Las cinco grandes ventajas de vivir sola

Escrito por Abril Camino - 04 febrero


Hace algunos meses, os hablaba de los cinco grandes dramas de la vida de soltera (y algunas posibles soluciones). Como decía en el final de ese post, soy una firme defensora de que vivir sola (o solo, se entiende) es una de las etapas de la vida que nadie debería saltarse, así que ya iba siendo hora de exponer las grandes ventajas de ser single.

1. Beber de la botella:
Si estáis torciendo el morro al leerme, debe de ser que sois unas personas muy finas. Yo no. No hay nada que me guste más en el mundo que beber a morro de la botella de agua (+10 puntos en días de resaca). Creo que hasta me sabe mejor. Y ni os cuento con el zumo, el Nestea, la Fanta naranja y así sucesivamente. Y, encima, no hay que lavar el vaso. O, en su defecto, meterlo en el lavaplatos (sí, hasta para eso soy jodidamente vaga; las tareas domésticas son el mal). Solo hay una excepción a esta regla: las bebidas con alcohol. Amorrarse a la botella de vino o, ya puestos, al Johnnie Walker, solo está justificado si estáis pasando por una época especialmente jodida de la teoría de las fases.


Beber vino a morro
Bueno, con el vino a veces podemos hacer una excepción.
¿Que por qué no es posible beber de la botella cuando vives en pareja? Pues hay dos opciones:

Opción 1
Si tienes una pareja fina y educada, acabas convirtiéndote en una zorra mentirosa
—Cariño, ¿esto que hay en la botella de agua es un resto de pintalabios?
 —¡Qué va! Eso debe de ser por la mierda de productos químicos que le echan ahora al agua.
[Based on a true story (de una amiga, ejem)]

Opción 2
Si tu pareja es un puto guarro como tú, se puede llegar a la anarquía. Acabaréis comiendo el flan sin cucharilla, los spaguetti directos de la olla y, por Navidad, alguien os acabará regalando un comedero a juego con el del perro.


Beber a morro es un placer
Tampoco hay que forzar, señoras
2. Los guilty pleasures
Alimenticios, musicales, cinematográficos... Tenemos de todos los géneros. Hay días en la vida de una mujer en que apetece cenar Colacao con Doritos. Ocurre. No busquemos explicaciones. OCURRE. Hay otros días en que sabes que del hastío vital solo te puede rescatar Dirty Dancing o alguna de sus coetáneas (si queréis saber de qué os hablo, os recuerdo las 10 películas a las que culpar de nuestras altas expectativas amorosas). O te viene un punto nostálgico porque te has encontrado a tu novio de la adolescencia cargando con un Maxi-Cosi y, al llegar a casa, lo único que quieres es recordar que Marco se ha marchado para no volver, vía CD de Laura Pausini del 95.


Comer helado de chocolate
Ben&Jerry's y una cuchara... Qué cerca está a veces el paraíso
A ver, bonitas, ¿cómo coño se justifica esto delante de una pareja? Pues no se justifica. Simplemente, no se hace. Cenas una pechuga de pollo con arroz, ves House of Cards y hasta haces comentarios cultos y escuchas con cara de fascinación lo último de Muse. Pues, ¿sabéis qué os digo? Mieeeeeerda para la convivencia si me deja sin guilty pleasures.

3. Los diferentes biorritmos de sueño
Hace como quince años que no me duermo ni una sola noche antes de las 3 am. Da igual a qué hora me tenga que levantar. La culpa de todo la tienen los libros, claro. Soy incapaz de dormir (en serio, incapaz) si no leo antes como mínimo una horita. Y leer en la cama cuando tienes pareja no mola nada. Que sí, a ver, que se puede tener pareja y leer en la cama de forma simultánea. Pero hay mil y una combinaciones posibles: que tu pareja sea una de esas personas insoportables para dormir tenga el sueño ligero y tengas que leer en estado de completa inmovilidad, silencio y oscuridad (lo cual te deja sin opciones para el libro en papel); que a ti te guste leer con la luz a tope y musiqueo ambiental; que te tengas que levantar cada 83 páginas a fumar a la terraza (porque lo de fumar en la cama, al parecer, ahora ya no se lleva ni después de follar; maldito siglo XXI...); que te venga una llorera infernal porque Will no quiere escuchar a Lou (en serio, tenéis que leer Yo antes de ti... o no... o yo qué sé) y tu pareja se despierte y te pregunte qué te pasa y tú le contestes a gritos «¡¡que tú no me quieres como se quieren ellos!!»


