Feminista, escritora de novela romántica y editora en una revista de moda. Sí, es posible.

Escrito por Abril Camino - 12 enero


Hace aproximadamente dos años que me dedico a escribir novela romántica. He publicado ocho novelas desde entonces. Hace aproximadamente un año que trabajo en Trendencias, que, por si no lo sabéis, es una publicación online de moda y lifestyle que lo mola todo. Y hace como treinta y seis años, más o menos, que soy feminista, incluso aunque en algunos momentos de mi vida aún no supiera que lo era. Y, ahora, por favor, borrad de la biografía anterior los dos primeros puntos o el último, porque los censores de la moral habituales han decidido que esos conceptos son incompatibles. Vaya por Dios. Toda la vida flipándonos con ser libres y resulta que seguimos siendo unos gilipollas etiquetadores. Bueno, seguimos no. Siguen algunos.

Sí, se puede ser feminista y escribir sobre moda. Y sobre viajes. Y sobre pintalabios. De hecho, diferenciar perfectamente dos tonos de pintalabios rojos que al ser humano normal le parecen exactamente iguales puede ser una forma muy bonita de homenajear a toda mujer que a lo largo de la historia escuchó cómo la llamaban puta por pintarse los labios de rojo. Y coger una maleta y reconocer que me hacen los ojos chiribitas en el Quadrilatero d'Oro de Milán o en Bergdorf Goodman en Nueva York, viendo ropa que probablemente nunca me pueda comprar, me parece una maravillosa manera de recordar que hubo un tiempo, no muy lejano, en el que una mujer no tenía la capacidad legal para coger una maleta e irse a donde le diera la gana.



Hay muchas maneras de escribir novela romántica. Se pueden crear personajes como Christian Grey o Hardin Scott y convencer al mundo de que el amor se basa en los celos y la posesión. O se puede escribir sobre relaciones sanas, modernas y realistas. Todas son lícitas, por supuesto, no seré yo quien ponga etiquetas cuando justo esta entrada va sobre lo contrario. Y, no nos engañemos, no es esta la entrada en la que me apetece hablar sobre si la literatura tiene una función didáctica. Me da pereza, más que nada. Pero asumir que solo por escribir novela romántica se están perpetuando roles dañinos para la igualdad me parece, eso sí, sexista en sí mismo.

Hace unos meses, como ya conté en otra entrada, viví una temporada de trolleo en mis artículos en Trendencias. Coincidió con San Valentín y con una serie de artículos que escribimos en la revista sobre películas románticas y ese tipo de cosas cuquis. Me tacharon sistemáticamente de machista (sí, sistemáticamente, porque los trolls son gente con mucho tiempo libre). Y muchos añadían la coletilla «qué esperabais, si es escritora de novela romántica, ahora lo entiendo todo». No, no entiendes una mierda, campeón. Ni el amor está reñido con la lucha por la igualdad, ni escribir novela romántica, como concepto, me convierte en una perpetuadora de roles patriarcales. Cómo lo voy a ser, si la mitad de lo que escribo, hasta hace poco tiempo, o aún hoy en según qué lugares del mundo, tendría que publicarlo anónimo o me costaría una lapidación.




Sí, he escuchado muchas veces que mis dos ocupaciones principales son incompatibles con el feminismo militante. Y lo peor, lo peor, peorcísimo de todo es que los expertos en este comentario son todos unos modernos. Sí, sí, de los de camisa abotonada hasta el cuello, gafas de pasta sin graduación y abonos para el Primavera Sound. Los que dan lecciones de literatura porque han leído Juego de tronos antes de ver la serie y alguna vez les ha caído en la mano algo de Bukowski. Y no, no quiero etiquetar. Pero me toca soberanamente las pelotas que desprecien un género literario en el que, como en todo, hay bueno, malo y regular. O unas publicaciones en las que se habla de moda, que es algo muy enemigo de la lucha feminista, pero no se han enterado de que la camisa abotonada hasta el cuello o las gafas de pasta son... sí, lo habéis adivinado, MODA.

Yo también tuve la época de feminismo machista. Sí, así lo llamo ahora. Feminismo machista. Cuando se empezaba a hablar de cuotas y a mí me parecía proteccionista y patético, porque yo quería conseguirlo todo sola: tener dos carreras, hablar cinco idiomas y pelear en una lucha injusta por un puesto de trabajo o un salario igualitario con alguien que no tenía que tener todo eso, sino, simplemente, haber nacido con pene. O la época en que creía que un tacón de aguja o un pintalabios eran enemigos de la lucha porque, si quería los mismos derechos que un tío, debía vestir como ellos (las fotos de mi época machorro, entre los 14 y los 18, más o menos, permanecen sabiamente guardadas bajo llave).


Qué bien lo hicieron los que nos convencieron de ello. A veces el patriarcado es jodidamente brillante. Esa imagen de las feministas como mujeres que no nos depilamos las axilas, no leemos nada que se salga del esquema Virgina Woolf-Sylvia Plath-Toni Morrison (y sí, las he leído a las tres y me encantan, que nadie vaya a pensar que esto es un menosprecio) y no nos emocionamos con un gesto romántico porque, por Dios, ¡somos feministas!... es un gran enemigo. Porque nos obliga a elegir. A elegir entre dos cosas que probablemente nos gustan (o no): entre los pintalabios y la lucha contra el patriarcado; entre los tacones y la defensa de la igualdad de derechos; entre Bridget Jones y las sufragistas. Y no me da la gana. No, no y no. Si de algo han servido las miles de vidas perdidas en la lucha es para que no tengamos que elegir, joder

Hoy pensaba hablar de algo diferente en este blog. A veces tengo la sensación de que pospongo eternamente el anuncio de mi próxima novela (bilogía, en realidad), pero es que siempre me surgen otras cosas de las que hablar. Y me enfada mucho conmigo misma que esas cosas de las que hablar, ajenas a mis novelas, siempre surjan de un calentón. Ayer tuve que aguantar que alguien me dijera que no estoy capacitada para hablar de feminismo cuando me dedico a dos cosas tan patriarcales como escribir sobre amor y sobre moda. Pues muy bien. La próxima vez que alguien reparta las licencias sobre de qué podemos y de qué no podemos hablar las mujeres, que me avisen. Que eso sí es libertad, al parecer.



(PD: Prometo que la semana que viene, ya sí de verdad de la buena, os hablaré de mis próximas novelas, con fecha de publicación y todo. Gracias por la paciencia cuando me pongo intensita).

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