Cómo configurar el Word para escribir nuestra novela

Escrito por Abril Camino - 14 diciembre


Hay una fase de la escritura de toda novela que nos pone los pelos como escarpias a (casi) todos los que tenemos un poco de experiencia: la corrección. Os lo digo yo, que soy autora pero también correctora, así que puedo dar mi visión desde los dos lados de la trinchera. Y si hay un principio que tengo muy claro, tanto como autora como en mis funciones como correctora es que «No es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia». Por supuesto, la corrección se compone de muchísimos factores, pero... hoy vamos a empezar por el principio.

Si vamos a tener un compañero inseparable desde el comienzo de nuestra aventura literaria, ese es, sin ninguna duda, el procesador de textos. En mi caso, utilizo Microsoft Word y creo que tengo dominados todos los trucos, así que os voy a hablar de cómo configurar el documento que se convertirá en ese proyecto al que dedicaremos toda nuestra energía.

Configurar Word
Un documento en blanco. El origen de toda la aventura.

Yo siempre parto de un documento principal, que es el que, después de las correcciones y todos esos pasos odiosos, será el manuscrito definitivo de la novela. Es decir, el que enviaréis a editoriales (si os decidís por la edición tradicional) o el que servirá de base para la maquetación (si decidís autopublicaros). Cuando escribí mi primera novela, no tenía ni idea de los criterios formales que debía seguir (ni de casi ninguna otra cosa, la verdad). Así que, cuando acabé de escribirla, me tocó un proceso de corrección eterno, además de un montón de cambios en la configuración del documento de texto, que me habría ahorrado si me hubiera molestado en buscar algo de información previa. Así que, en todo lo que he escrito desde entonces, el primer paso ha sido configurar el documento desde el principio, para no volverme loca luego.

¿Y cuáles son esas configuraciones? Pues las siguientes:
  • Interlineado doble: ¿por qué? Para empezar, porque agobia menos. Un borrador con interlineado sencillo os pone delante de la cara un montón de líneas y líneas que, al menos a mí, me angustian un poco. Hay más motivos: en alguna de las fases del proceso de corrección, tendremos que corregir sobre papel; es decir, imprimir el borrador y tirar de boli rojo. Y el espacio entre líneas será el lugar donde realizar las mil anotaciones que os vendrán a la cabeza (sí, sí, mil... tirando por bajo; si en cada proceso de corrección no os apetece corregir mil cosas es que estáis haciendo algo mal). Y, por último, porque el interlineado doble es un requisito habitual para presentar el manuscrito a editoriales, concursos literarios o, simplemente, a un corrector profesional. Ya que vamos a tener que hacerlo, mejor que sea desde el principio.
  • Si controláis mínimamente el procesador de textos (y, si no es el caso, mejor que os vayáis poniendo las pilas), sabréis que el interlineado no es lo mismo que la distancia entre párrafos (ambas cosas las encontraréis en el menú "Párrafo"). La distancia entre párrafos en el borrador debe ser cero. Ni espaciado anterior ni posterior. Esto nos sirve tanto para el documento principal como para las posteriores maquetaciones, así que –dado que, por defecto, suele venir activado– corred a eliminarlo.
Configuración por defecto
Esta será la configuración por defecto del menú Párrafo
  • Sangría de primera línea: su función básica es tener claro dónde empieza un párrafo, lo cual a veces puede ser confuso al haber eliminado el espaciado entre párrafos. Y, además, será otro de esos requisitos imprescindibles a la hora de enviar el manuscrito a editoriales o concursos. La que viene por defecto en el Word (1,25 cm en el mayoría de los casos) es perfecta para el documento principal, aunque si queréis ahorraros el paso de retocarla luego en la maquetación, podéis optar por una menor (alrededor de 0,7 o 0,8, por ejemplo).
  • Texto justificado: lo mismo que os he dicho en el punto anterior... Queda más mono, es el formato habitual en la presentación de manuscritos y, en general, da un aspecto más limpio al texto.
Configuración personalizada
La configuración personalizada si decidís hacerme caso
  • Numeración de página: si tenéis dos dedos de frente, esto se os habrá ocurrido a vosotros solitos, pero hay casos de gente un poco lerda que se olvida de poner el número de página y, a la hora de registrar la novela, tiene que pasarse su media horita en la oficina de Propiedad Intelectual numerando a mano. Le pasó a una amiga... Ejem...
  • Tipografía de palo cruzado: las tipografías de palo cruzado son aquellas que tienen pequeños adornos en los extremos de las letras. Recordad lo de pequeños, please, no queremos letras intrincadas que hagan justo lo contrario de lo que pretendemos. ¿Y qué es lo que pretendemos? Pues que el texto sea más eye-friendly o, lo que es lo mismo, más cómodo de leer. Todos tenemos nuestras tipografías favoritas y no suelen ser las de palo cruzado (al menos en mi caso), pero estudios muy serios y muy importantes que no me he molestado en buscar porque soy vaga, dicen que las tipografías de palo seco (Verdana, Calibri, Arial...) cansan más el ojo. Pues vale, me lo creo. Ejemplos de tipografías de palo cruzado: Garamond, Georgia, Times New Roman, Cambria... Además, por experiencia os digo que, cuando una editorial, un corrector o cualquier otro profesional del mundo editorial recibe un manuscrito con una tipografía de palo seco... su mente grita «¡Novato!» en voz muy alta. 
Tipografías
Los diferentes tipos de letra

