19 trucos para escribir mejor (y que la corrección de vuestra novela no sea el apocalipsis)
Escrito por Abril Camino - 11 abril
Aunque quizá muchas de las personas que llegan a esta web me conozcan como autora, lo cierto es que he trabajado bastante más como correctora que como escritora a lo largo de mi vida. Más de veinte años en textos académicos y periodísticos. Dedicada en exclusiva a correcciones literarias, la última década. Y llevo más o menos esa década deseando escribir esta entrada. Una recopilación de truquitos fáciles de entender para mejorar nuestra forma de escribir (y facilitar la corrección).
Varias aclaraciones antes de seguir:
- Me parece increíble tener que decir esto, pero... que alguien externo corrija tu novela no significa que tú pongas el punto final al manuscrito y te olvides de él. El primer corrector de todo texto debe ser su autor, sobre todo en lo referente a estructura, personajes, estilo, etc. Pero ¿por qué no también en la parte ortotipográfica? Cuantos más ojos caigan sobre el manuscrito, más garantía de que el trabajo final sea lo mejor posible.
- Aquí voy a hablar (casi) exclusivamente de ortotipografía. Quizá alguna anotación de estilo, pero poca cosa.
- Esto no es un manual de corrección. Ya lo dice el título. Son TRUCOS. La gramática del español, su ortografía y sus convenciones tipográficas son un puñetero mundo. Hay mil millones de normas con su mil millón respectivo de excepciones. Esto solo es una recopilación de las cosas que me encuentro más habitualmente al corregir ortotipografía y que se solucionarían solo con «saberse el truco». Y sí, me voy a saltar algunas explicaciones y excepciones, porque... ojalá el mayor error que cometamos al escribir sea no conocer una excepción de un subapéndice de un epígrafe de la norma. De eso sí nos encargamos solo los correctores, que nos las sabemos todas (o deberíamos). La idea de este post es que se aprenda lo más básico.
- A mí me apasiona la gramática, la ortografía y demás, pero entiendo que no todo el mundo tiene mi pedrada en la cabeza, así que intentaré hacerlo ameno. Por si no lo consigo, pasad directamente a los ejemplos (están en rojo y los que van acompañados de un asterisco es porque marcan lo INcorrecto).
Ahora ya sí, empezamos.
Las comas, esas malnacidas
1. Las comas son el mal. Esto es así. Y un concepto muy dañino es ese que dice que marcan una pausa al hablar. Porque sí, lo hacen... pero no todas. Y no siempre. La coma es un signo de puntuación prosódica (relacionado con la entonación), pero también se rige por normas sintácticas. No os quiero liar con conceptos filológicos. Quedaos solo con la idea de que sí, lo más común es que una coma marque una pausa, pero... no siempre.
Un ejemplo práctico perfecto para entender esto son las construcciones consecutivas. Las de «tan... que». Piden la coma a gritos, lo sé. «*Lo vi tan convencido de que tenía razón, que no pude evitar creerlo». NO. MEEEEC. ERROR. Esa coma sobra. Si hay un «tan... que», «tan... como», «tanto... que», etc. nunca debemos separar con comas.
2. Lo peor de las comas es que las rodean un montón de normas que siempre vienen acompañadas por un montón de excepciones. Así que es un alegrón cuando puedo contaros una norma de las que ES ASÍ SIEMPRE. Pues ahí va una: «pero» (casi) siempre lleva antes una coma. «Queríamos ir a la fiesta, pero nos surgió un imprevisto».
Ya, ya. Que os estáis preguntando por ese «casi» entre paréntesis de antes, ¿verdad? Pues sí, es una excepción, pero una facilita: «pero» no va precedido de coma si separa dos adjetivos. Ejemplo: «Es pobre pero honrado».
Lo último sobre el «pero». Uno en el que nos encanta poner coma, PERO es incorrecta: el que antecede a preguntas o exclamaciones. «*Pero, ¿qué me estás contando?». Sí, podéis preguntarme eso. Y yo os respondo que lo que os estoy contando es que esa coma SOBRA. «Pero ¿qué me estás contando?» sería la forma correcta de escribir esa frase.
