La piratería, capítulo 1: Mi opinión sobre el asunto

Escrito por Abril Camino - 15 septiembre


Lo decía hace algunas semanas. En algún momento, me sentiría con ánimos para escribir sobre piratería, aun a riesgo de ofender a alguna gente, que de todo hay en la viña del Señor (y, en internet, ni te cuento). El pistoletazo de salida a este post fue un debate que se armó en Twitter hace unos días, a raíz de las protestas de la escritora (y, sin embargo, amiga) Rebeca Rus sobre el hecho de que su libro estuviera disponible ilegalmente solo unos días después de su salida a la venta. Aquí podéis seguir el hilo completo de tuits, que merece la pena, de verdad, aunque solo sea para comprobar el nivelazo al que hemos llegado como consumidores / piratas / yoquécoñosé:


(Hablando de todo un poco, la novela de Rebeca es Todas las bodas necesitan un plan B y es fantástica. En breve tendréis la reseña por aquí)

Vamos a empezar con una confesión: señores, yo he pirateado. De hecho, no tengo muy claro que alguien de quien me esté leyendo no haya pirateado nunca, sobre todo si sois de mi generación o de las posteriores. Yo recuerdo que a mí, un día, cuando tenía 20 años o así, alguien me dijo que había una cosa llamada Napster en la que podía poner el título de cualquier película, canción o discografía completa y unas cuantas horas después (las conexiones de los 90, aaaay), lo tenía en el ordenador. Joder. Eso fue la revolución. La puñetera revolución. Era gratis, sí, por supuesto, pero os juro que a mí me llamaba más la atención por lo cómodo que por lo gratuito. Clic, clac, y mañana puedo ver una peli que ni se ha estrenado en España. Viva.

Con los libros siempre he sido mucho más precavida. Siempre le he visto más delito a piratear un libro que una película, una serie o música. Esto seguramente sea una gilipollez mía. Vamos, que lo es. La cultura es cultura, independientemente del medio, aunque a mí me seguía pareciendo diferente. Además, durante muchos años me aferré al libro en papel, así que tampoco tenía ningún sentido para mí eso de piratear. Luego me enganché irremediablemente al libro electrónico y... joder... a golpe de clic que tenía todos los libros que me diera la gana. La leche.



Si os cuento todo esto, no es para entonar el mea culpa, que ese ya me torturó durante un tiempo cuando empecé a conocer los entresijos de la piratería y el mundo editorial en general. Lo cuento porque conozco las excusas. Las excusas para piratear, me refiero. Y, ¿sabéis una cosa? Son todas una mierda. Si yo entro mañana en un Zara, me encuentro unos vaqueros sin alarma y decido metérmelos en el bolso y ahorrarme los 39,95 euros... pues lo digo. «Hey, soy una listilla, he mangado unos vaqueros en Zara». Fin del asunto. Pero no convenzo a la sociedad de que Amancio Ortega tiene tanto dinero que deberíamos llevarnos la ropa gratis de sus tiendas, ni de que fabricar ropa hoy en día ya no es un negocio porque cualquiera se la puede llevar gratis ni, desde luego, le digo a una dependienta que «oye, me voy a llevar esto porque aquí es todo muy caro, ¡y ni se te ocurra decirme nada!». Y, ya por seguir con el mismo ejemplo, yo no robaría ropa en ninguna parte... pero, probablemente, la robaría antes en Zara que en una pequeña tienda de barrio que trata de salir adelante como puede.

