17 cosas que nos pasan a los escritores (y, si no te pasan, dame la receta)

Escrito por Abril Camino - 19 mayo


1. Nuestra primera novela nos da vergüenza ajena. No la hemos vuelto a abrir desde hace meses/años y, si nos tropezamos por casualidad con algún fragmento, cerramos el portátil como si se nos hubiera aparecido Voldemort.


2. Hay días en que releemos un trozo de lo que estamos escribiendo y pensamos «Joder, vayan grabando mi nombre en el Pulitzer, señores». Al día siguiente, releyendo exactamente el mismo fragmento, sentimos que hasta un mono borracho pulsando teclas aleatorias del portátil podría haberlo hecho mejor.



3. En esas épocas en que estamos totalmente inmersos en la escritura de un nuevo proyecto, llegamos al punto de hablar de nuestros personajes como si fueran personas absolutamente reales de nuestras vidas.

4. No hemos vuelto a disfrutar de un libro ajeno como lo hacíamos antes de escribir. Ahora conocemos demasiado bien los trucos y, además, solo tenemos dos posibles pensamientos: o «yo escribo mejor que este tío» o «soy un completo fracaso como ser humano porque jamás podré escribir nada que se acerque a esto».



5. En algún momento, todos los días, siempre, cada jodida vez que hablamos con alguien sobre lo mal pagado que está este oficio, oiremos la frase «Mira la de Harry Potter, que estaba arruinada y ahora es una de las mujeres más ricas del mundo». Oh, cielo santo, cómo no se me había ocurrido pensar que eso, justamente eso, me va a pasar a mí.

6. Nuestros amigos creen que nuestra vida transcurre delante de una ventana bucólica con vistas a un lago, con una máquina de escribir Olivetti y un montón de cigarrillos. Lo único cierto es lo de los cigarrillos. Escribimos delante del portátil en las escasas horas que nos deja nuestro otro trabajo (¿he mencionado ya que todos tenemos otro trabajo?).



7. Tenemos un grupo selecto de amigos escritores con los que comentamos cosas que nos pasan que jamás nos atreveríamos a hablar con nuestro entorno real por miedo a que nos encierren en un frenopático.

8. Podemos pasar una tarde entera valorando si un verbo queda mejor en condicional o en pretérito de subjuntivo, y, en otra, escribir del tirón cinco mil palabras.



9. Una crítica negativa nos puede arrojar al fango de una manera que difícilmente entiende quien no se dedica a una profesión creativa.

10. El siguiente diálogo es bastante común en nuestras vidas:
—¿Qué haces? 
—Estoy trabajando. 
—Ah, perdona, creí que estabas escribiendo.
Y nos provoca ganas de esto:


11. Alguna vez te has inventado un dolor de cabeza mortal de la muerte para quedarte un sábado noche en casa a escribir en lugar de salir con tus amigos.

12. Alguien, en algún momento, halagará tu novela comparándola con la novela del mismo género que odias con todas tus fuerzas. Prepara la mueca estándar: es una cosa a medio camino entre la sonrisa y el «me cago en tu alma».


13. En el último repaso de la última corrección de la enésima revisión de tu novela, encontrarás una errata. Y la tentación de prenderle fuego al manuscrito será terrorífica (o, en su equivalente digital con mucha menos gracia, enviarlo a la papelera de reciclaje).

14. Hay gente que tiene miedo a la muerte, gente que tiene miedo a la oscuridad y gente que tiene miedo al avión. Nosotros solo tenemos miedo a un formateo espontáneo de nuestro ordenador sin que nos haya dado tiempo a hacer backup en el disco duro externo, el Dropbox, Google Drive, enviarnos los archivos al correo y las cuarenta y tres mil opciones habituales.


15. Les suplicas a los lectores beta de tus novelas que sean sinceros y te busquen todos los errores que puedan, mientras rezas en bajito para que te digan que todo es maravilloso y no han encontrado ni una sola incoherencia. Pero, si lo hacen, creerás que ni siquiera la han leído en serio (un beso a mis lectoras beta, que son unas santas).

16. La musa es una zorra cruel a la que le encanta presentarse la noche anterior a que tengas que entregar un proyecto importante en el trabajo, cuando tu casa está en un estado que no sabes si limpiarla o prenderle fuego y/o cuando Jamie Dornan está pidiéndote un último polvo beso. Ese domingo en que has logrado desprenderte de obligaciones varias y tienes todo el día para escribir
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la nada.


17. Nos quejaremos hasta el día de nuestra muerte de todas las desdichas que trae aparejadas esta profesión, pero no la dejaríamos ni por todo el oro del mundo (aunque un poco de oro tampoco estaría mal del todo).

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