Un año como escritora de novela romántica

Escrito por Abril Camino - 10 marzo


El martes se cumplió un año de una de las decisiones más importantes de mi vida: convertirme en escritora de novela romántica. El 8 de marzo de 2015 era domingo. Como ya conté en mi primera entrada de este blog (Y, un día, de repente), ese día, me encontraba mal, de bajón, medio depresiva. Mi vida había sido un huracán de cambios en los meses anteriores y el maremoto de sentimientos me había engullido. En menos de un año, había vivido un divorcio espantoso –supongo que todos lo son–, me había tenido que marchar de la que había sido mi casa durante ocho años, me había mudado a un apartamento y había volcado todas mis energías en reformarlo... Y, de repente, no tenía nada que hacer con mi tiempo libre. Ojocuidao, estaba rodeada de vida social, como siempre... Salía con amigos, viajaba, pasaba tiempo con mi familia y habían quedado muy atrás las noches de melancolía sentimental. Pero me faltaba algo. Había un hueco. Un hueco que en el pasado, quizá, había rellenado con un matrimonio que funcionaba solo a ratos o con proyectos que yo misma sabía que no tenían ningún futuro incluso antes de empezar con ellos (pintar alpargatas, definitivamente, no me llenaba lo suficiente).


Ese día, ese 8 de marzo de 2015 depresivo, me encontraba tan vacía anímicamente que llamé a la única persona que siempre me anima, me hace pensar y respeta mis decisiones, quizá porque sabe mejor que nadie que, cuando se me mete algo en la cabeza, ya no habrá nada que me lo quite. Pero es que ese día no se me había metido nada en la cabeza, hacía meses que nada se metía ni en mi cabeza ni en ese hueco tan vacío que hasta me dolía. Esa persona me hizo ver, porque yo parecía incapaz de llegar a alguna conclusión por mí misma, que había volcado demasiadas energías en la reforma de mi casa y que, cuando el último calcetín estuvo colocado en el hueco exacto que yo le había asignado (obsesa del orden que es una, qué se le va a hacer), me había quedado sin nada que hacer. Y su frase fue: «Tú lo que necesitas es un proyecto». Y, como no fue suficiente, su siguiente frase fue: «¿Por qué no le echas cojones de una puta vez y retomas la novela esa que nunca llegas a escribir». Y, en ese momento, me cambió la vida.

Dedicarme a escribir

¿Cómo no supe antes que lo mío era escribir? Me he pasado toda mi vida entre vaivenes profesionales. En parte, porque soy muy inquieta y siempre me han gustado los cambios. Y, en parte, porque nunca acabé de encontrar mi lugar profesional, pese a haber tenido siempre trabajos relacionados con mi carrera y no demasiado precarios. En esos tiempos, escuché muchos consejos. Bueno, los , más que escucharlos, porque uno de mis defectos más recalcitrantes es no hacer caso nunca de los consejos. Pero hubo uno que en su momento pasó tan desapercibido como los demás, pero que ahora me hace pensar que, a determinada gente, debería escucharla más que a otra. Bueno, más que un consejo era una frase recurrente: «Pues yo a ti te veo en el futuro siendo escritora». Yo me descojonaba cuando lo oía, no os voy a engañar. ¿Escritora yo? Pero si soy una tía cero creativa. Así me veía yo. Cero creativa. ¿Por qué? Porque me habían convencido de ello. ¿Cómo nos convence la sociedad de que somos o no creativos? Es más, ¿cómo nos hacen creer que la literatura va más de creatividad que de trabajo, formación y motivación


Empezar a escribir mi propia historia

Trabajo, formación y motivación. Quizá esas serían las tres únicas palabras que le diría a alguien que me dijera que se quiere dedicar a escribir. El trabajo duro (y esto de escribir es duro, muy duro) no me asusta. Prefiero trabajar quince horas diarias en algo que me guste que ocho en algo que no. La formación básica la traía de serie y, además, sufro un caso grave de cursitis aguda, así que esa parte tampoco me preocupaba. Pero, ¿y la motivación? ¿Cómo me iba a dar a mí por sentarme delante del portátil y ponerme a escribir? Un momento... ¿no era eso lo que llevaba haciendo toda mi vida? Pero si siempre que me pasaba algo, ¡corría a escribirlo! Todas mis discusiones con novios y amigos se resolvieron por escrito, en una época muy anterior al whatsapp. Cartas eternas, mails larguísimos, exponiendo mis sentimientos, expresándome... Quién pudiera recuperar aquella cuenta de @ole.com (o no, a saber). Abrí mi primer blog un día que estaba tan jodida que no era capaz de sacármelo de dentro ni chillando ni tomándome un par de whiskies. Cuando a una persona a la que quiero muchísimo le tocó vivir una situación muy, muy injusta, le escribí un email al responsable de aquello, pese a que sabía que no iba a llegar a enviarlo. Siempre por escrito. Todo por escrito. Mails, whatsapps, cartas, SMS, blogs... Visto desde la perspectiva de hoy, parecía solo cuestión de tiempo que un libro fuera el siguiente paso. A partir de ahí, llegaron las tramas y... lo que ya sabéis. Una primera novela, Pecado, penitencia y expiación, que no me ha dado más que alegrías, y esos hermanos Sullivan de los que aún no he conseguido despedirme del todo. Y mil proyectos más. Mil. Ya os los iré contando.


Mil proyectos abiertos

No tengo muy claro qué ha sido lo mejor de este año loco que me ha cambiado la vida por completo. No sé si la maravillosa gente que he ido conociendo, a veces solo a través del teclado y la pantalla. Gente tan generosa que, sin su ayuda, sería inconcebible haber conseguido todo esto. O quizá lo mejor sea todo lo que he aprendido, de materias tan diversas que casi me he convertido en una experta en cosas que, hace un año, directamente, ni sabía que existían. O puede que lo mejor haya sido encontrarme con una versión de mí misma que, por primera vez en la vida, tiene muy claro lo que quiere, lo que siente y lo que la hace feliz


Resolver la vida por escrito

Perdonad que hoy haya acaparado el blog con una historia personal que, posiblemente, no os importe demasiado. Si lo he hecho, ha sido solo por un motivo. Oímos demasiado a menudo que lo importante es tener un trabajo estable, aunque no nos guste, aunque nos den ganas de mandar a tomar por culo el despertador cada mañana. Oímos que es una locura perseguir un sueño, que hay que ser realistas, que hay que madurar («madurar es de frutas», que diría una sabia que conozco). Que de esto de escribir no vive nadie, que si no tienes un padrino no vas a ninguna parte, que si bla bla bla... Mi consejo es que, aunque solo sea de vez en cuando, mandéis a la mierda todo lo preconcebido y corráis por perseguir vuestro sueño.

  • Compartir:

Puede que te interese...

2 comments