Pues toda esa mierda es la que tenemos que escuchar a diario los escritores. Las excusas. Las putas excusas. Joder, tío, ya me estás puteando bastante, bajándote mi libro i-le-gal-men-te... no hagas que encima tenga que escuchar tu mierda. Y ese tu mierda se resume en lo siguiente:

  • «Es que los libros son muy caros». Bueno, hay unos que más y otros que menos. La mayoría de ebooks que se venden en Amazon rondan los 3 euros. Hay que irse a obras de autores muy consagrados para que pasen de 6. Casi nunca, o nunca, llegan a 10. Vamos, que el ebook más caro que podemos encontrar vale más o menos lo mismo que dos copas. Dos copas. Cualquiera de mis libros... poco más que una cerveza. Di la verdad, tío, que prefieres gastártelo en alcohol que en cultura. No pasa nada. No todos tenemos que ser cultos. Todo bien.
  • «Es que los autores están forrados». Pues, mira, oye, igual Ken Follett sí. Y, aun así, algo habrá hecho para conseguirlo y merecérselo. Pero, tío... ¿te parece que yo estoy forrada? ¿Te tengo pinta? ¿Tienes la menor idea de lo que gana un autor por cada libro vendido? Un puto euro, por sacar una media, más o menos. Un puto euro. Echad cuentas para imaginar cómo de forrados estamos los autores minoritarios y a quién le estáis negando el euro.
Ken Follett
Aquí tenéis a Ken Follett. Su cara de concentración se debe a que
está pensando cómo pedirme un préstamo, porque, recordemos, soy
escritora, así que estoy forrada. Claro.

  • «Es que el mundo ha cambiado y ya no se puede vivir de esto de escribir». Esta es una de mis favoritas. Pues nada, fenomenal. Escribir se ha convertido ya en un hobby y nadie va a poder vivir de ello profesionalmente. ¿Cuánto creéis que tardarán en desaparecer los buenos escritores? ¿Cuánto pensáis que van a tardar en dejar de escribir para dedicarse a otra cosa? ¿O cuánta calidad creéis que quedará en el mundo literario? Pensadlo bien, ¿vosotros escribiríais igual, con la misma dedicación, la misma inversión en correctores, portadistas, etc., si sabéis que no vais a ganar nada que si es vuestra profesión, de la que vivir dignamente?
  • «Es que no me puedo permitir todos los libros que leo». Bien, lo comprendo. Yo leo más de 200 libros al año. Creedme, lo comprendo. Tengo mis trucos, de ello os hablaré la semana que viene, pero os adelanto un concepto: Kindle Unlimited.
Kindle Unlimited

  • «Es que es como prestarle un libro a un amigo. ¿Eso también es ilegal?» Mira... además de robar el fruto de mi trabajo, ¿también me ves cara de subnormal? Porque, si me vas a comparar prestarle un libro a tu madre y un par de amigos con ponerlo a libre disposición en internet, debe de ser que tengo una pinta de imbécil importante. El hijoputa colega que colgó por primera vez Pecado, penitencia y expiación en internet se lo llevaba prestado, la última vez que lo comprobé, a unos 7.500 colegas. Más de 10 veces más que unidades llevo vendidas. De puta madre.
  • «Es que las editoriales tienen que modernizarse». ¿Qué me vas a contar que yo no sepa? Ojalá veamos el día en que todas las editoriales cuelguen sus productos en servicios como Kindle Unlimited o similares. Pero a mí no me eches la culpa de lo que hacen las editoriales, que yo ni siquiera publico con ellas. ¿Qué es exactamente modernizarnos? Si queréis, os leo mis novelas por Snapchat, no sé. De entrada, las mías están todas disponibles en el Unlimited, se venden en Amazon en formato papel y ebook... ¿Qué tengo que hacer para que me consideres tan súper moderna que decidas no piratearme?
  • «Es que tengo derecho a probar el producto antes de comprarlo». Claro, por eso todas las obras que conozco tienen un par de capítulos en preview. En Amazon, casi todas. En las webs de las editoriales, muchas también. Eso es probar el producto. Es como cuando te dan a probar un queso antes de comprarlo, ¿sabes? Si te comes el queso entero, lo pagas. Sigue funcionando así, ¿no? ¿O se regalan quesos a tutiplén para que la gente los pruebe? Porque, entonces, debería pasarme por el supermercado más a menudo. Y, por cierto, si no te gusta... te jodes. ¡Oooooh! ¡Qué opinión tan impopular! Ya, ya lo sé. Pero, ¿a que alguna vez habéis ido a un restaurante que era un ascazo y, al acabar de cenar, habéis apoquinado religiosamente? Porque, si ahora nos largamos sin pagar de los restaurantes que no nos gustan, además de ir más al supermercado, voy a tener que salir a cenar más a menudo también.
Hacer un simpa

