Acabo de terminar mi primera novela... ¿y ahora qué hago?

Escrito por Abril Camino - 13 junio

Acabo de terminar mi primera novela... ¿y ahora qué hago?

Ha llegado el momento. El glorioso momento de escribir la palabra «Fin» a nuestro manuscrito. A nuestra primera novela. La ilusión dura un rato (un muy buen rato), pero enseguida llegan las dudas... ¿Y ahora qué hago?

Si me he decidido a escribir esta entrada es porque puede que esa sea la pregunta que más veces me han hecho las personas que se ponen en contacto conmigo para contratar alguno de los servicios de asesoría literaria. «Estoy terminando / Acabo de terminar un manuscrito y no sé muy bien por dónde seguir a partir de ahora». Y es normal. Yo tuve mucha suerte de estar bien asesorada cuando escribí mi primera novela y después he ido aprendiendo mucho con la experiencia, pero hoy voy a meterme en la piel de alguien novato, de alguien que tiene mucha ilusión pero está algo perdido.

Antes de nada, voy a decir una palabra. La voy a repetir muchas veces, porque sé que es muy difícil metérsela en la cabeza cuando la ilusión empuja. PACIENCIA. Yo no la tuve y las peores decisiones que he tomado como escritora se han debido a mi impaciencia patológica. Pero, en serio, si tuviera que dar un solo consejo a alguien que empieza, sería ese: que tenga paciencia. Si quieres ver publicada tu novela a la semana de haber escrito la palabra «Fin», hay herramientas que lo permiten. La autopublicación lo permite. Pero será un error.



En esta entrada voy a dar consejos para que el proceso sea lo más satisfactorio posible para vosotros, para un autor novel que empieza. Y para que el resultado sea una novela con la mayor calidad posible. Eso ni significa que siguiendo estos consejos lo vaya a petar en ventas... ni tampoco lo contrario (que no siguiéndolos vaya a ser un fracaso absoluto). No me enrollo más, vamos allá con los consejos:

1. Meter la novela en el cajón


¿Recordáis lo de la paciencia? Pues aquí va a tocar tener toneladas de ella. Durante semanas, meses, puede que años, una buena parte de nuestra vida ha girado alrededor de esa novela, de ese libro, de esa historia en la que nos hemos dejado el alma. ¿Cómo vamos a decirle adiós de repente? ¿Cómo vamos a meterla en un cajón y olvidarnos de ella durante un tiempo? Sé lo difícil que es, creedme. Pero también sé, y por experiencia, que tomar distancia con el manuscrito es lo absolutamente mejor que se puede hacer.

Os voy a contar mi experiencia personal, por si os sirve para algo. Yo publiqué, sin dejar ninguna distancia, mis primeras novelas. De hecho, hasta hace muy poco tiempo, jamás había metido una novela en el cajón por voluntad propia. Pero las circunstancias hicieron que con alguna tuviera que hacerlo... y estoy convencida de que esas han sido las mejores novelas que he escrito. Por diferentes causas. ¿Me dejáis que os las cuente?


Viajando hacia mi destino fue la primera novela que acabé. La escribí cuando estaba terminando Pecado, penitencia y expiación, porque la historia se me coló dentro y tuve que aparcarlo todo para escribirla. Me gustó mucho lo que había hecho y, en un alarde de optimismo sin precedentes, la envié a un concurso literario. Eso significaba que no podía hacer nada con ella en más o menos nueve meses (lo que tardara el fallo del jurado + seis meses después por bases del certamen). Así que se fue al cajón por circunstancias ajenas a mi voluntad. En ese tiempo, escribí y publiqué Pecado, penitencia y expiación y las historias de los Hermanos Sullivan. Cuando retomé Viajando hacia mi destino con idea de publicarla, la releí y... Dios mío, me pareció un horror. Supongo que, en aquellos meses en que el manuscrito estuvo olvidado, yo aprendí mucho sobre escritura. Y detecté cien millones de errores en el manuscrito, cosas que estaban mal explicadas, descripciones que no aportaban nada, diálogos de todo menos realistas... La tuve que reescribir, corregirla no fue suficiente. Y es una de las mejores decisiones que he tomado como autora. Nunca será mi novela favorita, pero sé que es infinitamente mejor que lo que había escrito originalmente. Después me pasó algo parecido con Te quise como si fuera posible. Y la corregí con tanta distancia y me gustó tanto el resultado que, desde entonces, todas mis novelas se pasan unos cuantos meses olvidadas desde que acabo de escribir el manuscrito hasta que me pongo a trabajar en serio en ellas.

