¿Por qué somos tan exigentes con las protagonistas de novela romántica?

Escrito por Abril Camino - 12 mayo


Dicen por ahí que las mujeres somos nuestras propias peores enemigas. Siempre me ha dado un poco de repelús ese concepto, más que nada porque, aunque a veces es inevitable, odio generalizar. Habrá mujeres de todo tipo, clase, condición y opinión sobre otras mujeres. Hoy voy a concretar un poco mi objeto de crítica (que tampoco es una crítica como tal, sino más bien una reflexión). Hoy voy a hablar de las lectoras de romántica

—Sí, Abril, esa es muy buena, dedica una entrada de tu blog a criticar a las lectoras de romántica, que vienen siendo el único público que tienes en tu blog.
—Calla, conciencia, que estoy muy ocupada hundiéndome la carrera.
[Fin de la conversación bipolar]

En fin, a lo que iba. Las lectoras de romántica. Antes de empezar con la perorata y dado que, si algo gusta a algunas personas es sentir herida su sensibilidad, quiero aclarar que no hablo de todas las lectoras de romántica. Yo también lo soy; la que más, además. Y supongo que habrá lectoras de todo tipo, pero me quiero referir a un tipo concreto que parece abundar: la lectora exigente.

Me gustan los lectores exigentes. No sé qué sería de nosotros, los que nos dedicamos a esto de escribir, si nadie nos dijera en un determinado momento que estamos errando el tiro. La crítica constructiva es fantástica y yo siempre, siempre las agradezco cuando las recibo. Hablaba de ello hace unos meses en mi entrada La generosidad del lector, de hecho. Pero hay una parte de la crítica que me pone muy nerviosa y que abunda mucho en los dos lugares principales donde leo reseñas, que son Amazon y GoodReads: la crítica (muchas veces despiadada) de la protagonista femenina.

La crítica despiadada a la protagonista femenina

Crear personajes fuertes, sólidos y verosímiles es un arte. Quizá el más difícil de todo esto que hacemos. Por más que yo sea una defensora acérrima del valor de la trama, si lo analizo, mis novelas románticas favoritas son aquellas en las que acabo enamorándome de los personajes. En mis novelas, creo que hay personajes de todo tipo, incluidos algunos seguramente no demasiado sólidos (no voy a confesar cuáles de mis novelas reharía, pero alguna hay). Sin embargo, nunca o casi nunca, he recibido críticas a los personajes masculinos. Pero, ¿y los femeninos? Pues alguna que otra ha habido. Sin centrarme en mí, y pensando en las críticas que leo a novelas que me han gustado, el tema se sale a veces de madre. He leído por todas partes que se acusa a protagonistas muy bien construidas y muy coherentes de indecisas, histéricas, incongruentes... Ojalá me dieran un euro cada vez que he leído «La novela X me ha encantado, pero la protagonista me ha puesto enferma». ¿Y cuáles son los motivos por los que estos personajes femeninos ponen enferma a la lectora? Hay variedad:

- «Es que no entiendo por qué es tan indecisa»: ante cualquier protagonista que no se lance de cabeza a mantener una relación puramente sexual con un compañero de trabajo, su amigo pansexual y un tricerátops que pasaba por allí.

- «Es que no entiendo cómo ÉL la aguanta»: ante cualquier protagonista que se indigna porque su contraparte desaparezca tres días después de declararle su amor porque le vino un ataque de agobio ante la idea de tener que mantener una charla postcoital.

- «Es que es muy incoherente, primero tan tímida y luego desatada en la cama»: ante cualquier protagonista que no se corte en decir «cómeme el toto» en la cama, pero le parezca un poco too much soltar eso en la cena de Acción de Gracias.

- «Es que no sé cómo sigue con el tonto del novio cuando ÉL le propone dejarlo»: ante cualquier novela con triángulo amoroso en la que la protagonista no dé carpetazo a una relación de ocho años en el momento en que ÉL se muerde el labio en su dirección.


