«Londres contigo»: 21 curiosidades entre bambalinas

Escrito por Abril Camino - 03 diciembre

«Londres contigo»: 21 curiosidades entre bambalinas


Bueno, bueno, bueno... Pues ya está aquí. Lleváis semanas pidiéndome la entrada sobre curiosidades, anécdotas y demás vida entre bambalinas de Londres contigo y al fin he podido sacar tiempo para escribirla. Son veintiuna pequeñas historias dentro de la historia que me apetece compartir. Ojo, que vienen con spoilers, así que os aconsejo que, si no habéis leído Londres contigo, dejéis la entrada aquí (pero que volváis después de leerla, claro). Venga, que os lo cuento todo:

1. Londres: Londres no es solo el escenario de esta novela. Es, en cierto modo, el comienzo y el final de todo. He dicho muchas veces a lo largo de estas semanas que toda la gente que me conoce bien llevaba años, desde que empecé a escribir, de hecho, preguntándome cuándo pensaba ambientar al fin una historia en Londres. Y yo respondía lo que siempre respondo a ese tipo de preguntas: que ya llegaría su momento.

London


Y su momento llegó cuando llegó el tema: la historia de una chica que toca en el metro y ese (y no cualquier otro) es su sueño cumplido. Cuando ese esbozo de trama me cruzó la mente, supe que había llegado su momento: esa sería la historia que ambientaría en Londres.

Tanto influyó Londres en todo que le he dedicado la novela a la ciudad. Claro que tampoco es la primera vez que me pasa: ya en En una casa blanca a la orilla del mar dediqué el libro a Vila Nova de Milfontes, el lugar en el que se ambienta. Creo que no hace falta que diga que son las dos historias en las que, para mí, el lugar donde se ubican es prácticamente un personaje más.


2. La música: el otro gran personaje de la novela, además sus protagonistas y Londres, es para mí la música. Quería que fuera algo más que unas canciones sonando de fondo, incluso algo más que la profesión de Laura. Mi intención era que se respirara cada una de esas canciones que Laura canta y Jamie escucha y también que hubiera una cierta reivindicación del sentido que Laura le ve a la industria musical que, como digo en los agradecimientos de la novela, se parece mucho al que yo le veo al mundo editorial.

Música


El sueño de Laura es cantar. Sin más. No sé si se ha entendido así, pero ese es uno de los subtemas de la novela: despojar las profesiones artísticas de todo lo externo. Como dice Laura en un determinado momento, seguramente ella es más feliz tocando en el metro de lo que puedan serlo Adele, Lady Gaga o Beyoncé subidas al escenario del Madison Square Garden. Yo sé que yo soy más feliz escribiendo de lo que probablemente lo sean muchos autores rodeados de fama, dinero y/o prestigio. Mucha gente puede no creérselo; yo misma escribí la historia de Laura sin saber hasta la última relectura que me identificaba tanto con ella. Hacer un trabajo que harías gratis y que te paguen por él lo justo como para que puedas comer y pagar facturas. Laura no necesita nada más con la música. Yo tampoco con las letras.

No fue suficiente esta vez con una sola lista de reproducción en Spotify. Tenía una provisional que escuchaba (compulsivamente) durante el proceso de escritura, pero, a la hora de ordenarla, me di cuenta de que esas cuarenta canciones que forman parte de los títulos de los capítulos no eran suficientes. Así que esos temas forman parte de la playlist principal, pero hay otra secundaria con el resto de canciones que me sirvieron de inspiración. Podéis verlas aquí:

 



3. ¿Cómo empezó todo? Pues... como suele ocurrir, por pura casualidad. En las navidades de 2018, entre Navidad y Nochevieja, me fui dos días a Madrid con mi mejor amigo. En un momento de esos días, íbamos en metro y entró una chica con una guitarra en el vagón. Cantaba muy muy bien (recuerdo incluso la canción; era El sol no regresa, de La quinta estación) y tenía un estilo muy personal. Y se la veía feliz, aunque quizá no lo era, quién puede saberlo.



El caso es que se me cruzo por la mente la primera semilla de la historia: una chica que canta en el metro y es feliz con ello. A partir de ahí, llegaron días frenéticos, de esos de obsesión que dispara la creatividad. Y así nació Jamie, la historia del pasado de ella, la del pasado de él, Sam, sus paseos por Londres, etc.