3. Seguro que hay una norma sobre la coma que os sabéis. La de que nunca se debe separar con ella sujeto y predicado. Parece fácil. Si tenéis un mínimo conocimiento, no creo que escribáis «*Pedro, llegó ayer». Pero hay sujetos especialmente largos o muy bien ocultos que... nos lían. Por ejemplo: «*Todo lo que siempre soñé que le diría, se me atascó en la garganta al tenerlo delante». El sujeto de «se me atascó» es «todo lo que siempre soñé que le diría». De ahí que sobre la coma. De ahí que sí tuviera sentido que los profes de Lengua os machacáramos en Bachillerato con el análisis sintáctico, aunque nos desearais la muerte cada día.
4. Venga, vamos con otra muy fácil. Nunca jamás de los jamases va una coma antes de una raya de diálogo. Si la frase lo pide (es decir, si el inciso entra en un momento en que la oración necesita la coma), la ponemos después del inciso, tras la raya de cierre. Es decir...
«*Estaba seguro de que llegaría a tiempo, —dijo con lágrimas en los ojos— pero ha vuelto a decepcionarme». MAL
«*Estaba seguro de que llegaría a tiempo, —dijo con lágrimas en los ojos—, pero ha vuelto a decepcionarme». MAL
«Estaba seguro de que llegaría a tiempo —dijo con lágrimas en los ojos—, pero ha vuelto a decepcionarme». BIEN
5. Ya acabo con las comas, lo prometo. Vamos con el «así que». Me ocurre con mucha frecuencia al corregir que la gente escribe «así que» seguido de coma. «*Estoy muy cansado así que, me voy a dormir». También ocurre con el «puesto que» y algunas otras concurrencias del «que». Vamos con un truco que, aunque puede tener excepciones, suele funcionar como norma general: después de «que», salvo que haya un inciso entre comas, nunca va coma. Lo explico con ejemplos para que se entienda mejor:
«*Estoy muy cansado así que, me voy a dormir». MAL
«Estoy muy cansado, así que me voy a dormir». BIEN
«Estoy muy cansado, así que, aunque no debería, me voy a dormir». BIEN
(Truco del truco: después de «así que» va coma, en este ejemplo, porque «aunque no debería» es un inciso que podría ir también, por ejemplo, entre paréntesis. Si lo eliminamos, no habría ninguna coma en ese lugar).
Fin del asunto comas...
Tres puntos de estilo fundamentales
Siempre digo que la peor fase de la revisión de un manuscrito es la corrección de estilo. Porque estilo cada uno tiene el suyo... y eso es así. Igual que es así que hay estilos rematadamente malos y poco literarios. No vamos a entrar en profundidad en cuestiones de estilo, porque es demasiado complejo, pero sí voy a mencionar tres puntos que, en mi experiencia, son los errores más habituales:
1. Los adverbios en –mente: lo sé. Los adoramos. Nadie los ama más que yo, creedme. Pero no podemos poner tres por párrafo. Bueno... poder podemos, pero casi mejor que no, si queremos que nuestro manuscrito tenga una calidad aceptable. En mi primer manuscrito, podía haber tres millones de adverbios en –mente. Fácil. He conseguido reducir este tema en dos fases:
- La primera fue interiorizar cuáles son los innecesarios del todo y dejar de usarlos al escribir. Usar «solamente», por ejemplo, es una auténtica chorrada. «Solo» significa y expresa exactamente lo mismo. Lo mismo ocurre, en la mayoría de casos, con «realmente» («en realidad»), por ejemplo, y con muchos otros. Esos... son los fáciles de eliminar, los que tienen una expresión sinónima al 100%.
- ¿Qué ocurre con los demás, los que tienen una función más expresiva? (Por ejemplo, yo soy fan del «jodidamente», aunque no estoy orgullosa de ello). Mi truco es hacer una búsqueda en el buscador de Word justo al acabar de escribir e ir liquidando. Mi límite es permitirme uno por página. Y lo confieso... a veces me paso mi buena media hora reformulando una frase para que no lleve el adverbio que tanto me gusta.