La protagonista que duda, esa gran enemiga

Y así podría seguir dos días. Les exigimos a las protagonistas femeninas unos comportamientos que, me juego la mano derecha, jamás tendríamos en la vida real. Pero al mismo tiempo queremos que sean coherentes y queremos empatizar con ellas. Hace poco me comentaba una lectora beta de algo que tengo por ahí escrito y que algún día verá la luz que no entendía por qué mi protagonista era tan indecisa. No os puedo contar la trama, pero lo resumiré en que la exigencia era algo así como que dejara toda su vida (y cuando digo toda, incluye hasta hijos) por vivir la pasión desbordada de la historia de amor en sí. Me hizo reflexionar, que para eso están las lectoras beta. Y mi reflexión fue... ¿Por qué les pedimos a las protagonistas de novela que sean coherentes y, al mismo tiempo, que hagan cosas que nosotras jamás haríamos? Porque, o yo vivo en un mundo irreal, o una chica que deja toda su vida por una pasión desbordada, sin nada que lo justifique de inicio, sería calificada de tarada por muchas de sus amigas (o de zorra, en muchos casos, que así nos va). En mi cabeza maligna, siempre que leo una crítica de ese estilo, me imagino a una lectora felizmente emparejada, tradicional y de las que aún tapan la portada los libros eróticos con papel de periódico pensando «pero mira esta chica, qué boba, que se lo tiene que pensar dos veces antes de calzarse a un jamelgo y a su hermano en un club de intercambio de parejas». Y me descojono, claro, que no queda otra.


¿Qué protagonistas queremos en nuestras novelas?

Os preguntaréis por qué he puesto todo el rato ÉL en mayúsculas en los ejemplos de antes. O no, que supongo que os ha dado el cerebro para deducirlo. Hay varias razones, pero la principal es clara: a ÉL siempre lo disculpamos. «Angelito, que lo dejó muy tocado su anterior novia y por eso tiene pánico al compromiso». «Pobrecillo, que su madre era una zorra y ahora ÉL huye de las mujeres». «Oh, no lo juzguéis, que su vecina abusó de él cuando era adolescente». Ellas siempre son las malas. Ellas los hacen así. Ellas tienen que aguantar cómo sean ELLOS porque otras ellas anteriores los dejaron traumatizados.

Antes de que penséis que soy una feminista pirada (que soy ambas cosas, pero por separado, no como concepto), os voy a poner un ejemplo práctico. Uno de los personajes femeninos más criticados de la historia de la literatura romántico-erótica es Anastasia Steele, la protagonista de la saga de Cincuenta sombras de Grey. Podéis dejar de fingir que no la habéis leído, que lo hemos hecho todas. El caso es que, sobre Anastasia, he leído de todo: que es sumisa, tontita, que acepta lo inaceptable, que su diosa interior es un coñazo, que actúa de forma incoherente, que evoluciona de forma extraña dentro de la novela, que no tiene personalidad, que no tiene opinión propia... ¿La verdad? Suscribo todas y cada una de esas críticas, pero... ¿Y Christian? Joder, Christian es el puto dios de la literatura erótica, el mito. Sí, ha sido criticado (solo faltaría), pero ni la décima parte que Anastasia. Él, que es un abusador psicológico; un tipo que considera que puede llevar un ginecólogo a su casa para que decidan mano a mano el método anticonceptivo de una mujer sin opinión; que decide qué coche debe tener, qué ordenador, qué móvil y qué amigos; que confunde maltrato físico con BDSM; que hace a sus amantes firmar un contrato infame; que no quiere que ella trabaje; que la castiga cuando hace amago de rebelarse; que encuentra placer en pegarle a sus amantes porque le recuerdan a su madre negligente (hola, trastorno mental)... ¿Tengo que seguir? Vamos, que he gastado un montón de líneas para decir algo que se resume en una sola palabra: mal-tra-ta-dor. Pero a una inmensa mayoría de lectoras quien las pone enfermas es Anastasia. Porque él sufrió en su infancia. Porque tuvo una introducción al sexo peculiar. Porque él es rebelde porque el mundo lo ha hecho así. Porque es millonario y la lleva en helicóptero. Porque hace todo lo que hace porque la quiere. Porque es guapo. MÁ-TA-ME-CA-MIÓN.


Cincuenta sombras de maltrato

Ojalá fuera Cincuenta sombras de Grey el tema del post. Pero no, son cientos de novelas. Novelas en las que exigimos de la protagonista femenina una perfección absoluta y no dudamos en ponernos enfermas cuando algo no nos encaja. Novelas en las que a él le perdonamos (casi) todo



Hay momentos (muchos) en que me resulta jodidamente difícil ser feminista y lectora/escritora de novela romántica. Otro día os hablaré de las novelas que todavía me hacen mantener la esperanza, que no todo va a ser enfadarme con el mundo.

¡Gracias por leerme! (Incluso cuando me pongo tan intensita como hoy)

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