«El ayer, nosotros y un mañana imposible» entre bambalinas: 17 curiosidades (in)confesables

Escrito por Abril Camino - 25 mayo

«El ayer, nosotros y un mañana imposible» entre bambalinas: 17 curiosidades (in)confesables

Pues ha llegado el momento. Uno de mis favoritos de la publicación de cada novela: el de contaros los secretos entre bambalinas de la creación de El ayer, nosotros y un mañana imposible. En esta ocasión, algunas de las cosas ya las sabréis quienes me hayáis seguido en los diferentes directos de Instagram que he hecho durante la cuarentena, porque cuando me tiráis de la lengua... siempre acabo desvelando secretos. Voy a contaros unas cuantas cosillas sin spoilers; creo que esta entrada la disfrutará más quien haya leído la novela, pero, si no lo habéis hecho, aquí no encontraréis nada que os estropee el misterio. Vamos allá:



1. El título. Ay, el título. No sabéis qué drama fue ese. Literalmente, estuve más meses dándole vueltas que escribiendo la novela. Hubo chats específicos para ello. Hubo encuestas, votaciones y hasta portadas provisionales con todos los títulos que tenía en la lista. Llegaron a ser diecisiete.

El ayer, nosotros y un mañana imposible

Hubo un primer título, mientras escribía, que me gustaba, pero no me acababa de encantar. Era Mientras todo se acaba. Me gustaba, repito, y define muy bien la trama de la novela, pero... me parecía que le faltaba algo. ¿Cómo surgió El ayer, nosotros y un mañana imposible? Pues... LO SOÑÉ. ¿Os parece fuerte? Pues más fuerte es que el título de mi siguiente proyecto (uno que está ahora en proceso) TAMBIÉN LO SOÑÉ. Es una locura, lo sé.


2. ¿Cómo surgió esta idea? Me lo habéis preguntado mucho. El proceso de creación de El ayer, nosotros y un mañana imposible ha sido raro y diferente a todos los que he vivido. Fue algo así: yo tenía dos ideas en la cabeza desde hace algún tiempo. Una era una novela romántica de manual, de una pareja que llevan juntos toda su vida y les pasan cosas (hasta ahí puedo leer). Otra era la historia de una persona (no sabía aún si hombre o mujer) que recibe la noticia de que a su pareja le queda poco tiempo de vida. Eran dos de esos tres mil proyectos que tengo en una carpeta perdida en el portátil, sin más.


En enero de 2019 empecé un proyecto ilusionadísima. Me habréis oído hablar de él alguna vez en mis redes como «Proyecto Londres». Durante un mes, escribí como una loca, emocionadísima y, de repente... se esfumó la inspiración. Me pasé dos semanas intentando retomar aquella historia, pero cada vez que me sentaba delante del portátil me daban los siete males. No fluía. Así que ya, como último cartucho, me fui una semana a Oporto, pensando que un cambio de escenario me devolvería a la senda de aquella historia. No llegué a sacar el portátil de la maleta. Pero... mientras paseaba sola por una de mis ciudades favoritas del mundo, algo me hizo clic en el cerebro. Eran esas dos historias de las que os hablaba antes (la novela romántica sobre una pareja que llevan muchos años juntos y la historia de una pareja que se enfrenta al final de la vida). Y así surgió El ayer, nosotros y un mañana imposible: como sabréis, esa novela romántica se corresponde con los capítulos del pasado y la historia de pérdida, con los del presente.

* Por cierto, el «Proyecto Londres» lo retomé meses después y está ahora en el cajón esperando su momento de corrección, relectura, etc.


3. ¿Cuánto tardé en escribirla?, esa es otra de las cosas que siempre queréis saber. Poco, muy poco. Cuando volví de aquel viaje a Oporto dediqué un día loco, eterno, agotador y precioso a cuadrar todo lo que tenía (de esa novela romántica que ahora son los capítulos del pasado había llegado a escribir 40.000 palabras). Y entonces empecé a escribir. En escribir el primer borrador (de ahí a la novela final quedaba mucho trabajo), tardé diecinueve días. Diecinueve días a una media de dieciséis o dieciocho horas diarias, sin pensar en ninguna otra cosa, sin ver a mis amigos ni a mi familia, sin hacer NADA que no fuera escribir y pensar en ellos (excepto dormir... y solo a ratos).



4. Suelo ser bastante valiente con lo que escribo. No es siempre algo positivo, a veces soy un poco temeraria. Pero con esta historia tuve unos meses muy muy cobardes. Acabé de escribir el borrador a finales de febrero de 2019. Como siempre hago, metí el archivo en el Kindle para pegarle una relectura rápida antes de dejarla reposar y meterme después con el proceso de corrección.