2. Los gerundios. Lo que os gustan, ¿eh? (Yo los odio, así que en esto no tengo drama en la corrección propia). Un gerundio tiene unas funciones sintácticas claras y delimitadas por la gramática. Usarlo para una función expresiva es un error. Punto. No admite discusión. «*Se casaron hace tres años, divorciándose algunos meses después». Esto se llama gerundio de posterioridad. Y es un horror. Hay muchos otros usos incorrectos del gerundio que tampoco nos caben aquí, pero hagamos el truco: si tenemos una manera de expresar algo evitando el gerundio... seguro que será una buena idea.
3. Las palabras cultas. Esto es un poco complicado de entender para los autores que las usan de forma incorrecta, pero vamos a ver si logro explicarlo. Por hacerlo en una frase (simplificando mucho): el estilo literario perfecto para un autor novel (los consagrados ya tienen otros recursos) es encontrar el equilibrio entre escribir bonito y no escribir recargado. Repito. Esto es una simplificación enorme, pero... vamos a quedarnos con ella.
Un texto literario no es una crónica de hechos consecutivos con el mismo lenguaje que usaríamos con nuestros amigos. Puede ser un libro, pero la literatura... debe ser algo más. Pero, por Dios santo, no nos vayamos al extremo contrario: un estilo literario correcto para un autor novel en el siglo XXI no puede ser algo así como si Góngora se estuviera follando a Quevedo, ¿OK? Menos es más. Esta máxima suele funcionar en todos los ámbitos de la vida. En el diálogo de una novela romántica contemporánea escrita en primera persona, el narrador no debe «inquirir», «cuestionar» o «interrogar»; debe «preguntar». Por poner solo un ejemplo bastante común. En primer lugar, porque no tiene coherencia con lo que se está narrando. Y en segundo, porque se suele cometer el error añadido de no conocer el significado exacto de las palabras. «Decir» y «preguntar» son verbos maravillosos para utilizar en los incisos de diálogo. Y cargarnos los incisos de diálogo innecesarios, también. Todo lo que no sea necesario, como regla general, sobra.
Nota de friki de Friends: ¿sabéis ese capítulo de Friends en el que Monica y Chandler quieren adoptar un bebé y Joey escribe una carta recomendándolos como padres? Como el texto que escribe originalmente es tan sencillo, Ross le recomienda a Joey que use los sinónimos. Y acaba convirtiendo la frase «Son dos personas cariñosas de gran corazón» en «Son dos homo sapiens sobones y complacientes de descomunal órgano aórtico». Me parece el mejor ejemplo de lo que acabo de explicar que se debería evitar.
Un par de cuestiones de tipografía (y también de maquetación)
La tipografía es un mundo aparte, me atrevería a decir que más complicado que el de la ortografía. O al menos más desconocido. Por eso, no voy a agobiaros por aquí con estas cuestiones, porque hay mil manuales para aprender y, mejor todavía, un montón de correctores profesionales que pueden pulir vuestro manuscrito en este sentido. Pero vamos con un par de trucos para aprender que siempre ayudan:
1. Los puntos suspensivos son un signo de puntuación por sí mismos. No, no son tres puntos normales escritos de forma consecutiva. ¿Qué significa esto? Que, dependiendo de la fuente que se use para escribir, se notará más o menos la diferencia entre escribir el signo de puntos suspensivos o escribir tres puntos. ¿Os estoy liando? Normal. Porque el signo de puntos suspensivos no aparece en los teclados estándar. Y porque Word, con la configuración por defecto, convierte de manera automática los tres puntos pulsados consecutivamente en el signo de puntos suspensivos. Por eso mucha gente ni siquiera lo sabe. De todos modos, no siempre se convierte automáticamente y no está de más comprobar (con el buscador de Word) que en ningún momento haya tres puntos consecutivos y que, en todas las concurrencias, lo que aparece es el signo conjunto de puntos suspensivos. El signo de puntos suspensivos, si no nos lo autocorrige directamente el Word, lo encontramos en Insertar > Símbolo.