  • «Es que me lo descargué, pero no pensaba comprarlo». ¿Estás de coña? ¡Pues no te lo descargues! No existe un limbo de libros que no son lo suficientemente buenos para que los compres, pero sí para que los leas gratis. Si lo has leído... lo compras. Funciona así. Fin.
  • «Es que, si descargo el libro de un autor desconocido, ayudo a difundir su obra». ¡Aaaaah! ¡Qué guay! ¡Así ganaré un montón! Porque, si consigo hacerme conocida gracias a libros por los que no gano nada, y la gente sigue descargándose mi libro gratis y sigo sin ganar nada... entonces, vendrá El Corte Inglés y me ofrecerá ser la imagen de la campaña otoño-invierno y así me haré multimillonaria. ¿A quién no le ha pasado, verdad? Por Dios...
Os voy a contar una anécdota: cuando publiqué Parker y Amy: el pasado presente, al cabo de unos días, tenía más reseñas en GoodReads, que es una red social para lectores bastante minoritaria, que unidades vendidas del libro. Fuerte, ¿eh? Al menos las reseñas eran bastante buenas, porque, si encima de llevarte mi libro gratis, me lo tiras por tierra en una crítica... ya es como para coger el AK-47 que todos tenemos bajo la cama. 



La vida del escritor es jodida. Escribir una novela, aunque todo el mundo crea que puede hacerlo, es jodido. Que se venda... es la panacea. Yo llevo año y medio dedicada de una manera completamente obsesiva a la escritura. Eso significa privarme de miles de planes de ocio para quedarme escribiendo. Significa dedicar muchas (MUCHÍSIMAS) horas a formarme en campos tan dispares como la técnica narrativa o el marketing editorial. Significa, en mi caso, que decidí optar por la autoedición, aprender a pelearme con Amazon, a maquetar, a crear portadas mínimamente atractivas... ¿Sabéis cuánto he ganado con ello? Nada. Todavía no he recuperado la inversión que hice en cursos de formación y en la portada de mi primera novela (el único contenido externo que contraté desde que me dedico a esto). Y yo vendo una cantidad más o menos decente de libros. Y tengo la enorme suerte de que, por mi profesión, no tengo que contratar el servicio más básico de todo escritor autoeditado, la corrección. Y, repito, quedo prácticamente a cero de beneficios. Justo, ¿verdad? ¿Qué cara pretendéis que pongamos cuando, encima, nos preguntáis a la cara de dónde os podéis descargar nuestros libros? De verdad, me ha pasado varias veces y no quiero ser borde, de verdad que no, pero pensad un poco en lo que supone para un autor que le digan a la puta cara que has decidido que no gane absolutamente nada por ese libro en el que ha invertido meses, o años, de trabajo.

Este post no pretende llegar a quien es un defensor acérrimo de la piratería. A esos ya los doy por perdidos. Pero sí pretendo llegar a quienes desconocen este mundillo y piratean... porque sí. Simplemente, porque les parece más fácil y más cómodo. Porque alguien les explicó un día que pinchando aquí y aquí les aparece gratis el libro en su dispositivo. Y que se conforman, aunque el libro sea una de esas infames fantradus o aunque las páginas de las que se los descargan les metan cuarenta mil mierdas en el ordenador. La otra opción, la opción B, la de comprarlos, puede que esté solo a un par de euros de distancia. Barato, fácil y legal. Sobre todo, legal. No lo hagáis por altruismo ni por respeto al autor, si no queréis. Hacedlo porque, si las cosas siguen así, ya nadie escribirá, porque cualquier otra opción laboral será más rentable. Y, si se nos acaban los libros, ¿qué coño vamos a hacer?

  • Compartir:

Puede que te interese...

34 comments