4. No todo es bonito en el proceso creativo. Y creo que lo feo también hay que contarlo, porque tampoco es que sea «feo» exactamente, sino un proceso de aprendizaje. Si me seguís un poco, sabréis que soy una firme defensora de que, cuanto más se planifique una novela antes de empezar a escribir, mejor irá todo (y se evitarán bloqueos). Yo no planifiqué lo suficiente Londres contigo. Apenas un par de semanas esbozando los puntos principales; me ardían tanto los dedos por la necesidad de contar la historia que empecé a escribir sin tener todos los cabos atados.



¿Qué significó eso? Que hacia la mitad aproximadamente de la trama tuve un bloqueo terrible. Sabía lo que quería contar, sabía a dónde quería llegar, pero no tenía ni idea de por qué camino hacerlo. Como yo me sé muy bien los consejos, pero me los aplico regular a mí misma, en vez de tomarme un respiro y ver el manuscrito con distancia, me forcé a seguir escribiendo. Hasta que llegué a un momento en que odiaba la historia. Tan desesperada estaba por sacarla adelante (llevaba ya unas 50.000 palabras escritas y no quería tirarlas) que me fui una semana a Oporto porque, en mi cabeza, sonaba completamente verosímil que un cambio de escenario vital me iluminara (spoiler: no funcionó).

Aquel viaje no resolvió Londres contigo, pero las horas paseando sola por la ciudad (porque el portátil ni lo encendí) me trajeron una vieja historia: la de una mujer que pasa por el momento más difícil de su vida y rememora lo mejor y lo peor de los veinticinco años que lleva junto a su marido. ¿Os suena? Con el tiempo, esa historia acabó siendo El ayer, nosotros y un mañana imposible.

¿Qué paso, entonces, con Londres contigo? Pues que tuvo que llegar su momento, de nuevo. La metí en el cajón, me atreví a leer lo que llevaba escrito unos cuantos meses después y lo pasé a dos lectoras cero de confianza. Les gustó, a mí también y me atreví a hacer lo que debería haber hecho desde el principio: planificar bien la segunda parte de la novela y volver a escribirla.


5. ¿Cuándo la escribí? Pues se me ocurrió la idea, como os decía, a finales de diciembre de 2018. Empecé a escribir a mediados de enero de 2019 y me bloqueé a finales de febrero (ahí llevaba la mitad del manuscrito, justo hasta el capítulo en el que suena Alma de blues; si habéis leído la novela, ya sabéis de qué hablo). La retomé en septiembre de 2019 y la acabé en noviembre de ese mismo año. El año que ha transcurrido desde ese momento hasta su publicación lo he dedicado a mejoras, correcciones, reescritura y todos los demás pasos del proceso de edición.

6. Solo hay dos novelas en toda mi vida que haya escrito con un parón grande en medio del proceso: esta y La petición de Olivia (a Olivia se le coló por medio En una casa blanca a la orilla del mar). Es muy curioso que, justo al mismo tiempo que me di cuenta de ese detalle, empezaron a saltarme a la vista un montón de similitudes más entre ambas novelas. La primera y más obvia es que son las dos únicas novelas de romántica adulta, si entendemos el género de forma estricta, que he escrito en los últimos años. Pero no se quedan ahí las casualidades.

La segunda similitud es que las dos tienen como protagonista a una mujer que tiene una curiosa relación con una profesión algo especial, una de esas con las que muchas niñas sueñan de pequeñas... y cuyas realidades son algo más amargas en la vida real; y ambas logran tener una relación con esta profesión en los términos que las hacen felices, mientras viven su vida en la ciudad de sus sueños. Podéis reíros de mí abiertamente, pero juro que no me había dado cuenta de esto hasta la última relectura del texto.


Y la tercera similitud es la maternidad/paternidad como tema secundario (o no tan secundario) de la historia. En La petición de Olivia, ya lo sabéis (y, si no la habéis leído, no os voy a hacer un spoiler de cómo es esa relación con la maternidad). En Londres contigo quería tocar el tema de la paternidad comprometida y tuve claro el personaje de Jamie en ese sentido desde el primer momento.


7. La portada: precisamente por todas esas similitudes, quise desde el principio que la portada tuviera un estilo similar a la de La petición de Olivia, es decir, una chica (de nuevo rubia, otra casualidad en la que no había pensado antes) mirando al infinito de la ciudad en la que se desarrolla su historia. El problema es que los bancos de imágenes no trabajan a pedido y mejor no os cuento la pesadilla que fue encontrar la foto que se adaptara a lo que yo tenía en mente. Como (casi) siempre que me atasco con una portada, tuvo que llegar mi amiga Alice Kellen a resolverme la papeleta; resolvió en diez minutos el follón en el que llevaba yo metida tres meses y creo que la portada, al final, ha quedado muy bonita. Mi única aportación fue crear el lomo y la contraportada, como decía antes, al estilo de la de La petición de Olivia, con el skyline de Londres bajo la sinopsis y un único color sólido en acabado mate.


