La planificación de una novela
Escrito por Abril Camino - 26 octubre
¡Hola a todos!
Aquí estamos, un lunes más, tratando de sacar adelante nuestra novela. Y, hoy, os traigo el último paso necesario –¡imprescindible!– antes de ponernos a teclear y teclear y teclear. Hace un par de lunes, os hablaba de los 10 errores que debemos evitar cuando escribimos una novela romántica. Uno de ellos, efectivamente, es no planificar –o planificar mal– nuestra novela.
Antes de contar algo, debemos tener muy claro qué es lo que queremos contar. Esto parece una perogrullada de las mías, pero no lo es. Por supuesto, un escritor experto puede jugársela a improvisar en la planificación, obviarla hasta cierto punto o, por supuesto, experimentar. Como autores noveles, en cambio, vamos a portarnos bien y ser más ortodoxos. Incluso así, veréis cómo al escribir la novela, en ocasiones, la trama irá por su lado, nos ignorará por completo y dejará a los personajes tomar sus propias decisiones. Por cierto, esa parte, si no se nos va de las manos, será lo mejor que nos pase mientras escribimos: ver a nuestra obra tomar vida propia. Pero olvidémonos de esto durante un rato y centrémonos en planificar. Vamos a dividir la planificación en dos conceptos cruciales: planificación del estilo y planificación de la trama. Coged un cuaderno, que empezamos.
Este será nuestro mejor amigo durante la fase de planificación |
Planificación del estilo
En esta fase, debemos tomar decisiones. ¿Recordáis que hace unos posts hablábamos de la toma de decisiones? Pues, llegados a este punto, yo escribiría muy clarito todo lo que hemos decidido. Narrador en primera o tercera persona. Estilo cómico, reflexivo, erótico... Ritmo rápido o lento. Escribid las decisiones que toméis en letras bien gordas porque esto no podemos saltárnoslo. Obviamente, podemos experimentar con técnicas mixtas (por poner un ejemplo muy simple, dos narradores diferentes, con un tono diferente cada uno).
Como os digo siempre, para tener esto claro, lo ideal es formarse. Veo muy muy muy complicado –por no decir imposible– aclararse en todos estos puntos si no se tiene una formación mínimamente sólida en conceptos literarios y técnicas narrativas. Una vez que tengamos claro lo que queremos, un gran paso está dado.
Cuanto más os rompáis la cabeza antes de empezar, menos os la romperéis después. |
Para terminar con el estilo, mi último consejo es que, durante la planificación en escenas (que veremos en el siguiente apartado), incluyamos la(s) tipología(s) textual(es) de cada una. ¿Que qué es la tipología textual? Formación, formación y formación. ¡Qué pesada soy, eh! Para compensar que me soportéis cuando me pongo ultra académica, os lo chivo: descripción, narración y diálogo. Cada escena os pedirá algo diferente. Si un personaje se queda alucinado al ver la casa de otro, habrá que describirla. Si hay una acción trepidante, habrá que narrarla. Si los personajes están teniendo la conversación de su vida, habrá que reproducirla en un diálogo. Ni reproducir sus palabras a través de párrafos insoportables llenos de verbos de habla, ni usar las conversaciones de los personajes para describir cosas ni inventos del estilo. Son horrorosos y cantan muchísimo.
Todo esto que os acabo de contar daría para cien mil millones de posts. Es la base de la escritura creativa. Por lo tanto, ¿adivináis?... Formaos en esta materia. De ello, en gran medida, dependerá la calidad de vuestro trabajo.
Planificación de la trama
¿Seguís con el cuaderno a mano? ¿No? Pues id a por él. Porque aquí vamos a empezar a apuntar cosas como auténticos locos. Hay tres documentos que yo considero imprescindibles a la hora de escribir: la línea de tiempo, las fichas de personajes y la planificación de capítulos y escenas. Vamos a verlos uno por uno:
Línea de tiempo
Si habéis leído mi primera novela, Pecado, penitencia y expiación, sabréis que cubre un espectro temporal de, aproximadamente, cuarenta años. Si no la habéis leído, os recuerdo (guiño-guiño) que, durante todo el mes de octubre (autobombo-autobombo), la tenéis a 0,99€ en Amazon (guiño-guiño, otra vez). Por si no ha quedado lo suficientemente claro: Comprar Pecado, penitencia y expiación.
¿Habéis vuelto ya de la página de Amazon? Bien, pues a lo que iba. Os puedo asegurar que la historia de Pecado, penitencia y expiación estaba en mi cabeza de forma cristalina. Todo. La trama, la edad a la que a los personajes les pasaba tal o cual cosa... Todo. Vale, pues incluso así, sin mi línea de tiempo no habría podido acabar la novela. Os pongo un ejemplo, ajeno a mi novela, que estaréis deseando leerla y no quiero haceros spoiler (guiño-guiño): los protagonistas de nuestra novela romántica se enamoran como locos en cuanto se conocen, pasan juntos dos años, se separan por x circunstancia y, gracias a la magia del amor, vuelven a reunirse cuatro años después. En nuestra cabeza está súper claro que hace cuatro años. Hasta ahí, bien. Pero, después, ocurren una serie de avatares en la trama: a los seis meses, ella vuelve a desconfiar de él; tienen una crisis que tratan de superar durante ocho meses, hasta que finalmente se separan; pasan dos años sin saber el uno del otro y, de nuevo gracias a la magia del amor, se reencuentran. ¿Cuánto coño hace que se conocieron? No, no es una adivinanza. Pero es que en el diálogo final, en el que hablan de lo locamente enamorados que estaban cuando se conocieron, ella le dice «llevo diez años enamorada de ti». ¿O eran nueve? ¿Once? ¿Ocho? Si hemos elaborado un buen timeline, sabremos exactamente a donde acudir cuando nos surjan dudas.
