, pero visualizando las carteras dispuestas a pagar de autores noveles que aún no se han enterado de cómo se las gastan.