Antes de que todo esto se me ocurriera, hubo una portada provisional de esta historia. Me gustaba, pero no acababa de convencerme que transmitiera el estilo de la novela en sí. Era esta:




8. El título: esa tampoco fue una papeleta fácil. Ya he contado alguna vez que yo con los títulos no tengo término medio: o se me ocurren a la primera y me parecen perfectos o me paso meses con varias opciones rondando la cabeza y sin que ninguno me acabe de convencer. Londres contigo fue de los segundos. Fue el primer título que barajé, pero tenía metida en la cabeza una idea: quería que en el título aparecieran Londres y la música, así que hubo un montón de opciones B: «La voz de Laura», «La voz de Londres», «La voz de Laura en Londres», «La música de Londres»... Todos me sonaban fatal, en realidad, más feos que Londres contigo, así que acabé quedándome con la primera versión.

9. ¿Conozco todos los lugares de Londres que menciono? Esta es la pregunta que más me habéis hecho desde que Londres contigo salió a la venta. Y la respuesta es... no, pero casi. Nunca he podido estar en el carnaval de Notting Hill (aunque conozco bien el barrio) y no creo que llegue a conocerlo, porque nunca viajo en julio y agosto. Tampoco he estado (aunque me muero de ganas) en el templo hindú de Shri Swaminarayan Mandir; queda demasiado lejos del centro, no especialmente accesible, y mis últimas visitas a Londres han sido cortitas, así que no me ha dado tiempo. Y tampoco he cenado nunca en el restaurante privado 10 de Greek Street, aunque conozco a gente que sí lo ha hecho y también me encantaría probarlo. El resto de localizaciones las conozco todas.




10. También me habéis preguntado mucho si hay anécdotas reales que me hayan pasado a mí en Londres entrelazadas en la historia de Laura y Jamie. La respuesta es sí... pero no os voy a contar cuáles. En el apéndice ya cuento tanto de mi propia historia con la ciudad que me da hasta pudor. Sí puedo confirmar que la anécdota que Jamie le cuenta a Laura sobre su metedura de pata en el entierro del padre de una de sus jefas le pasó a un amigo mío, me lo contó justo en el mismo lugar en que Jamie se lo contó a Laura y le juré que algún día lo escribiría en una novela (se lo juré cuando conseguí parar de reírme, que por poco no me hago pis en medio de la City).

11. Musos: creo que he contado alguna vez que no me encanta el tema de los musos. Creo que parte de la magia de leer está en imaginar a cada persona como nos parezca que es en nuestra cabeza (aparte de que no me gusta mucho eso de abusar de la promoción con fotos de tíos buenos por razones ideológicas). Además, en mi caso, los personajes de las novelas que escribo suelen tener un aspecto físico totalmente claro en mi cabeza, pero... también totalmente inventado. Ni se suelen corresponder con alguien famoso ni tampoco con alguien de la vida real. Eso es lo que me ocurrió con Laura. Yo la veo en mi cabeza, y ojalá tuviera un mínimo de talento para saber dibujarla. En la promoción y en el tablero de Pinterest he usado la imagen de Avril Lavigne, porque me pareció que era lo más parecido a mi imagen mental, pero no es exactamente ella.



En cambio, con Jamie lo tuve claro desde el minuto uno: el muso sería Matt Bomer. Aunque en realidad no es Matt Bomer, sino, como le ocurre a Laura, su personaje en White Collar, Neal Caffrey. Así que, por primera vez en muchísimo tiempo, tuve un muso claro durante todo el proceso de escritura.




12. Ese tatuaje: el tatuaje del skyline de Londres que Laura y Jamie se hacen en un estudio de Notting Hill es un viejo proyecto que lleva más de una década en mi cabeza. Siempre he querido hacérmelo allí, in situ, en Londres, y esa es la causa por la que aún no ha pasado, porque nunca tengo tiempo en mis viajes para ello (y en este momento ni siquiera ir a Londres es una opción). Pero... no descartemos nada.