La línea de tiempo de Pecado, penitencia y expiación era muy rudimentaria y no sería un gran ejemplo para enseñaros. Y la de la serie de los Hermanos Sullivan me resulta imposible enseñárosla sin que os enteréis de cosas que no quiero que sean desveladas todavía, así que os pongo un ejemplo ficticio a continuación (como podéis ver, el argumento es lo más simplón del mundo; me lo acabo de inventar sobre la marcha para poner un ejemplo de timeline):
Fichas de personajes
Tenemos que documentar todos y cada uno de los aspectos que conozcamos de nuestros personajes. Los físicos (recordad lo que os decía en el post de errores que no debemos cometer sobre los cambios de color de ojos de los personajes) y los de personalidad. Sí, podemos tener muy claro cómo se comportará la protagonista en cualquier circunstancia, pero... ¿y ese personaje secundario que solo aparece un ratito? Tenerlo construido en la cabeza es genial, pero plasmarlo sobre el papel, además de genial, es útil. Incluid en las fichas de personajes todas las características posibles.
Aquí, en una clara autoviolación de mi intimidad de escritora, os dejo un ejemplo de ficha de personaje de Pecado, penitencia y expiación (¡OJO! Si no la habéis leído, os jugáis un spoiler):
Fragmento de la ficha de personaje de Gonzalo, el protagonista de mi primera novela romántica, Pecado, penitencia y expiación |
Planificación de capítulos y escenas
Aunque, como os decía antes, el proceso de escritura os va a llevar a maravillosas fases en las que los personajes den un golpe de estado y empiecen a tomar sus propias decisiones, la idea es que tengamos muy claro desde el mismo momento en que empezamos a escribir qué es lo que queremos contar en cada parte. ¿Por qué? Hay mil motivos. El primero es porque sí. Si este motivo no os vale, os voy a decir por qué lo sigo haciendo yo. Porque, cuando escribimos, nos abstraemos demasiado. Y somos unos golosos que nos enamoramos demasiado de una parte de la trama. Yo podría haberme quedado meses hablando de cierta parte de la vida de Carmen en París, en Pecado, penitencia y expiación, por ejemplo. Y puede no apetecernos nada narrar cosas que duelen, molestan y son feas. Porque, ¡hey!, si no hay cosas que duelen, molestan y son feas no es una novela. Lo (solo) bonito es un coñazo.
Una vez más, comparto con vosotros un trocito de mi planificación de escenas:
Fragmento de la planificación por escenas de Pecado, penitencia y expiación |
Por último, un consejo. Os he hablado durante este post de que tuvierais a mano un cuaderno. Cuando digo cuaderno, también vale alguna aplicación o archivo informático. Yo hice toda la planificación de Pecado, penitencia y expiación en un archivo de Excel, obsesivamente organizado por colores, con una pestaña para la planificación de escenas, otra para la línea de tiempo y otra para las fichas de personajes. Incluso con celdas programadas para que en la línea de tiempo apareciera de forma automática la edad que tenía el personaje en cuestión en ese momento. Mi psiquiatra se lo pasa muy bien con mi trastorno obsesivo-compulsivo. Su blog debe de molar un montón, tengo que acordarme de pedirle la dirección. En fin... Con mi siguiente novela (una cosa que tengo por ahí escondida de la que algún día tendréis noticia), ocurrió algo parecido. Con los hermanos Sullivan, con eso de que empezó como un relato medio experimental, apunté cuatro chorradas en un cuaderno, a mano. De ahí empezaron a surgir flechas y post-its y subrayados y anotaciones en los márgenes y frases que se me ocurren de repente... Y vamos en 40 páginas escritas a mano en una mezcla de planificación y caos que a mi yo hiperorganizado le va a provocar un ictus. Lo dicho... la mejor técnica es la de cada cual, pero (mi yo hiperorganizado al habla) cuanto más estructuradito, mejor.
¿Os animáis a empezar a escribir? Pues ya tenéis mi permiso. ¡A teclear! El lunes, más consejos.
PD: Por si os veis un poco perdidos con los diferentes capítulos de esta serie sobre Consejos para escribir una novela, podéis encontrar todos los posts aquí.
PD2: Cuando me pongo coñazo os repito miles de veces que os forméis, lo hago con conocimiento de causa. Todo esto que os cuento es fruto de mi experiencia personal como autora novel, pero la base teórica la aprendí en un taller de escritura que, como he dicho ya varias veces, cambió mi vida y me convirtió en esto que soy ahora. Si estáis interesados, os dejo el enlace a la página de ESCRibir – Formación Literaria. Seguro que no os arrepentiréis si me hacéis caso.
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