¿Significa eso que vuestro manuscrito debería estar meses olvidado? Bueno... no sería mala idea. Pero entiendo lo que es la impaciencia, podéis creerme. Pero, por favor, al menos dadle unas semanas. Lo que consideréis oportuno, pero... olvidándoos de verdad de ella. No abriéndola de vez en cuando. No pensando en el manuscrito a diario. No releyendo fragmentos. Olvidarla de verdad. Incluso mejor si os ponéis a escribir otra cosa. Lo que sea, pero olvidándola para retomarla después con fuerza.



2. Leer la novela como si no fuera vuestra


Bien, vamos a suponer que el manuscrito ha estado unas cuantas semanas en el cajón y hemos cogido distancia con él. Ha llegado el momento de empezar a corregirlo.

Antes de continuar, voy a hacer una aclaración: corregir un manuscrito es una tarea que tiene poco que ver con poner bien las comas. Las comas, la ortografía, etc. es algo que pertenece solo a la fase ortotipográfica de la corrección, que es la última. Por corrección, en general, se entiende subsanar los errores de trama, personajes, estilo, etc. Y también lo de las comas, pero eso es lo de menos, de momento.

Y otra aclaración: mi consejo siempre será contratar a un corrector para pulir vuestro manuscrito antes de publicarlo. Pero independientemente de que decidáis contratarlo o no, la primera corrección siempre siempre SIEMPRE será del autor. Solo vosotros sabéis lo que queríais expresar. Solo vosotros conocéis a los personajes desde dentro y entendéis sus decisiones. El primer ojo crítico que caiga sobre vuestro manuscrito debe ser el vuestro (luego ya vendrán otros).


¿Y cuál es el modo ideal de hacer esta primera revisión? En mi opinión, leer la novela como si no la hubierais escrito vosotros. Nos hemos pasado semanas, meses o años con el documento abierto en el portátil escribiendo la historia. Dependiendo de la persona, habréis hecho lecturas parciales de lo que lleváis escrito (hay quien considera que lo mejor es no leer nada del manuscrito mientras se escribe, a mí me funciona todo lo contrario). Pero llega el momento, después de haber tenido el manuscrito en la nevera, de leerla del tirón.

Mi experiencia me dice que lo mejor es no leerla en el portátil. Vuestros ojos ya están acostumbrados a ese formato, es difícil encontrar algo nuevo. Mi consejo es que leáis la novela en el formato en que más acostumbrados estéis a leer novelas de otros. Si sois lectores de papel, imprimid el manuscrito y armaos de boli rojo para ir apuntando lo que no os encaje en él. Si sois lectores de digital habitualmente, meted el manuscrito en el Kindle y lleváoslo a la cama para leerlo antes de dormir, como si fuera una novela ajena. No me preguntéis por qué ocurre, pero es la mejor forma de detectar cosas que no encajan (y si, de paso, encontráis erratas ortotipográficas, también pueden ir corrigiéndose sobre la marcha).



3. No tener miedo a borrar


Este es otro de los pasos que reconozco que a mí me cuesta mucho. Hay novelas mías que sé que habrían mejorado borrando unas cuantas páginas, pero no he sido capaz. Porque, como autores, creemos que todo es imprescindible. Spoiler: no lo es. En absoluto. Hay una fórmula que se suele usar en escritura creativa que dice que el manuscrito ideal es un 10% más corto que el inicial. Es decir, si teníamos un borrador de 100.000 palabras, lo ideal después de la corrección sería dejarlo en 90.000. Es difícil, lo sé, pero, al menos, borrad todo aquello que no estéis muy seguros de que pinte algo en la novela. En general, todo lo que no transmita alguna información importante para el transcurso de la trama. El libro saldrá ganando, hacedme caso (aunque yo no me lo haga a mí misma).



4. Dejar entrar ojos ajenos


Este paso es fundamental, quizá el más de todos, y no todo el mundo lo tiene en cuenta. Nadie es objetivo con su propio trabajo, mucho menos con un trabajo creativo, eso es así. Puede que seamos demasiado críticos y pensemos que hemos escrito una enorme mierda; entonces, necesitaremos a alguien que ponga cordura en el asunto. O, con mucha más frecuencia, ocurre todo lo contrario. Venga, va, reconozcámoslo. A todos nos encantaba lo primero que escribimos. Os juro que a mí me parecía que Pecado, penitencia y expiación era un novelón. Ahora casi me da vergüenza que alguien la lea.

