Este blog necesitaba un cambio... y yo también

Escrito por Abril Camino - 22 febrero



Dicen los expertos que una web debe renovarse, como mínimo, una vez al año. Ya aviso: si yo tuviera que hacer eso, no tendría web. Madre mía de mi vida, qué cantidad de trabajo me ha dado este cambio de look, no os lo podéis imaginar. Pero había que hacerlo. No porque los expertos digan nada ni por ningún otro motivo externo. YO necesitaba este cambio. Por un montón de razones. Porque necesitaba que este lugar fuera más mío de lo que era. 

Espero que os esté gustando lo que veis. El cambio de diseño, la nueva imagen de portada, las imágenes bastante más cuidadas que las anteriores, la nueva tipografía... Todas esas cosas que me han llevado horas y horas, porque el diseño web ni es ni será nunca lo mío, aunque creo que he aprendido lo suficiente para hacer algo medio decente para una novata (aunque aún me quedan algunas cosas por pulir, que espero ser capaz de hacer en algún momento).

Más o menos así me he pasado el fin de semana intentando que el nuevo diseño funcionara

Pero el aspecto es lo de menos, aunque sea en lo que más se notan los cambios. Hace ya más de un año que escribí la entrada Cambiar para volver a ser yo. Y esto que he hecho ahora no ha sido más que la confirmación de aquello que decía: que, durante demasiado tiempo, este blog no me perteneció. No parecía yo quien escribía en él (o no siempre). Y, en diciembre de 2016, cuando escribí esa entrada, decidí que a partir de entonces las cosas serían diferentes.

Y lo han sido. He dejado de tener un calendario fijo de publicación, he dejado de reseñar por rutina, he escrito solo lo que me ha apetecido y solo cuando me ha apetecido. Y, con eso, he vuelto a sentir que este blog era ese rinconcito solo mío (y vuestro) con el que disfrutar.

Mi proceso de reconciliación con este blog

Pero me faltaba algo. Por un lado, darle un cambio al diseño anterior, que odiaba a muerte. Pero a muerte, eh. Muy profundo. Por eso, en parte, he escrito muy poco este último año. Porque me podía gustar mucho lo que os quería contar, pero el envoltorio me horrorizaba, así que acababa desmotivándome.

Tenía pendiente darle esa mano de chapa y pintura que me motivara a seguir escribiendo con más frecuencia. Y también quería hacer otra cosa que sabía que me iba a llevar incluso más tiempo: revisar tooooodas las entradas que había escrito desde que abrí el blog y cargarme todo aquello con lo que no estaba de acuerdo. Sí, habéis leído bien. TODAS. Las 177. Creedme que ha sido titánico. Pero necesitaba hacerlo. De verdad que ni era capricho ni uno de esos proyectos locos en los que me embarco cuando me sobra el tiempo (que no es el caso). Era auténtica necesidad.

De verdad que sí que lo necesitaba

Un blog es un diario de vida, en eso estamos de acuerdo todos. Y pasa con ellos un poco lo mismo que cuando vemos las fotos de nuestros estilismos de la adolescencia. Que decimos «¿pero en qué coño estaba pensando?». No os voy a engañar, la tentación de arrasar con casi todas las entradas antiguas fue grande. Pero, al final, me he dado cuenta de que no era eso lo que quería hacer, por mucho que hayan cambiado mis gustos literarios y mi forma de pensar en algunos aspectos de mi vida. Y eso me dio para una reflexión. Os lo voy a contar, aunque, en serio, no estáis obligados a seguir leyendo, porque esta entrada, más que ninguna otra cosa, es un desahogo enorme por mi parte. Me ha pillado intensa el tema, qué le vamos a hacer.

Decía que un blog es un diario de vida y, en la vida, las opiniones y los gustos van cambiando. Pobres de nosotros si no fuera así. Por eso no he borrado nada que reflejara lo que yo pensaba hace dos o tres años. Y eso que los cambios son muy muy profundos. Por un lado, porque yo soy de cambiar de opinión más que de bragas. Por otro, porque cuando empecé con este blog no tenía demasiada idea de novela romántica ni el gusto muy pulido, las cosas como son; he leído y aprendido en estos casi tres años lo que quizá otras personas llevan leyendo y entendiendo décadas.



Por eso, al releer entradas antiguas, me he descubierto a mí misma alabando novelas que hoy en día no me gustan nada. O que me dejan indiferente. Hablando maravillas de autoras que con el tiempo me han ido gustando cada vez menos; y quizá también lo contrario. Quizá no supe valorar a otras que, con el tiempo, se han convertido en mis favoritas. Hubo un día en que amé a Travis Maddox, aunque sé que hoy en día probablemente no pasaría de la página 3 sin pensar que es un machista de mierda. Porque el pensamiento también evoluciona (de nuevo, pobres de nosotros si no lo hiciera), aunque el mío nadie lo haya visto evolucionar porque hubo un día en que me dijeron que jamás dijera nada polémico porque me podía hacer perder lectoras. Como veréis, de eso también paso, teniendo en cuenta que acabo de insultar a Travis Maddox, cuando sé que la mayoría de la gente lo adora.

