Hace unas semanas, os presentaba (por petición popular) algunos de los escenarios en los que transcurre la Saga Destino o, mejor dicho, su primera parte, Viajando hacia mi destino. Ha sido una de las entradas más vistas de los últimos meses, así que... hoy llega la segunda parte. Hoy os voy a hablar de los tres destinos que me quedaron pendientes de ese viaje en tren que es el germen de la historia de amor de Diego y Lucía: de Viena, de Bratislava y de Budapest. Antes de ir con ellas, os digo lo mismo que la otra vez: si aún no habéis leído Viajando hacia mi destino, esta entrada está llenita de spoilers (solo de la primera parte, de Decidiendo mi destino, ni uno). Vamos allá.
Hacía mucho que no me pasaba por aquí para hablar de cuestiones puramente literarias... y ya me iba apeteciendo. En las últimas semanas, he estado un poco desquiciada planteándome mi próximo proyecto, después de acabar una novela en la que me he dejado muchas emociones (os hablé de ella en esta entrada) y de la que espero daros más noticias en algún momento. La verdad es que siempre tengo varios proyectos en mente, pero esta vez me costó decidirme por uno en concreto. En realidad, tengo tres empezados, aunque al fin me he dado el empujón para dedicarle más tiempo a uno que a los otros dos. El caso es que, reflexionando un día sobre por qué me parecían proyectos tan diferentes entre sí y que me iban a suponer un trabajo y una implicación tan distinta... me di cuenta del quid de la cuestión: el narrador. Me explico:
Confesión: soy una friki de las fechas. Da igual que sea la menos crédula del mundo, la que más odia las supersticiones y que huya de las tradiciones como de la peste. Mi cerebro tiene la horrorosa capacidad de retener todo tipo de fechas, y mi punto friki sale a relucir cuando las celebro a mi (siempre extraña) manera. Y de todas las fechas favoritas que hay en mi vida, pocas son tan importantes y emocionantes para mí como el ocho de marzo.
Hay algo sobre el ocho de marzo que todo el mundo sabe: que es el Día Internacional de la Mujer. Quizá ese era el único día en que yo, que creo que ya era feminista antes siquiera de saber lo que significaba eso, podía darle el vuelco a mi vida que ahora sé que siempre estuve esperando. Ayer hizo dos años que decidí dedicarme a esto. El año pasado, cuando celebraba mi primer cumpleaños como escritora, ya conté cómo ocurrió.
Hace unos días os comentaba en este blog que estaba deseando contaros la historia detrás de la historia de la Saga Destino. Supongo que, si habéis leído o sabéis de qué va Viajando hacia mi destino, ya os habréis enterado de que el viaje que lleva a Diego y a Lucía de aventura en aventura está basado en un viaje real que hice yo (he sido muy pesada y lo he contado ya mil veces).
En los últimos días, varias lectoras me han enviado mensajes preguntándome por los escenarios reales que se esconden en esa historia. Ese restaurante en el que compartieron su primer beso, esa plaza en la que se cogieron de la mano, ese hotel en el que... bueno, eso que se hace en los hoteles cuando viajas en buena compañía. Así que me he decidido a contarlo. A escribir esta entrada a medio camino entre la guía de viaje y las bambalinas de la escritura de una novela.