Es maravilloso escribir un libro. Algo de lo que sentirse orgullosos. Y una buena noticia, a priori, que nos parezca que «es la hostia». Pero ¿sabéis qué? Probablemente... no sea la hostia. No pasa nada, tenemos toda la vida por delante para aprender, pero no aprenderemos nada si no dejamos que ojos ajenos a esa historia metan mano. O peor aún... aprenderemos cuando los primeros ojos ajenos que lleguen al manuscrito sean los de los lectores que han comprado la novela y nos dejen unas cuantas reseñas negativas.


Cuando hablo de que entren ojos ajenos en nuestro manuscrito, no hablo de nuestros amigos y familia. En absoluto. La idea es que lea el borrador alguien que no quiera a nuestros personajes ni nos quiera a nosotros. Nosotros estamos enamorados de nuestros personajes, los queremos como si fueran de nuestra familia y eso nos quita objetividad para juzgarlos. Si le pedimos a nuestra hermana que lea el manuscrito... a ella le va a pasar lo mismo: nos quiere y todo lo que escribamos le va a flipar. Es así. Yo no tengo un solo amigo ajeno al mundo literario a quien no le hayan encantado mis novelas (o que me lo haya dicho, al menos). Esas son las personas que tienen que apoyarnos en nuestra decisión de escribir, y eso es genial, pero no son las idóneas para ayudarnos a mejorar la novela.

Aquí todo va a depender de a cuánta gente conozcáis en el mundo literario. Si ya estáis metidas en el mundillo (porque habéis hecho cursos de escritura, porque tenéis un blog, porque conocéis a autores por alguna otra circunstancia), lo ideal es que le pidáis a algún profesional (autor, corrector, editor) que lea vuestra novela. Es un favor importante, pedídselo solo a alguien con quien tengáis la suficiente confianza o que se haya ofrecido. Pero es una de las opciones.

Otra opción es buscar lectores profesionales. Hay personas que se dedican a ello de forma profesional y es un servicio no demasiado caro. Solo, como en todos los demás sectores del mundo editorial, aseguraos de que sean profesionales de verdad, formados para ser lectores.


5. Aceptar las críticas


Ay, qué punto tan crítico es este. ¿Os imagináis ir a ver a vuestra mejor amiga, recién parida, y decirle «ay, madre, pero qué feo es este niño, ¿no?»? Vale, pues algo parecido es aceptar las críticas hacia vuestra primera novela (luego, con el tiempo, ya entiendes que esas críticas, que en realidad son propuestas de mejora, son imprescindibles..., pero aún duelen un poco de vez en cuando).

Esto es así: si dejas entrar ojos ajenos en tu manuscrito y solo quieres que te digan que es todo precioso y que lo vas a petar nivel J.K. Rowling, estás perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a quien te ha leído. Si escuchas las propuestas de mejora que te hacen, te cabreas y las ignoras, ídem. Pero sea cual sea el proceso, el resultado es el mismo: tu novela va a ser peor que si haces lo contrario.


Hay gente más delicada y gente menos delicada. Eso es así, en el mundo literario y en el real. Yo tengo lectoras cero que, con toda la delicadeza del mundo (porque también se dedican a esta profesión y saben lo que duele) me dicen que esto, eso y aquello de mi manuscrito no funciona, que le dé una vuelta. Y luego tuve una que me dijo una vez que «esta parte es una puta mierda, bórrala o no tienes novela». Evidentemente, unas se asumen mejor que otras.

Lo confieso: en mis primeras novelas hacía muy poquito caso a mis lectoras cero. Las usaba prácticamente solo para correcciones de continuidad (tipo «oye, que aquí el prota tiene los ojos verdes y dos capítulos después dices que son azules»). Pero no les hacía demasiado caso en cuanto a trama. Hoy en día, prácticamente modifico todo lo que a ellas les llama la atención para mal.