Y es que eso es lo que más me ha jodido de leer mis entradas antiguas. Que en las de una determinada época no era yo la que hablaba. Ojo, tampoco es que mintiera, de verdad que no. Si hubiera sido así, sí que habría arrasado con todo. Pero era una yo disfrazada. ¿Disfrazada de qué?, os preguntaréis. Pues yo os lo explico, que si ya habéis llegado leyendo hasta aquí, está claro que os gusta que me enrolle.

Sí, lo sé. Hoy he comido lengua. Culpa vuestra por aguantarme.

Pues era una yo disfrazada de vendedora de novelas. Qué vergüenza me da decirlo, joder. Actualizaba el blog y las redes de forma compulsiva para tener la presencia online adecuada. Seguía a rajatabla las normas de SEO (si no sabéis lo que es el SEO, probablemente vuestra vida sea más feliz), con lo cual conseguía entradas con muy buen posicionamiento en Google, pero que parecían escritas por un robot. Metía en los textos unas cuñas publicitarias de mis libros con la misma sutileza con la que un elefante caga sobre la nieve. Y, en el colmo de la bajada a los infiernos, me hice booktuber porque así me conocería más gente e hice el ridículo en un montón de vídeos.

Nunca es mal momento para un gif de Ryan Gosling, I know

Por cierto, el siguiente paso (y no creo que tarde mucho) será borrar todos esos vídeos y sus entradas correspondientes. Si no lo he hecho en esta remodelación, ha sido porque mi canal, incomprensiblemente para mí, tiene unos 400 suscriptores y me ha dado apuro. Y porque he sido incapaz de verlos de nuevo para comprobar si son tan terribles como los recuerdo en mi cabeza. Entre otras cosas, porque no sé quién cojones me creía que era para reseñar con una o dos estrellas a compañeras que han escrito novelas que, ok, no me gustaron, pero me lo podía haber callado. Me gusta (me encanta, de hecho) escribir cosas bonitas de novelas que os recomiendo; para criticar... mejor otros lugares.

¿Y sabéis lo más paradójico de todo y que descubrí demasiado tarde? Que las novelas se venden solas. Solo hay un truco para vender una novela: escribir algo que le guste al público. Así de fácil y de difícil a la vez. Ya lo dije una vez: cuando hacía todo lo que se supone que hay que hacer para tener una buena presencia online, no vendía un puñetero libro. Pasé de todo, publiqué Sangre y tinta, gustó y mi vida dio un giro radical. Ahora, me paso días enteros sin entrar a las redes y semanas sin actualizar el blog, pero escribo libros que (sabe Dios por qué) os gustan. Y si entro a las redes es para hablar con la gente, para recibir e intentar devolver el cariño a las lectoras, pero JAMÁS para venderos una moto de algo que no soy.



Resumiendo (que ya podía haber resumido antes, lo sé): todo lo que fui yo, la yo auténtica, en el pasado, se queda en el blog. Por más que me avergüence un poco de cosas que decía en aquella época, las pensaba, así que ahí se quedan, aunque un poquito pulidas. Lo que escribí porque creía (muy erróneamente) que servía para vender, usando técnicas de marketing que no niego que a otra gente le funcionen pero no son para mí... se han ido y no volverán

Puede resultar difícil de entender que los contenidos antiguos de tu blog te atormenten. Vamos, tampoco es que me quitara el sueño a diario, pero sí era una piedrecita en el zapato que me venía a la mente de vez en cuando. Pero, al fin y al cabo, este blog y mis redes sociales son mi ventana al mundo, son la imagen que todos tenéis de mí. Y por eso necesitaba, no solo que esa ventana estuviera un poco más bonita estéticamente, sino también que su contenido fuera lo más yo posible. Porque, aunque pueda parecer lo contrario, he tardado mucho en encontrar mi lugar en este mundillo, el lugar en el que me sintiera cómoda. Uno en el que pudiera hacer lo que más me gusta: escribir. Es más: escribir lo que me da la gana, cuando me da la gana. Ahora sí siento que estoy en él y estoy segura de que eso se notará en que actualizaré con más frecuencia (de hecho, ya tengo unas cuantas entradas pensadas para las próximas semanas). 

Perdonad el tocho-desahogo. Sois unos santos por seguir ahí. Espero que todos estos cambios no os decepcionen. La intención... es justamente la contraria.


  • Compartir:

Puede que te interese...

2 comments