Solo que nunca llegué a hacer esa relectura. Bueno... «nunca», no. No me atreví a hacerlo hasta finales de octubre, ocho meses después de acabar de escribir. La causa era que había acabado de escribir con muy buenas sensaciones, las mejores de mi vida. Y tenía terror a que, al releerla, me pareciera una mierda. O, si no una mierda..., algo mucho más mediocre de lo que esperaba. Al final, hasta me había olvidado de que seguía en mi Kindle. Hasta que un día lo encontré, me atreví... y lo leí del tirón. Voy a ser sincera y decirlo: me encantó. Se me quitaron (casi) todos los miedos. Y para no caer en el riesgo de volver a acobardarme, a las siete de la mañana, después de toda la madrugada leyendo, se la envié a Alice Kellen. No sé por qué la elegí a ella de entre todas mis lectoras cero, pero sí que le mandé un mail tipo «Te mando esto antes de que me arrepienta; si la odias, por favor, dímelo suavemente» 🤣. 


5. Mis lectoras cero no la odiaron. Para la mayoría, es su novela favorita de todo lo que he escrito. Y creo que, sin ese aliento, toda la experiencia de publicación habría sido muy diferente. Mucho peor. Al final, a pesar de todos los miedos intermedios... es la novela que he publicado con mayor confianza en que había escrito el libro que quería.



6. La portada fue otro buen dolor de cabeza. Tuve claro desde el principio que no quería una portada de imagen, ni foto ni ilustración, sino fundamentalmente tipográfica. Al final me decidí por ese diseño casi la primera vez que lo vi, aunque luego dar con los colores, con el tipo de letra, etc. fue una buena pesadilla. Ahora que ya todo ha pasado, la verdad es que estoy bastante contenta con el resultado.

Portada de El ayer, nosotros y un mañana imposible


7. Me preguntáis también mucho si me gustan más los capítulos del presente o los del pasado... y la verdad es que no sé qué responder. Creo que eran más difíciles de escribir los del presente, en el sentido de conseguir que una historia tan triste no fuera oscura. No os podéis imaginar las alegrías que me llevo cada vez que leo un comentario de que la novela os ha hecho reír a carcajadas, porque creo que ese toque de humor, de cotidianeidad familiar, es lo que más me gusta de la trama. Pero reconozco que escribir los capítulos del pasado fue muy bonito. Lena es más o menos de mi edad (yo nací en 1980 y ella, en 1978), así que esos recuerdos de la adolescencia, todo lo externo, el ambiente, las cosas que hacíamos entonces, la música que sonaba... son compartidas. Y esa nostalgia me hizo sonreír mucho mientras escribía.



8. Decía antes que sobre la historia de amor de Javier y Lena (en el pasado) tenía escritas 40.000 palabras desde hacía tiempo. En concreto, desde un año antes de empezar a escribir El ayer, nosotros y un mañana imposible, desde febrero de 2018. En esas fechas, pasé un muy mal momento personal, por razones que no vienen al caso. Escribir muchas veces ha sido terapia y lo mismo ocurrió entonces. Tanto que alcancé las 40.000 palabras en apenas dos semanas. Luego, abandoné ese proyecto porque no sabía muy bien cómo continuar y esas 40.000 palabras se quedaron en el cajón durante un año. Un año en el que pensé muchas, muchísimas veces que iba a desperdiciar las mejores 40.000 palabras de mi vida, porque las había escrito con las tripas y sabía que eran buenas.


Cuando todo encajó... las recuperé. Tuvieron que sufrir muchas modificaciones, porque la historia de Javier y Lena ya no era la que yo había contado en esas palabras y había que cuadrar muchas otras cosas (acabaron reducidas a 27.000, más o menos). Para no hacer spoilers, diré que son los capítulos correspondientes al conflicto importante de la parte del pasado.


9. Pocas veces en la vida he enloquecido tanto escribiendo, como decía antes. Hubo un fin de semana especialmente crítico para mi salud mental. Siempre digo que mi parte favorita del proceso de escritura suele llegar más o menos por el medio. Al principio, suelo estar dubitativa, en busca de la voz de los personajes y el narrador; hacia el final... normalmente estoy ya deseando acabar. Pero por el medio... soy feliz. Ese fin de semana coincidió ahí, justo en el medio de la escritura del borrador. No podía parar de escribir. Literalmente.

Tan literalmente que no me fui a la cama. Empecé un sábado por la mañana a teclear y solo lo dejé cuando los ojos se me caían, a las seis o las siete de la mañana; me tiré en el sofá, con el portátil cerquita, y fue como una pequeña siesta. A media mañana continué y di por terminado el atracón cuando ya era lunes. Lo conté en Twitter, porque me gusta mucho que todo el mundo sea consciente de mis desequilibrios mentales 🤣🤣



10. La fecha de publicación de la novela no iba a ser ese 7 de mayo en que al final vio la luz. Tuve claro desde muy pronto que quería presentar esta novela al Premio Literario Amazon, que todos los años se desarrollaba en julio y agosto, así que mi fecha de lanzamiento iba a ser el 2 de julio. Ya he contado alguna vez que soy una psicótica de las fechas, las coincidencias y los símbolos y el 2 de julio de 2020 era jueves (siempre siempre siempre publico en jueves), es el día del cumpleaños de Elena (y por lo tanto, su aniversario con Javier), es el día intermedio del año (el que queda justo en medio) y, además, es el décimo aniversario de mi boda. SEÑALES. Pero vamos... que el 7 de mayo también es muy bonito (NO).