La clave está en encontrar un grupo de lectores cero de confianza (esto es difícil conseguirlo en el primer libro, la verdad) y que sea variado. Si pueden ser profesionales del mundo literario, que escriban cosas diferentes entre sí, eso es lo idóneo. Y sobre todo, si varias coinciden en una misma debilidad del libro... hacedle caso. Os aseguro que las pocas cosas que me han señalado varias lectoras cero como un posible error y que yo no he corregido... se han convertido en la crítica más habitual de esa novela en las reseñas. Como he dicho antes... mejor corregirlo antes de publicar que pasarte la vida leyendo que eso, justamente eso, es lo que menos ha gustado a las lectoras.



6. Tomar dos decisiones fundamentales


Puede que ya las tuvieras tomadas de antes o puede que sigas con las dudas llegado este punto. Pero, en mi opinión, hay dos decisiones fundamentales que no pueden posponerse más:

- ¿Contrato o no una corrección profesional?
- ¿Voy a autopublicar o voy a probar suerte en una editorial?

Ni yo ni nadie podemos daros las respuestas. A la primera pregunta, mi respuesta siempre es que sí. Pero si no hay money... no hay money. Y como ya expliqué en esta entrada, una corrección demasiado barata suele ser sinónimo de no-corrección. Una corrección profesional es, posiblemente, la mejor inversión que podéis hacer en vuestra novela. Pero la decisión final es vuestra, obviamente.


Sobre enviar el manuscrito a editorial o decidir autopublicarlo, algún día escribiré una entrada sobre las ventajas y desventajas (escribí esta en su día, pero aún hablaba un poco de oídas, no conocía las dos experiencias bien de primera mano, como ahora). Pero generalmente todo el mundo lo tiene claro desde que está escribiendo, así que... lo dicho, decisión vuestra.

Si digo que hay que tomar esas decisiones, es porque, a partir de aquí, el trabajo será algo diferente si se opta por una opción o por otra.

7. ¡A corregir!


Ah, que a lo mejor pensabais que la corrección era lo de antes... Ejem, NO. Lo siento. En serio, lo siento, porque corregir un manuscrito propio es una pesadilla. Pero... es lo que hay.

Lo primero que deberíamos hacer es recopilar todo lo que tenemos hasta ahora: el manuscrito en el estado en que ha quedado después de la revisión que le hicimos en el Kindle o en papel (el punto 2 de lo que he explicado aquí) y las opiniones de nuestros lectores cero. Toca abrir el manuscrito, ahora sí en el ordenador, e ir corrigiendo capítulo a capítulo. Ahora sí, vamos corrigiendo también la ortotipografía también. Habrá partes del manuscrito en que eso, corregir la ortotipo, sea lo único que tengamos que hacer. Y habrá partes en las que lleguemos a puntos críticos, donde tendremos que decidir si hacemos caso a lo que nos han dicho los lectores cero o no.


Solo dos apuntes más. El primero, que corregir de más es tan malo como corregir de menos. Así de claro. Hay dos errores enormes que podemos cometer durante la fase de corrección: cambiar dos cositas para sentirnos bien con nosotros mismos (lo cual no es una corrección, en realidad) o dudar tanto que acabamos reescribiendo partes enteras y alterando la idea original. No digo que esto último sea malo. Hay muchos tipos de manuscritos y algunos necesitan ponerse patas arriba para funcionar. Pero, entonces..., deberíamos empezar todo este proceso desde el principio, porque el manuscrito ya es otra cosa diferente y necesita volver a pasar por todas las fases.

El otro apunte es sobre la corrección ortotipográfica. Es la parte de la corrección en la que más importa cuánto sepa el autor de antes. Es casi imposible que, sin una formación específica como corrector, sepamos corregir todo lo necesario. Pero, evidentemente, no es lo mismo corregir la ortotipografía teniendo unos conocimientos gramaticales sólidos que si no sabemos diferenciar «a» de «ha». Y aquí entran en juego las dos decisiones del punto anterior:

- Si habéis decidido contratar una corrección profesional, no os preocupéis de la ortotipografía más de lo necesario. Los correctores ya no nos asustamos de nada. Dedicad vuestros esfuerzos a dejar la trama, los personajes y el estilo en el mejor estado posible y dejadnos a nosotros esa parte. Si sabéis que la ortografía no es vuestro fuerte, independientemente de si vais a publicar o mandar a editorial, contratad la corrección. Una novela llena de faltas de ortografía autopublicada es un horror, y posiblemente eche atrás a la mayoría de lectores. Y enviada a editorial... echará atrás a los editores. 