Arriba, puntos suspensivos autocorregidos (BIEN). Abajo, tres puntos consecutivos (MAL) |
Nota: aunque esto es una cuestión de estilo, no puedo dejar pasar comentarlo. A todos nos gustan los puntos suspensivos. Yo tengo obsesión con ellos. Pero... mejor cortarnos un poco. Ralentizan el ritmo de la narración o el diálogo y toda la fuerza expresiva que tienen se pierde si pones cuatro o cinco en el mismo párrafo.
2. La gran cuestión en tipografía suele ser la diferenciación entre qué va entre comillas y qué va en cursiva. Para que os hagáis una idea del asunto, es la única cosa para la que aún tengo que echar mano de mis apuntes de corrección literaria en casi todos los manuscritos que corrijo. Así que necesitaría cien entradas de blog como esta para contaros todo. Pero esto va de trucos, así que... ahí van unos cuantos:
- Marcas comerciales, nunca en cursiva. Siempre en redonda (vamos, en letra normal).
- Nombres propios, en general, nunca en cursiva tampoco. Queda aquí la duda de los nombres de mascotas, sobre los que no hay consenso aunque la mayoría de libros de estilo marcan como cursiva, pero yo, por ejemplo, los dejo siempre en redonda.
- En general, comillas y cursivas juntas... nunca.
- Si dudamos si una palabra va o no en cursiva (suele ocurrir con extranjerismos que no sabemos si están o no incorporados al castellano), nuestro mejor amigo es el diccionario. Buscamos la palabra en la RAE y ya tenemos la respuesta.
3. Esto no es exactamente tipografía, más bien una cuestión de maquetación, pero la dejo por aquí porque es algo con lo que me encuentro muuuy a menudo. Los enlaces ocultos. Muchas veces, en ese arduo trabajo que es (o debería ser) la documentación para una novela, vamos a dar con nuestros huesos a Wikipedia (o cualquier otra web del estilo). Nos da un poco de perecita leerlo y cambiarlo a nuestras palabras y hacemos un copia-pega. No estamos aquí para juzgar, peeeero... hagámoslo bien, al menos. Porque lo que os decía que me encuentro muy a menudo es que en el texto definitivo del libro se han colado enlaces. Muy bien disimulados, eso sí, porque al copiar un fragmento a Word los enlaces nos saldrán subrayados y en azul. Mucha gente quita el subrayado, pone el texto azul en negro... y cree que ya está. Al corregir, no se detecta, porque el enlace está camuflado (es decir, al quitar el subrayado y el azul lo hemos complicado más). Lo que habría que hacer es ir a ese enlace y quitar hipervínculo (botón derecho sobre el enlace y ya está). Porque ¡sorpresa!... si no lo hacemos, luego en el Kindle se ve ese enlace (y funciona y todo el mundo podrá comprobar que hemos hecho la documentación... con Wikipedia).
No quiero ser señorita Rottenmeier, pero lo voy a repetir: si nuestro trabajo es escribir (y desde el momento en que cobramos por nuestros libros, es un trabajo), es básico tener unos conocimientos medios o avanzados de Word. Parece una chorrada, puede ser, pero el Word para un escritor es como el coche para un taxista: mejor conocerlo lo más a fondo posible.
4. Otro asunto que tiene que ver precisamente con el desconocimiento del funcionamiento de Word es el tema del tabulador vs sangría. Ya sabemos (más o menos todos) que debemos sangrar los párrafos. Es decir, que la primera línea empiece un poquito más a la derecha. Vale, esto se consigue yendo a Párrafo > Sangría de primera línea (también de otras formas, pero esta es la más fácil). ¿Problema? Que mucha gente pone la sangría pulsando el botón Tabulador del teclado (el que está, habitualmente, encima de la tecla de bloquear mayúsculas). Y no es lo mismo.
¿Problema 2? Que Word, A VECES, convierte automáticamente esa pulsación de tabulador en una sangría como la que se podría haber conseguido de la otra manera. Pero solo a veces (ojalá supiera lo suficiente de informática como para conocer el criterio).
¿Que por qué esto es importante? Porque cuando ese tabulador no se convierte en sangría, en la pantalla, en el propio Word, nos parecerá que está todo bien. Pero al pasar el archivo a Kindle... se queda sin sangría (porque nunca la tuvo, en realidad, más que en apariencia). Mi consejo: configurar bien el Word, en estilo normal, con las características que queramos que tenga el cuerpo del texto (sangría, interlineado, etc) y no usar el botón de tabulador NUNCA.