Hay otras configuraciones opcionales que ya dependerán de vuestro dominio del procesador de textos. Eso sí, por ir avisando de las cosas con tiempo... si sois un poco torpes tecnológicos y poco más sabéis hacer que poner negritas y dos cosas más, y si además tenéis intención de autopublicaros (con el trabajo de maquetación que implica), quizá no sería mala idea buscar un cursito de ofimática. Que además os va a ser muy útil para buscar trabajo cuando asumáis que de esto de vender libros no se puede vivir.

A lo que iba... suponiendo que tengáis un dominio medio de Word, pueden ser útiles estas otras opciones (que yo uso de forma compulsiva, por cierto):
  • Estilos: sí, sí, esa opción que aparece en la parte superior y a la que jamás hemos prestado atención. Yo la utilizo para algo muy simple: marcar los títulos de los capítulos y así tener el documento organizado. Porque, cuando os venga una inspiración divina y queráis añadir algo al principio del capítulo ocho, en una novela de cincuenta capítulos, va a ser más cómodo tener una tabla de contenidos que os lleve rápidamente allí a donde queréis ir antes de que la inspiración desaparezca. Además, es la única manera de configurar el índice de forma automática.
  • Comentarios al margen: lo confieso, son mi auténtico vicio. Como tengo la (malísima) costumbre de releer y releer fragmentos anteriores mientras estoy escribiendo, siempre me vienen cosas que quiero añadir, eliminar o modificar. Así que ahí tiro de comentarios al margen. Mucho ojito con esto: a la hora de enviar a editoriales o concursos, por Dios y por la Virgen, acordaos de eliminarlos todos. Yo siempre vivo en el pánico a que acaben publicados comentarios míos de tipo «Amplía esta descripción, vaga de mierda» o «¿Pero qué mierda has escrito aquí, imbécil?» (sí, me hablo fatal a mí misma).
Y con esto, más o menos, ya estaría. Al menos, lo más básico. De verdad que son pasos muy sencillos que enseguida integraréis como parte de la rutina de escritura y ni os plantearéis escribir de otra manera (yo ahora pienso que mi primera novela la escribí en Arial y me estremezco). Aunque, no os voy a mentir, habrá algunos momentos, sobre todo cuando os equivoquéis en algún paso y la tecnología os juegue una mala pasada, en que lo único que desearéis será hacer esto:

Anhelos secretos

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