Tatuaje skyline Londres



13. En mis novelas, muchas veces la gente que me conoce busca (o cree encontrar) matices autobiográficos que, en el 99% de los casos, son tiros completamente errados. En realidad, lo que pueda haber en mis historias de mi propia vida suelen ser solo detallitos, conversaciones mantenidas con alguien o cosas así. En el caso de Londres contigo, he rescatado una conversación que he tenido un millón de veces con mi mejor amigo, la misma que Laura tiene con Jamie mientras cenan en el 10 de Greek Street sobre el góspel y Whitney Houston


En mi familia somos muy fans del góspel, después de varios viajes a Estados Unidos en los que hemos asistido a misas impresionantes, y también porque en Coruña todos los años se organiza un concierto navideño de góspel (este año nos lo perderemos, claro, snif snif) y vamos como fanáticos a la primera fila. Y toooodas las veces que escuchamos un concierto de góspel, en vivo o streaming, hacemos el mismo comentario: «¿Os imagináis lo que tenía que ser entrar en una iglesia cualquiera un domingo y que la voz principal del coro fuera Whitney Houston?». Así que eso... tenía que decirlo Laura también.

14. Si habéis leído más novelas mías aparte de esta, ya os habréis dado cuenta de que hay dos iconos que siempre acaban por colarse en la trama, de una manera o de otra: Harry Potter en lo literario, Queen en lo musical. Os juro que he llegado a un punto en que considero todo un éxito acabar un manuscrito sin haberlos mencionado. En Londres contigo no ocurrió eso, por supuesto. Estando en Londres, era imprescindible que Jamie y Laura recorrieran los escenarios relacionados con la película, como Leadenhall Market o el andén 9 3/4 de King's Cross. Y siendo la música un tema importante en la trama... cómo no iba a cantar Laura Love of My Life, que con los años ha ido convirtiéndose en uno de mis temas favoritos de Queen; y cómo no iban a ir juntos a investigar Garden Lodge, la que fue la casa de Freddie Mercury en la ciudad. Prometo moderarme en próximos libros (no).

Garden Lodge



15. Varias personas me comentaron si la historia de Laura en Madrid, antes de llegar huyendo a Londres, estaba inspirada en Aitana y Cepeda. Incluso una lectora cero más vintage me preguntó si lo estaba en Chenoa y Bisbal. Y la respuesta es... no. No veo prácticamente nada de tele (y absolutamente nada de realities o talent shows), así que sé quiénes son Aitana y Cepeda de puro milagro, pero creo que si me los cruzara por la calle no los reconocería. Sobre Chenoa y Bisbal sí sé algo más, que ese chándal gris es historia pura de los 2000, pero no, no hay inspiración en ninguno de ellos. Simplemente quería hacer una crítica de todo lo que, en mi opinión, apesta en la industria cultural y del entretenimiento, y las vivencias de Laura son justamente eso, algo inspirado en la realidad de cómo funcionan algunas cosas, pero no en personas concretas.

16. Ese cameo: hacia el final de la novela, quienes hayáis leído Imposible canción de amor habréis reconocido a ese amigo que Jamie hace durante sus vacaciones en Asturias, en un pueblo llamado Trevijo. Ese cameo de Hugo no estaba planeado. Tenía claro desde el comienzo que quería introducir el tema de la emigración, que tan bien conocemos en Galicia y otras zonas de España. Elegí Asturias al azar como lugar de origen de los padres de Jamie, porque Galicia siempre me resulta demasiado personal y Asturias es un lugar que conozco bien. Y cuando ya estaba escribiendo me di cuenta de que sería perfecto que ese amigo al que Jamie se confiesa durante sus vacaciones tras la ruptura con Laura... fuera Hugo.

Hugo


Algunas personas me han preguntado si eso significa que hay que leer una novela para entender la otra, y la respuesta es que no. Si lees Londres contigo sin haber leído Imposible canción de amor, Hugo te parecerá un secundario más; no hace falta conocer su historia para entender las cosas que le dice a Jamie cuando este le pide consejo. Y si quieres leerla después, tampoco hay spoilers. Me tocó hilar muy fino para que Hugo le hable a Jamie de su propia vida sin que se desvele el conflicto de Imposible canción de amor.


17. Mi drama con los nombres, I. Tengo que confesarlo: se me da realmente mal recordar qué nombres de personajes he usado en otras novelas, incluso los más evidentes. Mi cerebro, simplemente, los borra, no me preguntéis por qué. Para solventar eso, hace ya tiempo me hice una especie de registro con todos los nombres que voy utilizando, para no repetir (o no tanto, al menos). ¿Que por qué os cuento esto? Porque, cuando elegí el nombre de Laura, estaba convencida de que nunca lo había usado antes. A pesar de que, desde que publiqué La petición de Olivia, muchísima gente me ha pedido la historia de la mejor amiga de Olivia, que se llamaba... ¡Laura!