5. ¿Qué pasa con los títulos de las canciones? ¿Tengo que poner cada palabra en mayúsculas o no? La respuesta no es un simple sí o no, pero... es fácil. Si el título es en español, NO. Primera palabra en mayúsculas y el resto (salvo que haya algún nombre propio, obviamente) en minúsculas. Si el título es en inglés, la cosa se complica. En principio, SÍ, todas las palabras en mayúsculas, aunque hay excepciones (porque el español tiene excepciones múltiples, pero el inglés... también). ¿Mi truco? Buscad el título en Google y copiad el criterio que tenga alguna página en inglés para repartir las mayúsculas y minúsculas (generalmente, son todas en mayúsculas menos palabras átonas, como artículos, preposiciones, etc, que se quedan en minúsculas).
La vereda de la puerta de atrás (BIEN)
*La Vereda De La Puerta De Atrás (MAL)
*Dancing In The Moonlight (MAL)
*Dancing in the moonlight (MAL)
Dancing in the Moonlight (BIEN)
Supongo que ya estaréis más o menos así. Un esfuerzo más y NO ME ODIÉIS. |
Tres cosas más y ya acabo (¡lo prometo!)
1. Puede que las normas de acentuación os volvieran locos en el colegio. Es uno de los caballos de batalla de la ortografía, sin duda. Así que tampoco voy a entrar en profundidad, pero sí voy a dar un dato que (sorprendentemente) poca gente sabe: cuando utilizamos la repetición de una letra como recurso expresivo, y esa letra va acentuada, debe repetirse el acento en todas las letras. Qué lío, por Dios, con lo fácil que es esto. Mejor lo vemos en un ejemplo:
«*¿Quéeeee?». MAL
«¿Quééééé?». BIEN
Nota: esto de repetir letras se ha puesto muy de moda, y no digo que no pueda tener sentido en algún diálogo, pero... si podemos evitarlo, mejor que mejor.
2. Los cambios de escena también suelen dar problemas. Me daría también esto para escribir un tratado, pero vamos con el truco fácil: un cambio de escena se marca en el manuscrito con tres saltos de línea consecutivos (tres enters) o con tres asteriscos. Punto. Sin inventos. Y cambiar de escena es como estar embarazada: no se puede cambiar de escena un poquito o un muchito. O sea cambia de escena o no se cambia. O se ponen los tres asteriscos/tres enters o no se ponen. No existe una solución intermedia. Igual os parece algo muy obvio, pero me he encontrado varias veces con manuscritos en que algunos párrafos se separaban con un enter; otros con dos; otros con tres. Dependía de cuánto de cambio de escena fuera. Y eso es lo incorrecto. O se cambia... o no. No hay intermedios.
3. Me he propuesto que me odiéis y no se me ocurre una manera mejor que recordaros la sintaxis de Bachillerato. ¿Recordáis aquello de las oraciones relativas y el «que» como antecedente? Me tiré diez años de mi vida dando clase de Lengua Española, así que me quedan pocas ganas de explicarlo a fondo, así que vamos a lo sencillito con un ejemplo: «Enseguida llegamos a la casa, que llevaba años en ruinas».
- «que llevaba años en ruinas» es la oración adjetiva o de relativo. ¿Por qué? Porque cumple la misma función que un adjetivo: dar una característica sobre su antecedente. «que llevaba años en ruinas» = «ruinosa».
- «la casa» es el antecedente. El antecedente es la cosa sobre la que se da esa característica. La casa ruinosa.
Bien. Esto supongo que es sencillo de entender. ¿Qué es lo importante (y un error que me encuentro casi en cada manuscrito que corrijo)? El relativo tiene que ir pegado a su antecedente. No podemos meter cosas en medio. Por ejemplo, usando al mismo ejemplo, no podríamos decir «*Llegamos a la casa enseguida, que llevaba años en ruinas». Si esta frase te suena fatal, este consejo no es para ti; ya lo tienes dominado. No tienes que saber de gramática para hacerlo bien; simplemente, te suena mal y no vas a caer en el error. Si no ves lo malo en esa frase, si no te suena mal..., dale un repaso a lo del relativo y el antecedente, porque es importante.