11. Cuando estaba ya casi acabando de escribir la novela, me di cuenta de que «Mateo y Dani» suena muy bien, pero «Dani y Mateo» suena a ¡Dani Mateo! Por suerte, siempre los menciono de la otra manera (que es la que cuadra por edad), porque me sonaba muy muy mal.



12. Y hablando de Mateo... creo que a nadie se le escapará que es mi personaje favorito de la novela. Pero con diferencia, además. Me habéis preguntado mucho si habrá una novela para él y... la respuesta va algo más allá de un sí o un no. ¿Una novela con Mateo como protagonista? Eso lo tengo claro: no, no la habrá. Pero... No solo es el personaje favorito de la mayoría de personas que han leído la novela, también el mío, como ya he dicho mil veces. Así que, después de la última relectura de la novela antes de publicar... no me podía despedir. Es así, no-po-dí-a. Así que... me reencontré con él.


Sí, hay escrito un relato de unas 10.000 palabras con Mateo como protagonista. Por el momento, mi plan es incluirlo en un libro de relatos que llevo tiempo escribiendo y que no sé cuándo publicaré (porque no está completo, entre otras cosas). Cuando llegue ese momento, Mateo volverá fugazmente, en una historia que nada tiene que ver con el Mateo al que conocemos (la trama se desarrollará unos cuantos años después y ya no será un adolescente). Pero cada cosa tiene que ir a su ritmo y ese momento... no ha llegado aún.


13. Tengo muy claras cuáles son mis escenas favoritas de la novela. Hay una que destaca por encima de todas, que es esa conversación entre Mateo y Elena en el porche de su casa el día que él cumple dieciocho años. Y no digo ninguna más porque eso sí que sería spoiler y... mejor dejar algo a la imaginación.



14. Me preguntáis mucho por musos. En esta ocasión, no los hay. He usado algunas imágenes random de Pinterest para la promoción, pero lo cierto es que yo escribí la novela sin tener una imagen concreta de Elena y Javier en mente (o sea, sí la tenía, pero solo existe en mi cabeza, no se corresponde con nadie conocido ni nada por el estilo). Así que, en esta ocasión, creo que lo más bonito es que cada lector se los imagine de una manera diferente.



15. He vuelto a Madrid en esta novela. No sé por qué, siempre que una historia contemporánea me pide ambientación en España... acabo en Madrid. Siempre tuve claro que esa ciudad sería el escenario de la historia de Elena y Javier, de lo bueno y lo malo, de todo lo que les tocó vivir. Eso trajo alguna anécdota curiosa, como que esa escena en la que ellos recorren Madrid en coche (ya sabéis cuál) me la estropearan las limitaciones de Madrid Central (salí como pude del apuro).



16. Ya sabéis que hay novelas mías en las que la música tiene una importancia crucial en la trama (la Saga Destino o Imposible canción de amor, por ejemplo). Y en otras ni siquiera suena (Te quise como si fuera posible o La vida después de ella). Aquí ocurre algo intermedio. La música me retrotrae a los capítulos del pasado, a la música que fueron escuchando ellos a lo largo de todos los años de su historia de amor. Y, sin embargo, si tuviera que elegir una única canción que me recuerde a la historia sería Piano Man, de Billy Joel, que, además de ser un temazo, suena en un momento concreto de la trama que la hace inolvidable para mí (quienes la hayáis leído... sabréis de lo que hablo).



17. Algo que también suele ser recurrente en mis novelas son los tatuajes. En esta hay algunos muy significativos, pero hay uno... uno especial. Hace tiempo conté, en una entrada sobre Los tatuajes de mis novelas, que mis personajes y yo compartimos varios tatuajes. Pero hay uno, un avión de papel que siempre pensé que habría sido perfecto para Ada (de Imposible canción de amor) por su relación con los viajes, pero me olvidé en su día de usarlo y... estaba claro que estaba esperando una ocasión más especial. Ese tatuaje... tenía que ser para él.



Y eso sería todo, que no es poco. Muchísimas gracias a todos los que hayáis llegado leyendo hasta aquí. Me ha encantado compartir un poquito de todo lo que ocurrió desde el día en que Javier y Lena llegaron a mi cabeza hasta ahora, más de un año después, en que al fin son todos vuestros. No tengo otra manera de agradeceros la increíble acogida que les estáis dando. Sois los mejores lectores del mundo 💖

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