Laura (La petición de Olivia)

He de decir una cosa en mi defensa. Laura, de La petición de Olivia, para mí siempre fue «Lora», o sea, la pronunciación de Laura en inglés, ya que ella era americana. En cambio, con la Laura de Londres contigo, al ser española, la pronunciación es diferente, así que mi cerebro no lo registró como coincidencia. Mi miedo, una vez que la novela ya estaba lista para publicar, era que alguien pensara que era una secuela de La petición de Olivia, que fuera esa historia de la Laura neoyorquina que no tengo intención de escribir, pero, por suerte... no ha sido así. 


18. Mi drama con los nombres, II. Sí, sí, hay segundo capítulo de esto. El hermano de Laura, ese al que cualquiera que haya leído la novela debe de odiar, se llamó Miguel hasta la ultimísima relectura del manuscrito. Como ya os he contado antes, escribí El ayer, nosotros y un mañana imposible en el parón que tuve en la escritura de Londres contigo, así que no llegué a registrar en ese listado de nombres que tengo los que aparecían en estos dos manuscritos. De ahí que repitiera el nombre de Miguel (sobre lo de mi ausencia de cerebro ya hablamos otro día). Pero no solo lo repetí: es que los dos Miguel eran hermanos de la protagonista y tenían cierta relevancia en ambas tramas. Así que, finalmente, cambié el nombre del hermano de Laura, que se llamó Sergio en la versión final.

19. Laura y Jamie hablan en español. Esto me lo han preguntado un par de personas después de leer la novela. Ya su primer acercamiento, aquel «Buen trabajo» que fue el comienzo de todo, lo pronunció Jamie en español. Y a lo largo del texto hablan un par de veces sobre el idioma en que se sienten más cómodos; Jamie no lo tiene claro, pero se va dando cuenta de que algunos de sus instintos más primarios le salen en español; Laura reconoce que siente menos nostalgia cuando habla con él en su idioma natal. Así que el misterio está resuelto: entre ellos hablan en español a lo largo de toda la novela.

Laura y Jamie



20. En estas entradas sobre las bambalinas de mis novelas me gusta humillarme un poco a mí misma, que es algo que se me da bastante bien. Y es que tengo una tendencia pavorosa a cagarla en lo más fácil. ¿Recordáis cuando me dediqué a publicar por todas partes una portada errónea de En una casa blanca a la orilla del mar? (Os lo conté en esta entrada). Pues, en esta ocasión, la lie con la sinopsis. Una sinopsis que había leído más de mil veces y que habían revisado mis siete lectoras cero varias veces también. Pues tenía dos erratas, DOS, en el mismo p*** párrafo. Y así la publiqué en redes, momento en el cual me empezaron a llegar mensajes de lectores preguntándome si eso estaba mal o ellas no habían sabido leerla. Os juro que me entran escalofríos cada vez que publico algo importante y, al momento, me llegan muchos mensajes privados; suele ser sinónimo de «La has cagado de nuevo, Abril, enhorabuena». 


21. Es una novela autoconclusiva: también me habéis preguntado mucho si habrá una secuela de Londres contigo, especialmente una con la historia de Sam y Eva. Y, de nuevo, la respuesta es no. Que los hijos de Jamie y Hugo coincidan en Trevijo de la misma manera en que lo hacen sus padres es un guiño, simplemente. Me habréis oído decir mil veces que no me gustan demasiado las series, las sagas ni las secuelas, ni como lectora ni como escritora; y esta no iba a ser una excepción. Si a una idea he conseguido ser fiel a lo largo de toda mi trayectoria es a no escribir una historia que no me llega, y sobre Sam y Eva... no sé nada. Al fin y al cabo, solo los he conocido como niños, ni siquiera llegan a ser adultos en mi cabeza en ningún momento. Además, creo que parte de la magia de leer es que cada lector imagine lo que vendrá a continuación, así que lo que tenga que ser con Sam y Eva... mejor que cada cual lo imagine como más le gustaría.

Y creo que esto es todo. Seguro que se me han quedado algunas anécdotas en el tintero, así que, si os pica la curiosidad, preguntad libremente en los comentarios y os lo cuento (casi) todo 😊. Como siempre, ¡muchas gracias por leerme!

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