Lo que me queda por contar sobre la Saga Destino

Escrito por Abril Camino - 27 abril


¡Hola a todos!

En los últimos meses, os he ido contando cositas sobre la Saga Destino. He hablado de las ciudades en las que transcurre Viajando hacia mi destino (en dos entradas: esta sobre Cracovia y Praga, y esta sobre Viena, Bratislava y Budapest) y os he hablado también de ese paraíso donde Diego y Lucía viven alguno de los momentos más especiales de Decidiendo mi destino. Pero me quedan algunas cosas por contaros, y quiero hacerlo hoy porque... ha llegado el momento de decirles adiós. Diego y Lucía llevan exactamente dos años ocupando mi cabeza, desde aquel abril de 2015 en que me fui de viaje por Europa central mientras empezaba a dar mis primeros pasos en esto de escribir. Y es el momento de que se vayan, de que ya sean solo vuestros, y que yo me dedique a otras cosas (que prometo contaros muy muy prontito).



No me voy a despedir de ellos con una guía turística al estilo de las anteriores. Si os queda curiosidad por alguna de las ciudades en las que viven Diego y Lucía, podéis escribirme para preguntarme. Por cierto, aprovecho para daros las gracias a las personas que os habéis puesto en contacto conmigo para preguntarme por las ciudades de la saga. Me sigue pareciendo flipante que algunas hayáis decidido organizar vuestro viaje de Semana Santa siguiendo los pasos de Diego y Lucía. Muy muy flipante, en serio. Así que yo encantadísima de que me preguntéis.

Pero, como decía, no quiero despedirme de ellos dando un montón de datos a lo loco. No. Quiero hacerlo contando la anécdota que decidió el futuro de esta saga, porque es una de las cosas más bonitas que me ha pasado con ella.

Este precioso fan art tengo que agradecérselo a Lorena, del blog Un lugar mágico
Como ya he dicho alguna vez, de todas las novelas que he escrito, estas son, de largo, las que más quebraderos de cabeza me han traído. El otro día comentaba en Facebook que no son mis novelas favoritas y algunas os sorprendíais. Y es que, aunque me he reconciliado (mucho) con ellas, hubo un tiempo en que llegué a casi odiarlas, porque no acababan de ser lo que yo esperaba. Viajando hacia mi destino estuvo escrita un año antes de que me decidiera a darle su continuación. Tenía claro lo que quería que pasara en Decidiendo mi destino, pero me daba pavor que a la gente le pareciera un horror o que ni siquiera les gustara la primera parte y esa segunda, directamente, no interesara a nadie, y... mil cosas más. Todas esas incertidumbres y paranoias que nos acechan a los que nos dedicamos a esto.

El caso es que, allá por febrero de 2016, cuando puse el punto final a la serie de los hermanos Sullivan, me dije a mí misma que era el momento de tomar la decisión final sobre esta saga. O me ponía a escribir la segunda parte YA o mandaba la primera al cajón de los libros abandonados y dedicaba mis esfuerzos a otros proyectos. Fueron dos o tres semanas de mucho comerme la cabeza. Y quien me conoce sabe que cuando yo digo que me como mucho la cabeza, es muchísimo. La locura. Pensar en ello 24/7 y rayarme hasta el infinito.


Más o menos así

En esas estaba cuando me fui a pasar un fin de semana largo a Dublín. ¿Me sirvió ese viaje para desconectar y dejar de pensar en qué coño hacer con Diego y Lucía? No. Estar de vacaciones significa tener más tiempo libre, y tener más tiempo libre significó darle más vueltas que nunca a la decisión. Hasta que... se obró la magiaNo soy yo una persona que crea especialmente en el destino. Vamos, que no creo para nada. Pero hay dos conceptos que (creo) definen esta saga más que ningún otro, y no hay más que ver los títulos para entenderlo: los viajes y el destino. Y tuvo que ser durante otro viaje cuando el destino hizo de las suyas y tomó la decisión por mí.

En el último día de ese viaje a Dublín, tenía ya la cabeza a punto de explotar por culpa de la maldita saga. Casi al 100% había decidido que no iba a publicarla. Que me pondría con otros proyectos en cuanto volviera a Coruña, previo paso por Madrid, donde me quedaría unos días al volver de Dublín por motivos laborales. No os voy a mentir: me jodía muchísimo descartar Viajando hacia mi destino. Porque sí, había muchas cosas en ella que no me gustaban, pero había otras que me decían que era una novela especial. Así que, para olvidarme de esa pena de haber decidido decirle adiós para siempre, me fui de pintas por Temple Bar (que, si caéis algún día por Dublín, es una idea estupenda, por cierto).

La magia se obró en un pub de Temple Bar. Creo que, a estas alturas, no es ningún spoiler decir que la primera vez que Diego y Lucía se ven es mientras él canta Wonderwall, de Oasis, en la zona común del lugar donde se alojan ambos en Cracovia. Ahí surge algo parecido a un flechazo y... el resto es una historia de 700 páginas de idas y venidas entre ellos a lo largo de los años. Bien, pues esto es lo que me encontré al entrar en aquel pub de Dublín el día en que había decidido que esa historia no viera la luz:


(Sí, vale, el vídeo es una mierdecilla, pero es que estaba muy en shock, en serio)

Y es que, aunque no crea en el destino, me temo que debe de existir. Y que debía de estar fraguando algo muy guay cuando quiso que la canción con la que empieza todo entre Diego y Lucía sonara en un pub a muchos kilómetros de mi casa, a muchos kilómetros del lugar donde sonaba en la ficción, también durante un viaje, también cantada por un chico con una guitarra sobre un escenario medio improvisado.

Al día siguiente, volví a España. Me quedé en Madrid cuatro días y, a pesar de que fueron cuatro días de no parar con un montón de compromisos profesionales y personales, no me pude resistir a empezar Decidiendo mi destino. De hecho, ese apartamento en el que vive Diego en Madrid al empezar la novela, es exactamente el lugar donde yo estaba. Cuando entré en él, abrí un documento en blanco, lo llamé «Decidiendo mi destino» y el resto... ya lo sabéis

Los próximos meses vienen cargaditos de novedades. A partir del próximo jueves empezaré ya a daros noticias. Por eso, tocaba decirles adiós a Diego y Lucía. Porque tienen que dejarles espacio a... Tyler y Holly 😍😍😍😍😍 (el jueves que viene os cuento algo más).

¡Muchos besos y muchas gracias por estar aquí un jueves más!

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