El check list final puede ser tu mejor amigo
Un check list (o lista de comprobación) es un recurso maravilloso para muchos aspectos de la escritura (y de la vida, ya que estamos). Yo tengo el mío, que aplico en cada corrección propia y ajena. Se trata de una lista de cuestiones que quiero comprobar que están correctas una vez que el documento está ya corregido minuciosamente... pero algo se ha podido quedar en el camino. Mi check list solo se refiere a cosas que se pueden comprobar de forma automática con las herramientas de Word, como una especie de pulido final, de «por si acaso al ojo le ha pasado desapercibido».
Pero, OJO, el check list ideal tiene que ser el de cada uno. Cada autor debe conocer cuáles son sus puntos flacos e incorporarlos al check list final para intentar pulir el manuscrito al máximo. Pero os dejo el mío porque algunas cosas pueden ser comunes a todos:
- Que no haya puntos suspensivos que en realidad no lo son: lo explicado antes sobre la diferencia entre el signo en sí o los tres puntos consecutivos. Se comprueba muy fácil: con poner tres puntos consecutivos en el buscador de Word, encontraremos los que se nos han colado.
- Que no haya un espacio a comienzo de párrafo. Es de lo más habitual y muy difícil de detectar en pantalla (aunque luego se nota mucho al imprimir o pasar a Kindle). Se nos cuela un maldito espacio antes de empezar a escribir un párrafo. ¿Cómo lo encontramos? Simplemente escribiendo en el buscador ^p seguido de un espacio. Y veréis cuántos nos salen y tenemos que empezar a borrar.
- Que no haya comas antes de una raya de diálogo. Para detectar si se nos ha colado alguna, nada más fácil que poner en el buscador: , —
- Que no haya comas entre el «pero» y una interrogación o exclamación. También muy sencillo, las localizamos poniendo en el buscador: pero, ¿ o pero, ¡
- Los dobles espacios. Aaaay, cuántas veces se nos va el dedito y metemos dos espacios entre palabras en vez de uno. Luego, al maquetar se nota un montón y queda feo. Facilísimo: ponemos dos espacios consecutivos en el buscador de Word y voilà... ahí están, todos a la vista.
- Palabras tópicas: así lo llamo yo en el check list, porque... vamos a ver, todos, absolutamente todos los autores tenemos palabras que usamos de forma indiscriminada. Es la putada de que las palabras sean gratis. ¿Queréis saber las mías? El concepto «no poder evitar», «siquiera», «un poco» y, por supuesto, los adverbios en –mente que puedan haber sobrevivido a la primera revisión de ellos de la que os hablaba antes. Lo que suelo hacer es elegir la opción Resaltar del buscador avanzado, para que cada uno de estos conceptos (por separado) quede subrayado en amarillo y yo pueda comprobar cómo de imbécil soy y cuantísimas veces pongo, por ejemplo, «un poco» en una misma página. Y a continuación, borrar, borrar, borrar.
Y ya lo último, lo ultimísimo que hago cuando he acabado todo este check list, es darle una pasadita al documento con el corrector de Word. Aclaración: el corrector de Word no es un corrector literario, ¿de acuerdo? No va a solucionar ninguna papeleta importante a la hora de corregir un manuscrito. Es una verdadera pena que mucha gente crea que, con pasar el corrector, un borrador se convierte en novela, porque... nada más lejos de la realidad. Pero sí tiene una utilidad que yo uso siempre: descubrir esas palabras que hemos tecleado mal y, por razones que nunca acabaré de entender, pasamos por alto en la fase de corrección y en las dos mil lecturas del manuscrito. La favorita de mi defectuoso cerebro es escribir «cmoo» en lugar de «como» o «pcoo» en lugar de «poco». ¿Parece muy obvio? Lo sé. Debería detectarlo sin titubeos al leerlo. Pero no siempre ocurre. Alguna se cuela de vez en cuando. Y para eso (prácticamente solo para eso), el corrector de Word es nuestro amigo.
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