«Tiene que ser aquí»: mi recomendación de julio 2020

Escrito por Abril Camino - 31 julio

«Tiene que ser aquí»: mi recomendación de julio 2020

Se acaba julio y, como estoy medio loca, a mí ya me vienen las angustias de que el verano se me está pasando volando y pronto volveré a estar armada de chubasquero y katiuskas. Pero no vamos a pensar demasiado en ello, centrémonos en los libros. Este mes de julio he leído diez libros, de los cuales pocos me enamoraron, la verdad. Destacaría The Time of My Life, un ensayo sobre el cine de los ochenta muy ameno e interesante y La estrella de plata, de Jeanette Walls, que es una autora que me gusta mucho y esta novela en concreto se lee rápido y se disfruta mucho. Pero, por encima de todo, julio de 2020 será siempre el mes en el que leí Tiene que ser aquí.

Ya había leído a Maggie O'Farrell antes, con Instrucciones para una ola de calor, que me gustó bastante, aunque no me enamoró tan rotundamente como esta segunda novela suya que he leído. Tiene que ser aquí me venía muy recomendada y no puedo más que agradecer forever and ever a quienes casi me obligaron a leerla porque es una puñetera maravilla.

La novela cuenta una historia. Una historia interesante por momentos, un poco surrealista en otros, cotidiana a ratos, extravagante a veces. Un matrimonio de mediana edad con un bagaje del pasado bastante intenso cuyas consecuencias empiezan a salir a la luz y lo tambalean todo. Puede que una historia mil veces contada antes. Puede que no. Pero es que nada de eso es importante en este libro. Lo importante es el CÓMO se cuenta.

Tiene que ser aquí

Hace ya tiempo que vengo repitiendo que me importa cada vez menos qué historia me cuente un libro; que lo que de verdad me hace valorarlo más o menos es cómo se cuente esa historia. El tono, el estilo, el uso de las palabras, la elección de narrador y estructura... Estos dos últimos puntos, en concreto, han llegado a obsesionarme, porque estoy cada vez más convencida de que son esos dos factores los que diferencian una novela mediocre de una obra maestra (hablaré de ello algún día por aquí). Y en lo que se refiere a narrador y estructura, Tiene que ser aquí es una maldita genialidad.

La novela se divide en capítulos centrados en diferentes personajes (a veces con narrador en tercera persona, a veces en primera). Personajes muy variados, algunos de los cuales no son más que meros testigos de la trama, sin intervención directa en ella, pero que nos van mostrando todo el abanico de matices que envuelve a la historia principal. Y también hay saltos en el tiempo constantes: desde capítulos a finales de los ochenta hasta la actualidad, que nos muestran de una forma original y diferente la evolución que van sufriendo los personajes.

Mientras leía esta novela, no podía dejar de pensar en cuantísimo me queda por aprender del oficio de escribir. Siempre he pensado que una buena historia se le puede ocurrir casi a cualquiera, pero la capacidad para trasladarla al papel en la forma perfecta para que emocione, entusiasme y sea recordada... está solo al alcance de unos pocos. Sé que dentro de unos años habré olvidado de qué iba esta novela, el nombre de sus protagonistas o cómo se resolvían algunas cuestiones, pero no se me olvidará nunca la forma en que me mantuvo pegada al papel y las veces que pensé «¡Qué bueno!» al descubrir algún giro inesperado. Como supongo que ya habéis deducido si habéis llegado leyendo hasta aquí... la recomiendo con los ojos cerrados a cualquier persona que adore leer un buen libro.

Cuando acabe agosto (ahí sí que ya estaré llorando por el final del verano), volveré con una nueva recomendación. Hasta entonces, os recuerdo que en mi perfil de Instagram podéis encontrar unas stories fijadas con mis recomendaciones de lo mejor que voy leyendo. ¡Feliz verano (lleno de lecturas buenas) a todos!

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