Leer en la cama
Y, si me gusta leer en esta postura, ¿qué culpa tengo yo?
Vamos, que Dios bendiga la soltería en esas noches en que, de repente, el despertador suena y tú aún no te has dormido porque te quedan 30 páginas de la última novela que te has comprado. No tener que dar explicaciones de por qué has perdido la puta cabeza no tiene precio.

Como os podéis imaginar del hecho de que me duerma casi siempre cuando ya despunta el sol, es que no soy exactamente un amor por las mañanas. Y hay gente que sí lo es. Esta es una especie a la que el National Geographic le está dedicando demasiado poco tiempo: la gente que está de buen humor por las mañanas. He conocido gente con la que, antes de amorrarme a la botella de zumo de naranja, ya les había tenido que responder a una rueda de prensa: «¿qué tal has dormido?», «¿qué vas a hacer hoy?», «¿hacemos algo esta noche?», «¡que tengas un buen día!», a lo que a mi solo me apetecía contestar «no lo suficiente», «suicidarme», «no, me habré suicidado», «¡muérete!». Definitivamente, los biorritmos de sueño deberían ser la primera pregunta de una primera cita.


Recién levantada
Así soy yo recién levantada...
y no estoy especialmente interesada en cambiar
4. Las quedadas con amigas
Vamos a ser sinceras. A las amigas solteras no les gusta venir a casa y que tu novio/marido ande rondando por ahí. Porque tu amiga soltera viene a contarte que el jueves pasado su compañero del curro al fin se dio cuenta de que ella le ponía ojitos y se la tiró contra la puerta del lavabo de empleados. Y, aunque tu novio es fantástico y todas tus amigas lo adoran, no es cómodo que él escuche que el pobre chaval confundió el clítoris con la uretra (esto ocurre de vez en cuando, un mapita no vendría del todo mal). Y tampoco es cómodo tenerlo proscrito al cuarto de los trastos mientras vosotras os ponéis tibias de pipas y helado de chocolate.


Cena con amigas
Pipas, helado de chocolate... y alcohol, claro
La opción B es que tu amiga no sea soltera, pero eso creo que prefiero ni comentarlo porque entonces entraríamos en el terreno de las cenas de pareja, que dan para un post entero porque son lo putísimo peor. Creo que he pasado por dos o tres en toda mi vida y no puedo estar más orgullosa de haber rehuido cualquier otra posibilidad de pasar por ello.

5. No dar explicaciones
Hasta aquí ha sido todo muy gracioso, pero esto ya no lo es. Esto va en serio, Para la gente psicológicamente estable, esto igual no es demasiado importante. Pero yo estoy como unas maracas, joder, y llevo como veinte años perfeccionando la especialidad de bajar a tomar unas cañas y volver setenta y dos horas después. Que sí, que es un puto milagro que alguna vez en mi vida haya tenido pareja, soy consciente. Pero, desde un punto de vista egoísta, el caso es que la culpabilidad por hacer las cosas que realmente disfrutas es una mierda. Y es inevitable sentirte un poco culpable cuando vas subiendo en el ascensor hacia tu casa a las 10 de la mañana, tras haber dicho la noche anterior «solo bajo un rato a cenar con las chicas y ya vengo». En mí, además, suelen conspirar cosas como un móvil que nunca tiene batería y el hecho de que llegué a las 10 de la mañana solo porque cerró el último after, porque si no... Y es que, aunque mucha gente pueda pensar lo contrario, tener ese tipo de pedradas mentales no es incompatible con estar enamorada de tu pareja y querer estar con él, pero sí lo es con una convivencia pacífica o, al menos, exenta de reproches y culpabilidades.


De fiesta
Si una de esas noches locas incluye un karaoke,
se alcanza la perfección
Desde que conocí las mieles de la independencia, he salido un par de viernes de casa (uno de ellos con el maletín del portátil aún al hombro) y no he vuelto hasta la tarde del domingo. Y, cuando he abierto la puerta de mi templo del beber a morro, los guilty pleasures, el leer en la cama y las quedadas con amigas, he soltado un aliento que ni siquiera sabía que estaba conteniendo ante la perspectiva de no tener que darle explicaciones a nadie por ello.


Dar explicaciones
Esta soy yo dando explicaciones... se me da regular
Para concluir, lo confieso... soy un desastre para la convivencia. En la práctica, porque aborrezco las tareas domésticas más que cualquier otra cosa de este mundo. En lo profundo, porque adoro mi soledad, mis momentos para mí misma y mis estados de ánimo cambiantes, con los que he aprendido a convivir (y hasta a amarlos un poco). Y entiendo que nadie tiene por qué convivir con ellos también. Así que seguiré disfrutando de la vida independiente, de mis silencios, mis locuras y mi casa paradójicamente siempre llena de gente.

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