- Si habéis decidido no contratar la corrección, por la razón que sea, toca redoblar esfuerzos. Como acabo de decir, esta solo será la opción para alguien que tenga una buena ortografía y que esté dispuesto a formarse en las partes más complicadas y en la parte de tipografía. Leer manuales, conocer las normas más raras del español, etc. Es difícil que el manuscrito quede igual de bien que tras una corrección profesional, pero, cuanto más esfuerzo le pongáis, más fácil es que funcione bien.

- Si vais a autopublicar, el esfuerzo de corrección, ortotipográfica y de todo lo demás, debe ser mayor. No va a haber ningún intermediario entre vuestro manuscrito y el lector, así que... toca leer y releer más que nunca.

- Si vais a enviarlo a editorial, esforzaos también en enviarlo lo más corregido posible. Creedme, a los editores les gusta leer algo cómodamente (y no hay nada más incómodo que leer un manuscrito lleno de faltas) y también saber que no van a tener que invertir en un montón de fases de corrección para que el manuscrito quede pulido.



8. ¡Ya casi está! Las últimas fases


Si vais a enviar el manuscrito a editorial, esto ya casi está. Cuando acabéis la corrección, volved a imprimir el manuscrito (o a meterlo en el Kindle) y dadle una última lectura. En cuanto esté listo, metidos ya los últimos retoques que encontréis en esa última lectura, el manuscrito estará listo para volar. Elegid bien las editoriales a las que los enviaréis (sí, también escribiré sobre esto en algún momento), comprobad qué requisitos ponen para el envío (en digital o en papel, en qué formato, acompañado de qué documentos adicionales) y... a esperar respuesta.


Si, por el contrario, decidís autopublicar, aún queda un poco de esfuerzo. La parte de imprimir o meter en el Kindle y hacer últimos retoques es igual que en el caso anterior. Una vez cerrado el manuscrito definitivo, tocará maquetar (o contratar a quien lo haga). Y mi consejo es que, una vez maquetado y teniendo en vuestras manos la copia de prueba que se puede pedir a Amazon, volváis a leerlo, ya con su formato de libro, ya tal como llegará a los lectores. Y entonces sí, podemos empezar a publicarlo.


Como habréis podido comprobar si habéis leído toda la entrada (si es así, sois mis héroes), este no es un proceso que se pueda hacer en una semana. Puede llevar meses, dependiendo del ritmo que le demos al asunto. Como os decía al principio, yo soy MUY impaciente. Mi truco para sobrevivir a todas estas fases es ponerme con otra cosa. Ya lo he dicho alguna vez cuando hablo de mis procesos de escritura: siempre estoy con varios manuscritos entre manos. Por ejemplo, mientras mis lectores cero tienen un borrador entre manos, yo estoy escribiendo ya otra cosa. Así me distraigo, cojo distancia con lo anterior y puedo afrontar estas fases con más paciencia.

También ayuda dejarse todo lo no-literario para el final. Olvidaos de sinopsis, portada, promoción, etc., hasta que el manuscrito esté acabado. Así, podréis dedicar las semanas o meses que os lleve todo este trabajo que he explicado aquí a esas cosas. Por un lado, os mantendrá distraídos de la impaciencia. Y por otro, podréis hacer todas esas cosas con el manuscrito ya más afianzado (podréis, por ejemplo, usar a los lectores cero también para elegir la portada, porque ya habrán leído el texto y podrán aconsejaros mejor... y así también con la sinopsis, etc.).

Para finalizar, solo deciros que os comprendo. Si habéis leído esta entrada y os habéis agobiado... os comprendo. Joder, acabáis de terminar un manuscrito y queréis verlo ya en Amazon, con su portada monísima y todo. Y ahora llego yo y os cuento que hay que hacer todo ese trabajo extra. No es obligatorio, por supuesto. Hay mucha gente que no lo hace, publica y algunos hasta venden. Pero esta entrada va más del respeto que queráis tener por vuestro manuscrito, cuánto queráis cuidarlo, mimarlo y aseguraros de que sea mejor. Si escribir acaba convirtiéndose en vuestra profesión (única o compartida con otra), celebraréis haberos preocupado por la calidad de lo primero que escribisteis. Si la novela se queda en una única experiencia, qué mejor que dedicarle todo vuestro esfuerzo.


Y hasta aquí el rollazo. Si tenéis dudas o preguntas, podéis enviarme un mail o preguntar directamente aquí, en los comentarios. Como siempre, ¡muchas gracias por leerme!

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